En un mundo en constante agitación, repleto de conflictos y una geopolítica volátil, la reciente dimisión de Jens Stoltenberg como secretario general de la OTAN deja un vacío significativo en una organización que ha sido un pilar de la seguridad en Europa y más allá durante más de siete décadas. La decisión de Stoltenberg de dejar su puesto, tras una década de servicio, no solo marca el fin de una era, sino que también invita a reflexionar sobre el estado actual de la alianza militar más poderosa del mundo y su relación con el creciente protagonismo de China.

Ahora bien, ¿por qué es relevante esta renuncia en este preciso momento? Porque el mundo está observando de cerca, y las respuestas que proporciona la OTAN sobre conflictos, intervenciones y geopolitica son más importantes que nunca. Además, con todo lo que está sucediendo, quizás sea un buen momento para recordar un par de anécdotas que ilustran el formato en el que nos encontramos hoy.

El legado de Stoltenberg: entre Afganistán y Ucrania

Jens Stoltenberg no es un extraño para las crisis internacionales. Durante su mandato, ha tenido que lidiar con innumerables desafíos, desde la desastrosa salida de las tropas de la OTAN de Afganistán hasta la creciente amenaza rusa en Ucrania. El reciente interés de Ucrania por unirse a la OTAN añade un nivel adicional de complejidad a su legado. Es un poco como intentar organizar una fiesta y que todos los invitados lleguen al mismo tiempo… sin embargo, añadiendo a un grupo inesperado de personas que, en lugar de traer galletas, traen tensiones geopolíticas.

La guerra en Afganistán fue un capítulo doloroso en que muchos se preguntan, después de tantos años y esfuerzos, ¿cuáles son las lecciones aprendidas? Stoltenberg mismo se ha cuestionado esta realidad y, a menudo, ha enfatizado la necesidad de adaptarse a un mundo que cambia rápidamente. En sus últimas apariciones, incluidas sus interacciones con el periodista noruego Yama Wolasmal, Stoltenberg parecía presagiar que la OTAN necesita evolucionar para hacer frente a amenazas que son tanto antiguas como nuevas.

La imagen de China: una amenaza en el horizonte

Cuando hablamos de China, algunos podríamos preguntarnos si realmente es una amenaza como se ha planteado. Basta con escuchar una discusión entre amigos sobre el futuro de las relaciones internacionales para que los puntos de vista se polaricen. ¿Es China un competidor que desafiará a potencias establecidas, o su crecimiento será simplemente una historia de desarrollo en un mundo interconectado?

Durante la entrevista, Wolasmal hizo una serie de preguntas incisivas a Stoltenberg. En una parte, le preguntó cuántos países ha intervenido militarmente China en los últimos 40 años. La respuesta, o la falta de ella, es notable: «En Vietnam», fue lo que se le ocurrió a Stoltenberg, como si eso bastara para poner de relieve la amenaza china. Pero el hecho es que, según Wolasmal, la respuesta correcta es cero. Es un momento revelador, como cuando te das cuenta de que tu amigo que presume de ser un gran cocinero solo sabe hacer macarrones instantáneos.

Efectivamente, EE.UU. ha tenido una actividad militar en al menos 13 países y cuenta con unas 750 bases en 80 naciones, muchas de las cuales se hallan a escasos kilómetros de las costas chinas. Esto plantea la pregunta: ¿por qué se concentra el foco en China?, ¿es simplemente la narrativa de una competencia eterna entre potencias? En un mundo donde los actores globales deberían estar colaborando contra problemas compartidos, como el cambio climático o las pandemias, es fascinante observar cómo seguimos atados a la narrativa de «bueno contra malo», tal como en las viejas películas de acción.

La militarización de China a través de los ojos de Stoltenberg

Jens Stoltenberg ha expresado su preocupación sobre cómo China se está militarizando a su favor. Ha mencionado su capacidad para desarrollar armas que, explícitamente, podrían incluso alcanzar la OTAN. Tal afirmación suena a un argumento que hemos escuchado antes en otras discusiones sobre la seguridad global, y ello es, en cierto modo, comprensible: Noruega, su país natal, tiene razones válidas para estar preocupada; son un país costero, y el «derecho del mar» es algo que valoran profundamente.

Sin embargo, ¿no es irónico que países con una presencia militar significativa en todo el mundo, como EE.UU., ahora vean con recelo el crecimiento militar de una nación con la que tienen un intercambio comercial inmenso? Suena un poco como aquellos amigos que apenas hacen ejercicio pero siguen criticando el régimen de entrenamiento de los demás.

En este sentido, las preocupaciones sobre la militarización china van más allá del mero hecho de tener bases militares. Se adentran en el terreno de los ciberataques, el robo de propiedad intelectual y la influencia en instituciones internacionales. Y aquí es donde el diálogo se vuelve fundamental. La falta de comunicación y la percepción del enemigo podrían derivar en una escalada de tensiones que, entre otras cosas, podría afectar el comercio y la economía. La pregunta es, ¿será posible encontrar puntos en común y evitar una nueva Guerra Fría?

La renuncia y el futuro de la OTAN

Al despedirse, Stoltenberg pasa la antorcha a Mark Rutte, el primer ministro neerlandés. Los cambios de liderazgo suelen traer consigo una nueva visión, pero en un contexto global donde la incertidumbre parece la norma, la nueva dirección que tome la OTAN bajo Rutte es vital. ¿Apostarán por un enfoque más diplomático en lugar de uno militar? ¿Estarán dispuestos a reevaluar sus intervenciones pasadas y presentes? Creo que la mayoría de nosotros en esta situación esperábamos más respuestas que preguntas cuando se trata de estos temas.

Además, muchos observadores ven un futuro incierto para la OTAN: una alianza que debe adaptarse a un mundo polarizado donde la interacción entre países es más crítica que nunca. Sin embargo, esto no será fácil. Cambiar las mentalidades rígidas y las estructuras establecidas en una organización con tantos miembros implica un esfuerzo considerable.

¿Podría esto resultar en una OTAN más inclusiva, donde otros actores, como los países en vías de desarrollo, sean parte de la conversación sobre la seguridad global? Quizás el futuro requiera un enfoque más colaborativo. Sería como si finalmente encontráramos la receta perfecta en una receta que parecía mágica; tal vez una mezcla de diplomacia, cultura y comunicación puede dar lugar a un nuevo panorama de cooperación internacional.

Reflexiones finales: el papel de la OTAN en el siglo XXI

El adiós de Jens Stoltenberg es una llamada de atención. La OTAN, como cualquier institución, necesita evolucionar o, en el mejor de los casos, morir. Y aunque tenemos muchas preguntas sobre el futuro inmediato, es seguro que debemos aprender de nuestros errores y trabajar hacia un escenario donde todos estén sentados a la misma mesa.

Quizás, solo quizás, una nueva era de cooperación y diálogo esté a la vista. Y, al final, como he dicho antes a un amigo al que le encantaba hacer planes de vida: la vida es mejor con un poco de flexibilidad. La OTAN puede ser la más fuerte de las organizaciones, pero robustez no es sinónimo de rigidez.

Así que mientras nos despedimos de Stoltenberg, también tenemos la oportunidad de darle la bienvenida al futuro de la seguridad internacional. ¿Estás listo para unirte a la conversación?