La reciente crisis diplomática entre España y México ha puesto sobre la mesa un debate que muchos creían que pertenecía al ámbito de lo olvidado: la necesidad de una revisión histórica que aborde las tensiones generadas por el pasado colonial español. Todo esto comenzó cuando Claudia Sheinbaum, la nueva presidenta de México, decidió dar un giro radical y no invitar a Felipe VI, el rey de España, a su toma de posesión. La razón detrás de esta exclusión es, para muchos, reveladora: nunca obtuvo respuesta a una carta de su predecesor, Andrés Manuel López Obrador, donde se demandaba a España reconocer su responsabilidad por los abusos de la colonización.
¿Qué está pasando entre España y México?
Para entender la magnitud de esta crisis, es imprescindible poner en contexto las palabras de López Obrador en 2019. En esa carta, el presidente mexicano pedía una disculpa pública por las violaciones de derechos durante el proceso de colonización. Hasta ahora, España ha mantenido un extraño silencio al respecto, como cuando intentas ignorar a alguien en una reunión social… y todos se dan cuenta.
La respuesta del gobierno español ha sido tratar de eludir esta situación, lo que solo ha provocado críticas dentro de su propio barco político. Grupos como Podemos, Bildu, y ERC han exigido hacer algo al respecto, alegando que ya otros países se han atrevido a pedir perdón por crímenes históricos. ¿Por qué España debería ser la excepción? Es como si uno de tus amigos hiciera algo terrible y, en lugar de disculparse, se fuera a otro país a disfrutar sus vacaciones.
El peso de los recuerdos
Hablemos claro, el pasado colonial es un tema espinoso. Para muchos en México, y en otras partes del mundo, representa dolor y sufrimiento. Imaginen la situación: un grupo de personas entra a tu casa, se lleva tus pertenencias, y después hacen una fiesta en tu sala sin pedir perdón. Ahora, transformemos este escenario en una metáfora sobre la época de la colonización. Duele, ¿verdad?
De hecho, hay ejemplos de otras naciones que sí han tomado responsabilidad por sus acciones. El rey de Bélgica, por ejemplo, se expresó sobre las atrocidades en el Congo, y el papa Francisco ha pedido perdón por los abusos cometidos en México. ¿Por qué España se mantiene al margen? Podría decirse que en el terreno diplomático, responder a este tipo de reclamos es como hacer un balance en tu propia vida. Si no enfrentas tus errores, seguirás arrastrándolos.
La respuesta del Gobierno español
En su última aparición, el ministro de Exteriores español, José Manuel Albares, intentó desviar el tema, sosteniendo que su misión es defender las instituciones. Esto provoca una sensación de déjà vu, como si en alguna película de comedia donde el protagonista intenta evitar a toda costa la confrontación. En lugar de reconocer el dolor ajeno, simplemente elige seguir adelante.
Por su parte, Felipe VI ha realizado declaraciones sobre la relación con América Latina, sugiriendo que es un vínculo «tan hondo» que permite discutir diferencias. Pero, sinceramente, eso suena más como un intento de apaciguar las aguas que un verdadero esfuerzo por reconectar. ¿No sería más efectivo cerrar el círculo y reconocer el pasado? Después de todo, ser honesto no convierte en un país “peor”, simplemente lo hace más real y humano.
La voz de la oposición
Los discursos en el Congreso han resaltado la importancia de reconocer el pasado colonial. Por ejemplo, el portavoz de Podemos, Javier Sánchez Serna, hizo un viaje a México para estar presente en la proclamación de Sheinbaum, un gesto que habla más que mil palabras. Recordó cómo otros países han ofrecido disculpas por genocidios, lo que plantea una cuestión central: ¿es España realmente tan diferente? ¿O simplemente está atrapada en un ciclo de orgullo que le impide pedir perdón?
Además, el representante de Bildu, Jon Iñarritu, sostiene que las disculpas deberían venir del Gobierno en su conjunto, no del rey. Pero aquí surge otra pregunta: ¿no sería más poderoso si lo hiciera desde el estrado real? La imagen de un monarca pidiendo perdón podría hacer más por las relaciones entre naciones que cálidas palabras en una carta.
La necesidad de soluciones creativas
Sumar, otro de los grupos políticos participantes en la discusión, reclamó «soluciones creativas» para abordar el tema de las disculpas. ¿Qué tal una “comisión conjunta de historiadores”? O incluso algo más histórico, como una exposición que eduque a ambos pueblos sobre el pasado. No se trata de redimir a los antepasados, sino de entender el presente. Como se dice, «si no aprendemos de nuestra historia, estamos condenados a repetirla”.
Es llamativo cómo, a menudo, el orgullo puede ser un obstáculo más que una fortaleza. ¿De verdad queremos ser el país que se aferra a la idea de la “hispanidad” mientras ignora las sombras de su pasado? Sería como vivir en una casa antigua llena de polvo y pretendiendo que todo está perfecto.
Reflexionando sobre el 12 de octubre
No podemos dejar de mencionar la controversia en torno al 12 de octubre, un día que muchos consideran una celebración de la conquista y el genocidio indígena. La diputada de Junts criticó esta conmemoración, sugiriendo que debería ser un día de reflexión y aprendizaje. De nuevo, esta perspectiva pone en marcha la discusión acerca de cómo España está dispuesta a abordar su legado colonial.
Este tipo de discusión no sería radical hace 50 años, pero ahora es hora de abrir este debate. ¿Por qué no invitamos a la empatía a la conversación? Después de todo, no se trata solo de historia, sino de la relación presente entre dos naciones que comparten historias entrelazadas.
Conclusión: ¿un futuro sin perdón?
En definitiva, la crisis diplomática entre España y México ha puesto de relieve que el pasado, por más que tratemos de ocultarlo, siempre encuentra la forma de salir a la luz. En un mundo que enfrenta tantas divisiones, un simple acto de honestidad podría ser el primer paso hacia la sanación de viejas heridas. Un perdón no solo podría reparar relaciones, sino que podría abrir puertas a un futuro en el que ambos países aprendan a caminar juntos, en lugar de tropezar sobre las sombras de su historia.
Al final del día, ¿no sería más reconfortante vivir en un mundo donde la empatía y la verdad prevalezcan? Como dice el viejo adagio: «del río revuelto, ganancia de pescadores». Así que, ¿qué tal si comenzamos a pescar en aguas más tranquilas?