La política siempre ha sido un terreno complejo, lleno de giros inesperados, alianzas frágiles y, en ocasiones, un caos absoluto. Nunca me imaginé que un día vería a los diputados de las Corts Valencianes envueltos en un espectáculo que podría rivalizar con cualquier telenovela. La reciente votación sobre la dimisión del presidente de la Generalitat, Carlos Mazón, debido a la gestión de la DANA del 29 de octubre, no solo fue tumultuosa, sino que también dejó a muchos con la pregunta en la boca: ¿en qué se están convirtiendo nuestras instituciones?

¿Qué ocurrió durante la votación?

En un panorama donde el número de muertes alcanzó las 224 víctimas, y donde aún hay tres personas desaparecidas, la propuesta de dimisión de Mazón fue un grito ahogado entre cánticos de protesta y pancartas alzadas. La propuesta, presentada por el grupo Compromís, fue rechazada con un voto de 41 a favor y 52 en contra. Sin embargo, la situación se complicó aún más con la ausencia de cuatro diputados, lo que dejó un mar de incertidumbre.

Aquí es donde entra en juego la emocionante (y algo cómica) petición de que la votación se hiciera a mano alzada. ¿No sería emocionante ver a todos los representantes levantar la mano y dejar claro de qué lado están? Pero no, la mayoría del PP decidió que lo mejor era un voto secreto, algo que, como bien sabemos, suele generar más sospechas que certezas.

La política como comedia: el juego de las urnas

Al final, la votación se llevó a cabo mediante un sistema de urnas, dejando a todos con más preguntas que respuestas. La Mesa de las Corts, en ausencia de su presidenta, tomó la decisión que benefició al PP gracias al apoyo de Vox. A esta altura, muchos se preguntan: ¿realmente necesitamos pasar por todo esto para decidir sobre la gestión de una crisis? La falta de transparencia solo ha sembrado la desconfianza en un sistema que debería funcionar para el pueblo.

Recuerdo una anécdota de mis días en la universidad, cuando un grupo de estudiantes quiso cambiar la normativa sobre el uso de los espacios comunes. Después de muchas discusiones acaloradas, decidimos que debíamos votar a mano alzada. Fue un momento liberador… hasta que el decano decidió que sería mejor un voto secreto. ¿El resultado? Un profundo descontento y la lección de que, a veces, ocultar las decisiones no es lo más recomendable.

Las voces de la oposición

La oposición, liderada por Compromís, lanzó duras críticas. “No se atreven a dar la cara”, afirmó el diputado Joan Baldoví, quien propuso la dimisión de Mazón. Es comprensible que después de un evento tan trágico, los ciudadanos esperen respuestas y responsabilidad. La imagen de aquellos diputados alzando pancartas mientras eran blanco de burlas del partido popular se asemeja a un espectáculo circense más que a una sesión parlamentaria. ¿Es esto lo que hemos llegado a aceptar?

La decisión de mantener el carácter secreto de la votación no solo fue controvertida, sino que también dejó un sabor amargo en aquellos que aún lloran por la pérdida de sus seres queridos en la tragedia de la DANA. ¿Dónde queda la empatía de nuestros representantes?

La segunda parte del drama: la ausencia de la presidenta

Para añadir un poco más de sal a la herida, la presidenta de las Corts, Llanos Massó, no asistió a la sesión. En una situación tan crítica, su ausencia se siente como si el capitán de un barco estuviera ausente durante una tormenta. La falta de liderazgo y dirección acentúa el caos y reduce la credibilidad del órgano en cuestión. Es fácil criticar desde fuera, pero ser líder en tiempos de crisis es un arte que pocos dominan. ¿Cómo podemos esperar que nuestros problemas sean atendidos cuando quienes deberían liderar no están presentes en los momentos cruciales?

La situación actual: un ciclo vicioso

Mientras tanto, las víctimas de la DANA han organizado manifestaciones frente a las Corts, exigiendo la dimisión de Mazón y exigiendo respuestas en un entorno donde la burocracia parece haberse apoderado de toda empatía. Entre lágrimas, reclamos y pancartas, la gente está mostrando lo que significa realmente no ser escuchado. Es desgarrador pensar que, en medio de toda esta agitación, hay familias que todavía están lidiando con la pérdida de seres queridos.

La desesperación de estas personas es palpable. Se sienten atrapadas en un ciclo vicioso donde las promesas políticas parecen nada más que palabras vacías. Y, por supuesto, no podemos olvidar la burla republicana: “Baldo dimisión”, gritaron como si eso fuera realmente la solución. ¿Es así como se resuelven los problemas en nuestro sistema político? ¿Con burlas y risas mientras las familias siguen en duelo?

¿Cómo se resuelven realmente estos conflictos?

Lo que sigue es un ciclo de acusaciones, protestas y promesas rotas. La política parece haber sido secuestrada por los especuladores de la tragedia, y muchos ciudadanos se preguntan cuáles serán las consecuencias a largo plazo. Si los tiempos en nuestra sociedad moderna no han demostrado que los conflictos no se resuelven con faltas de respeto o rencores, entonces, ¿qué los está guiando realmente a nuestros líderes?

Podría ser enriquecedor abordar la cuestión entiendes más allá de un simple cambio de titulares. Al final, necesitamos que nuestros representantes no solo escuchen, sino que también actúen, que sean proactivos en casos de emergencia. ¿Es demasiado pedir?

Reflexiones finales: la necesidad de un cambio de rumbo

Después de asistir a este triste espectáculo en las Corts Valencianes, regresé a casa sintiéndome un poco perdido y un poco más cínico sobre el futuro de la política. La falta de acción clara y de responsabilidad se siente como un muro que se levanta entre los ciudadanos y sus representantes. Pero no podemos perder la esperanza, ¿verdad?

Quizás esta situación nos pueda enseñar algo sobre la importancia de la transparencia y la responsabilidad en la política. La falta de estas áreas solo daña más a un sistema que, aunque defectuoso, tiene el potencial de ser una voz sólida para la comunidad. La gente necesita saber que sus representantes están allí para proteger sus intereses y que no se apartarán de su deber en momentos críticos.

Las decisiones que tomamos hoy afectarán a nuestros hijos, y la historia siempre nos vigila con un ojo cerrado y una sonrisa de ironía. Si este episodio en las Corts Valencianes nos muestra algo, es que la política — estructuras, partidos y figuras visibles — debe ser siempre más que una confrontación. Debe ser un diálogo honesto, un esfuerzo colectivo por superar la adversidad. Así que, digámoslo juntos: ¿podemos hacerlo mejor?

Al final, después de todo este caos, tal vez lo que necesitamos es una profunda reforma en la forma en que hacemos política. Y no, esto no significa que debamos optar por el camino de la mano alzada en cada reunión, pero sí que debemos encontrar un camino que una a todos. ¿Estás listo para unirte a la conversación?