Es un hecho innegable que la lengua es un elemento fundamental en nuestra identidad cultural. Tal vez, al igual que yo, has vivido el dilema de tratar de mantener una conversación con amigos mientras un gato escurridizo se apodera la atención, o en mi caso, un niño que batalla por subir una montaña de juguetes. Pero, ¿qué sucede cuando esa conversación gira en torno a temas tan complejos como el bilingüismo en la educación, y en particular lo que está ocurriendo en Cataluña?

En octubre de 2024, el presidente de la Comisión de Peticiones del Parlamento Europeo, Bogdan Rzoca, decidió hacer un intento por entender si el sistema educativo catalán estaba cumpliendo con las recomendaciones europeas. Spoiler: la respuesta no podría ser más enrevesada. La consejera de Educación de Cataluña, Esther Niubó, fue quien tuvo la tarea titánica de enfrentar estas preocupaciones, y sin ninguna duda, encajó en su respuesta una serie de afirmaciones que dejaron a muchos rascándose la cabeza.

¿Qué está sucediendo en Cataluña?

Para aquellos que no están al tanto, Cataluña es una comunidad autónoma en España con una identidad lingüística y cultural rica y diversa. Entre su diáfano cielo azul y la deliciosa paella, también se encuentra el catalán y el castellano como lenguas oficiales. Sin embargo, esta aparente armonía a menudo se choca con distintas realidades sociales y educativas.

Según el informe de la Comisión de Peticiones del Parlamento Europeo, se denunciaron «vulneraciones de derechos fundamentales en materia lingüística». Y aunque muchos se rasguen las vestiduras, la consejera Niubó aseguró que no había discriminación y que todos los estudiantes, ya sean catalanohablantes o castellanohablantes, se encuentran en igualdad de condiciones. ¿Hasta qué punto es cierto esto?

Según Niubó, al finalizar la escolarización obligatoria, todos los estudiantes dominan ambas lenguas. Lo que me lleva a preguntarme, ¿serán todos los niños los prodigios que ella menciona, o simplemente están bien entrenados en el arte de sobrevivir discursos políticos?

Las voces disidentes

Por supuesto, hay quienes tienen una visión diferente. El diputado del PP en el Parlament, Hugo Manchón, señala que el Gobierno catalán ha ignorado las recomendaciones de la Comisión europea. Se ha cuestionado la existencia de una supuesta «imposición lingüística», donde el castellano podría estar siendo relegado a un mero recuerdo de una época escolar pasada, como aquellos chistes de papás.

Así, surge la propuesta de resolución presentada por el grupo popular para asegurarse de que el castellano tenga un espacio justo en el sistema educativo. Se habla de que el castellano se considera «una lengua extranjera», lo cual, francamente, es un giro irónico que podría hacer sonreír al más serio de los lingüistas.

El dilema de la diversidad lingüística

El tema no es trivial, y aunque el debate parece ubicarse en una especie de «teatro del absurdo», lo que está en juego es mucho más profundo: el respeto a la diversidad lingüística y cultural. Europa, en su afán de ser un ejemplo brillante de unión, nos recuerda que la diversidad no es solo un término de usar en las charlas de términos inclusivos; sino una de sus piedras angulares. No olvidemos el artículo 21 de la Carta de Derechos Fundamentales de la UE, que prohíbe explícitamente cualquier tipo de discriminación por razón de lengua. Ahí es donde se empieza a entrever el desafío de la Generalitat.

La reacción emocional de las familias

Como una vida entera dedicada a la docencia, no puedo evitar sentir empatía hacia las familias que se ven atrapadas en este torbellino lingüístico. Los relatos de familias que se sienten intimidadas por el sistema educativo en Cataluña son inquietantes. Según el informe del Parlamento, hay preocupaciones sobre «exclusión social, intimidación y acoso» que merecen toda nuestra atención. Si la educación se ha convertido en un campo de batalla lingüístico, ¿dónde queda el bienestar emocional y social de los niños?

Una anécdota personal que viene a mi mente es de un amigo mío, quien traslada a su hijo a una escuela en Cataluña llena de la mejor intención, esperando que su pequeño sea bilingüe y que tenga una educación enriquecedora. Sin embargo, pronto comenzó a notar que su hijo, que dominaba el castellano, se enfrentaba a dificultades en un entorno donde el catalán imperaba. La realidad de muchas familias puede parecerse más a una montaña rusa que a un paseo por la costa del Mediterráneo.

El espectáculo político

Lo que está en juego aquí no es solo el futuro educativo de los niños catalanes, sino también el panorama político en Cataluña. La educación es un tema candente que alimenta las llamas de la independencia, el nacionalismo y las diferencias culturales. Con el PSC (Partido Socialista de Cataluña) alineado con las políticas de la Generalitat y ERC (Esquerra Republicana de Catalunya) haciendo malabares con sus propios objetivos, se hace evidente que hay muchos intereses en juego.

La tensión entre hablar lo que los «políticos» proponen y hablar lo que los padres encuentran en su día a día puede crear un dilema emocional. ¿Cómo pueden los padres confiar en un sistema educativo que parece dividir en lugar de unir? La política no solo está en el hemiciclo; está en el aula, en el patio de recreo, y, más importante aún, en casa.

Conclusiones inquietantes

Al final, todos queremos lo mejor para nuestros hijos, pero en Cataluña, esa búsqueda puede parecer más una excursión en balsa por aguas turbulentas que un camino recto y claro. Las dificultades que enfrentan padres, alumnos, y autoridades son un espejo de las tensiones más amplias en torno a la identidad cultural.

Así que la próxima vez que hable de esta compleja situación con amigos o familiares, recuerda que detrás de cada dato está una historia humana. De algún modo, todos estamos conectados por la fragilidad de nuestras lenguas y identidades. Es un recordatorio de que, aunque las palabras pueden dividir, también pueden unir de maneras sorprendentes. ¿No es eso lo que realmente importa?


A medida que la discusión continúa, es imperativo que las autoridades escuchen todas las voces, y que trabajen juntas para garantizar un sistema educativo inclusivo y equitativo. Sin embargo, solo el tiempo dirá si estas recomendaciones de la Unión Europea tendrán un impacto duradero en Cataluña. En un mundo donde la política y la educación se entrelazan cada vez más, no podemos permitir que el silencio ocupe el lugar del diálogo.

Con suerte, encontraremos un sentido de equilibrio, como un malabarista que mantiene la calma mientras gotas de agua caen del cielo. Al final del día, todos deseamos que nuestros estudiantes no solo aprendan un idioma, sino que también comprendan y respeten la rica diversidad que nos rodea. Después de todo, la educación debería ser una paleta de colores, no solo un tono monótono.