El tema de los menores extranjeros no acompañados (menas) en España ha generado un torrente de opiniones y decisiones complicadas. Recientemente, el Gobierno de Aragón, liderado por el presidente Jorge Azcón, ha dejado claro que no está dispuesto a aceptar más jóvenes si otras comunidades, como País Vasco y Cataluña, quedan fuera del reparto. Pero, ¿qué implica realmente esta decisión? En este artículo, exploraremos la controversia en torno a los menas, la postura de Aragón y cómo se relaciona con el panorama nacional.

¿Qué está pasando en Aragón?

Si hay algo de lo que la política española siempre tiene un suministro inagotable, es la polémica. En el caso de Aragón, la comunidad representaba un 3% de la población española. Con la reciente decisión del Gobierno central de trasladar unilateralmente 4.500 menas, si aplicamos ese porcentaje, el arribo a la región podría rondar los 135 nuevos menas. Sin embargo, la cifra puede aumentar si otras comunidades quedan excluidas, llegando incluso a 200. ¡Vaya un rompecabezas!

La vicepresidenta de Aragón, Mar Vaquero, ha sido muy firme en su postura, afirmando que: “Desde Aragón, no vamos a ser cómplices de esa fractura”. Ah, las palabras de una vicepresidenta pueden sonar tan memorables como el último hit de la semana, ¿verdad? Aunque en este caso, me pregunto: ¿realmente se busca una solución duradera o simplemente se está buscando un camino fácil para salir de este dilema?

Las cifras que importan

La situación se complica aún más cuando el Gobierno central establece criterios de población, renta per cápita, desempleo y dispersión para determinar la redistribución de los menas. A esto se suma el “esfuerzo realizado” hasta ahora. Aunque desde La Moncloa aseguran que “ninguna región quedará fuera”, las dudas persisten. Algunos podrían argumentar que estas decisiones son tan claras como el agua. Sin embargo, yo diría que son más turbias que un café olvidado dentro de un coche caliente.

La consejera de Bienestar Social y Familia, Carmen Susín, también ha sido clara al decir que la actual situación ya es insostenible en Aragón. Con las plazas de menores solos ocupadas al 169%, es preocupante pensar en cómo más jóvenes podrían llegar a la región. ¿Qué quieren que pase? ¿Que cada protagonista de esta historia tenga su propio reality show?

La resistencia aragonesa

En este contexto, el jefe del Ejecutivo aragonés ha señalado que Aragón continuará defendiendo el principio de legalidad y solidaridad. Sin embargo, al aumentar el número de traslados requerirán más financiación. Y aquí es donde entra el juego político, porque aunque el Estado se encargue de la manutención durante su primer año, desde el cumplimiento de los 18 años, serán responsabilidad de la Comunidad.

Recientemente, las tensiones han aumentado aún más entre el Gobierno de Aragón y la Delegación del Gobierno, especialmente después de que se anuncien los alojamientos temporales para los menas y la rápida llegada de nuevos grupos de migrantes. No quiero decir que la relación se haya vuelto tensa, pero es como compartir un apartamento con alguien que deja la tapa del inodoro levantada: simplemente no es sostenible.

Las reacciones

Como se podía esperar, el partido político Vox ha clamado que en Aragón “no entre ni un mena más”. Su portavoz, Alejandro Nolasco, no ha tenido reparos en afirmar que, si su partido gobernara, “mandaríamos a todos los menas y los ilegales a Bruselas en autobús y se los meteríamos en casa a la señora Von der Leyen”. Un argumento atrevido, aunque suene más a una comedia que a una política seria. ¿Pero acaso no sería interesante ver cómo se enfrentarían a los problemas de vivienda si todos donde vivirían se convierten en un meme político?

El hecho es que la postura de Vox, unida al del PP en Aragón, resalta cómo el contexto migratorio se ha convertido en el caballito de batalla en las disputas políticas. Pero más allá de las declaraciones, la realidad es que enfrentar la situación de los menas es una cuestión de humanidad y compromiso social.

El camino por delante

A medida que la situación avanza, el Gobierno aragonés está haciendo todo lo posible por evitar una repetición de lo ocurrido en Sabiñánigo, donde la llegada de 200 inmigrantes colapsó el centro de salud local. ¿Te imaginas estar en esa situación? La culpa de todos sería suficiente para llenar llenaría de tensión a cualquier persona, al igual que esas noches en las que de repente se te ocurre comer pizza a las 2 a.m., pero ¡hey! ¿quién no ha estado allí?

Así, la situación en Aragón nos recuerda que la política y la migración son temas profundamente interconectados. Decisiones como la de no aceptar más menas ponen de relieve el conflicto entre lo que es humanitario y lo que es políticamente conveniente. Hay quienes apelan a solidaridad, mientras otros se aferran al deseo de protección de sus propias comunidades.

Reflexiones finales

No puedo evitar sentir que en toda esta complicada narrativa hay un eco de nuestra propia humanidad. Cada menor migrante tiene una historia, un motivo, un sueño, algo que genera empatía en medio del desasosiego político. Así que, ¿qué se puede hacer?

Ante todo, me parece esencial recordar que, al final del día, todos compartimos este mundo, y quizás se trata de encontrar un modo de hacerlo un lugar más humano. Así que, la próxima vez que escuches sobre menas en los noticiarios o en las redes sociales, intenta imaginar sus historias y reconocer que detrás de los números hay personas, y que en la empatía podemos encontrar respuestas mejores que las que nos ofrece la tensión política.

Aragón y el resto de comunidades tienen un gran desafío por delante, y mientras se debate sobre la cantidad de menas que pueden ser aceptados, lo que realmente están peleando es por la esencia del respeto y la dignidad en tiempos inciertos.

Así que, aunque me encantaría poder predecir cómo se resolverá esta situación, solo puedo decir que el futuro es incierto y prometedor a la vez. Pero una cosa es cierta: en este juego de la vida, todos tenemos algo que aportar. ¿Cómo podemos contribuir desde nuestro lugar? La respuesta no la tengo, pero me encantaría saber tu opinión.