En un mundo donde el debate sobre la inmigración y la ciudadanía se ha convertido en un tema candente, Dinamarca ha decidido llevar las cosas a un nuevo nivel. Como si estuvieran en una especie de reality show político, ahora han comenzado a interrogar a quienes desean obtener la nacionalidad danesa sobre sus “valores democráticos”. Así es, de repente formar parte de la cocina de la vida danesa es un proceso que requiere un chequeo de antecedentes ideológicos, más allá del típico test de conocimientos. Vamos a desglosar esta controversia que ha encendido el debate en el Parlamento danés y ha dejado a muchos preguntándose: ¿realmente debería la ciudadanía ser algo que se “ganan”?

El contexto detrás de la medida

Recientemente, el Parlamento danés decidió escarbar un poco más profundo en el proceso de naturalización. Ahora, aquellos solicitantes que superan pruebas de conocimiento general y de lengua deben someterse a una especie de “entrevista de valores” con diputados de una comisión parlamentaria. Este enfoque ha causado revuelo por varias razones, todavía es un misterio qué criterios se utilizarán para juzgar qué valores son considerados «democráticos» o «antidemocráticos».

La primera ronda de interrogatorios

Tres personas fueron seleccionadas al azar de un conjunto de más de 2.900 solicitantes. Aparentemente, son ellos quienes tienen que cargar con el peso del futuro de la ciudadanía. Imagina tener que enfrentar a un grupo de parlamentarios que se sientan en sus escaños, como si estuvieran analizando cada una de tus opiniones y comentarios en redes sociales. ¿Te da un poco de miedo? A mí también.

Uno de los solicitantes incluso hizo un comentario poco afortunado en 2018, que se podría resumir como “el Parlamento debería hacer algo sobre tu homosexualidad”, dirigido a un diputado pro-ban del burka. En fin, este tipo de declaraciones automáticamente te convierten en un “sospechoso” en el verdadero telón de fondo de la política danesa. ¿Es correcto castigar a alguien por sus opiniones pasadas, especialmente cuando se está buscando asentar una nueva vida en un país?

La división en el Gobierno danés

Las entrevistas despertaron no solo la controversia a nivel público, sino también profundas divisiones en el propio Gobierno. Por un lado, algunos partidos ven estos interrogatorios como una oportunidad de asegurar que los futuros ciudadanos realmente entiendan y aprecien los valores democráticos daneses. Sin embargo, otros, incluyendo miembros del propio Gobierno, se manifiestan escépticos y aseguran que un interrogatorio no debería ser la manera de definir la ciudadanía.

Imagina estar sentado en la silla caliente, presentado por la inmensa burocracia estatal, y que tu futuro se decida en base a una “charla constructiva”. La ironía es que quienes llevaron a cabo estas entrevistas eran jugadores clave en el mismo sistema que se llena de burocracia a medida que se extienden las leyes. Se ha mencionado que algunos consideran este proceso como “vergonzoso”, y no se puede evitar preguntarse: ¿dónde queda aquí el principio de igualdad ante la ley?

Los temores de un endurecimiento en el proceso de ciudadanía

Desde que se introdujeron reformas a la ley de ciudadanía en 2021, los estándares para obtener la nacionalidad danesa han pasado de ser exigentes a casi imposibles. Un informe del Instituto Danés por los Derechos Humanos revela que solamente el 65% de los jóvenes nacidos en el país obtienen la nacionalidad. El cambio fue tan drástico que ahora el tiempo promedio para alcanzar la ciudadanía se sitúa entre 16 y 19 años. Volvemos a preguntarnos: ¿debería una nación hacer que la obtención de la ciudadanía sea un proceso tan complicado?

A medida que se endurecen los requisitos, también se ha observado un descenso notable en la cantidad de nacionalidades otorgadas. ¡400 solicitudes anuales en los últimos años, mucho menos que hace cuatro décadas! Lo que parece ser una ola de nacionalismo también trae consigo un telón de fondo de temor e incertidumbre en un país que ha sido conocido por su enfoque inclusivo y tolerante.

La legalidad del proceso

Desde la creación de la nueva normativa, diversos sectores del Gobierno han comenzado a cuestionar la legalidad de estos interrogatorios sobre los valores democráticos. Según informes confidenciales, hay preocupación de que estas prácticas puedan estar en conflicto con el Convenio Europeo de Derechos Humanos y la propia constitución danesa. Lo que parece ser un intento de proteger la identidad danesa se está convirtiendo en un verdadero enigma legal. ¿Cómo se asegura un país de que sus valores democráticos se mantengan, sin sacrificar los derechos de sus ciudadanos?

La opinión pública y la percepción internacional

La controversia ha llegado a oídos de medios internacionales y ha planteado preguntas sobre cómo este enfoque afectará la percepción global de Dinamarca. Personalmente, no puedo evitar imaginar cómo sería si otros países adoptaran esta estrategia. ¿Imagina a Canadá interpelando a sus candidatos de ciudadanía sobre el ultraconservadurismo? Sería una comedia de enredos, lo admito, al estilo de una novela de Eugenio D´Ors.

Dinamarca siempre ha sido vista como un ícono de valores democráticos y derechos humanos. Sin embargo, el último desarrollo ha planteado una imagen algo distante, marcada por el miedo a lo “diferente”. Ahora, las organizaciones que luchan por los derechos de los inmigrantes esperan que la audiencia pública mantenga el enfoque en este asunto. Quizás, al final, la verdadera pregunta es: ¿cómo definimos la «danesidad»?

Reflexiones finales: el dilema de la identidad

En un clima político en el que la inmigración y la ciudadanía son temas cada vez más divisivos, Dinamarca ha lanzado una pelota de fuego a la cancha. A medida que otros países están implementando sus propias políticas de integración y naturalización, se abre un debate muy interesante sobre el papel que deberían desempeñar las opiniones individuales en estos procesos. ¿Deberíamos categorizar a los futuros ciudadanos según sus creencias o los valores que tienen?

La realidad es que intercambiar opiniones es un componente vital de cualquier sociedad democráticamente saludable. Con toda honestidad, la pregunta que todos deberíamos hacernos es: ¿estamos dispuestos a abrir el diálogo o vamos a encerrarnos detrás de muros de desprecio?

La reciente medida del Parlamento danés podría convertirse en un ejemplo paradigmático a seguir o en un ejemplo a evitar. Solo el tiempo dirá si este enfoque alterará permanentemente el paisaje cultural y político de Dinamarca, o si, por el contrario, será simplemente un episodio pasajero en la larga lucha por una ciudadanía más justa y abierta. Al final del día, todos somos un poco daneses, un poco españoles, o un poco de cualquier lugar que habitamos. ¿No es eso lo que nos hace seres humanos?