La reciente crisis de gestión en la Generalitat Valenciana ha dejado a muchos con los pelos de punta. La destitución de la consellera de Justicia e Interior, Salomé Pradas, tras su gestión de la catastrófica DANA del 29 de octubre que resultó en la muerte de más de 200 personas, ha desencadenado un mar de preguntas. Y sí, lo admito, como cualquier amante de la política y las catástrofes (a nivel informativo, claro), me siento curioso por los entresijos de esta situación. ¿Qué ha llevado a esta oleada de cambios en el gobierno? ¡Vamos a desmenuzarlo!
Un Gobierno bajo presión
En su intervención en Les Corts Valencianes (ese lugar donde las palabras vuelan y las verdades son a menudo sacrificadas), el presidente Carlos Mazón no se cortó al admitir que, sí, había habido errores. Pero, para sorpresa de nadie, esos errores resultaron en la cabeza de Pradas y la consellera de Innovación, Industria, Comercio y Turismo, Nuria Montes. La pregunta del millón: ¿es justo cargar con toda la responsabilidad a figuras que apenas llevaban meses en el cargo? Puede que sí, puede que no, pero lo que está claro es que en el juego político, a menudo los sacrificios son necesarios para apaciguar a las masas.
Aparentemente, el Gobierno de España se ha mantenido al margen, como un espectador que ve una película de terror mientras se sirve un bol de palomitas. La Confederación Hidrográfica del Júcar (CHJ), encargada de la gestión del agua y de prevenir estas tragedias, ha sido señalada por no haber cumplido con su protocolo de alerta en situaciones críticas. ¿Por qué nadie le levantó el «teléfono rojo»? Como diría un amigo mío, «cosas que pasan, amigo».
La tachadura en la cara de los responsables
Imagina ser Pradas en el momento de recibir la noticia de su cese. Allí estaba, posiblemente preparando su discurso sobre la importancia de la justicia, cuando el tapón se destapó y comenzó a llenarse de responsabilidades que, a todas luces, no son fáciles de asumir. Recordemos que ella había asumido su cargo recientemente, viniendo de la consellería de Medio Ambiente, donde, seamos sinceros, las cosas no suelen inundarse con la misma facilidad. Uno podría pensar que eso es un regalo: menos presión, menos riesgo. Pero en política es como estar en un juego de sillas. En cualquier momento, la música para y la silla que antes parecía segura se convierte en un lago de lágrimas.
Las promesas de cambio ante la emergencia climática
El Gobierno valenciano ha buscado justificación en la falta de información del CHJ, pero el daño ya está hecho. Si la administración es igual que tratar de hacer un soufflé a la primera, la DANA ha sido el desastre culinario que nadie quería ver.
La nueva Conselleria de Emergencias y Justicia se ha puesto en marcha a una velocidad alarmante. El nuevo Secretario Autonómico de Emergencias, Juan Carlos Valderrama Zurián, asume la responsabilidad con la esperanza de que su empaque médico y su experiencia en la administración le otorguen la habilidad necesaria para reorganizar el protocolo de emergencias. ¿Un médico al mando? Suena a un plan, aunque yo nunca he estado del todo seguro de que un cirujano sería cualificado para resolver un problema administrativo. ¡Imagina a un cirujano tratando de arreglar un ordenador!
Dando paso a los nuevos
La experiencia de Valderrama en la gestión de crisis pasadas será vital, pero ¿es suficiente? La respuesta honesta sería, “es un comienzo”. Los números siguen siendo insistentes; parece que el cambio climático está lanzando llamadas de emergencia que ningún político quiere escuchar. La confluencia de políticas y clima son una alarma que hemos ignorado durante demasiado tiempo.
Por otro lado, la llegada de la nueva portavoz, Susana Camarero, resulta igualmente intrigante. Un cambio en la política es un paso, pero un cambio en la gestión de la crisis requiere mucho más que palabras bien puestas. A veces pienso que estar en una sala de prensa es como estar en una dimensión alternativa donde la realidad se entrelaza con discursos pulidos y promesas vacías.
Mirando hacia el futuro: mucho por hacer
¿Seremos testigos de una transformación real? En un mundo donde las decisiones que se toman no sólo afectan a un puñado de personas, sino a comunidades enteras, es crucial que los nuevos líderes aprendan de los errores de sus predecesores. La nueva estructura organiza la toma de decisiones, pero aún queda mucho por hacer. Desde revisar protocolos hasta desarrollar planes que reconozcan el impacto del cambio climático, cada paso será vital. ¿Podrán poner en marcha los cambios necesarios para evitar que una crisis como la DANA vuelva a ocurrir?
No se trata de un trabajo fácil, y estoy seguro de que Valderrama y su equipo enfrentan y enfrentarán muchos desafíos en el camino. Las comunidades están cansadas de las promesas y quieren acciones significativas. La empatía debe ser la brújula que guíe este nuevo camino, porque, al final del día, cada decisión tiene un impacto directo en las vidas de las personas.
La voz de los afectados: una lección que aprender
En medio de esta tormenta de cambios, no podemos olvidar a los que realmente han sufrido. Las familias de las víctimas de la DANA tienen el derecho de ser escuchadas. Por un momento, pongámonos en sus zapatos; imagina la angustia de no saber si tus seres queridos están bien, transitando entre la esperanza y la desesperación mientras los funcionarios se enfrentan al juego político. Es una TV de realidad que no quisiéramos ver, y es fundamental que se escuchen sus voces a medida que se avanza en este proceso de reconstrucción.
Las disculpas de Nuria Montes por sus declaraciones despectivas a las familias de las víctimas fueron un paso en la dirección correcta, pero la acción debe hablar más que las palabras. En esta nueva fase, el nuevo gobierno necesita demostrar que comprende la gravedad de la situación y que está dispuesto a hacer que las injusticias del pasado no se repitan.
Conclusiones
El reciente cese de Salomé Pradas y la reestructuración del gobierno de Carlos Mazón es un claro recordatorio de que en política, las decisiones pueden ser tan impredecibles como las inclemencias climáticas. Los cambios en la gestión son necesarios, pero no garantizan resultados. Los ciudadanos valencianos merecen un gobierno que esté a la altura de las circunstancias, que responda con acción y no sólo con palabras. Los desafíos que enfrentarán estos nuevos líderes son grandes, pero también lo son las oportunidades para hacer el bien.
Así que, ¿será este un nuevo comienzo para la Generalitat Valenciana, o simplemente otro episodio en la serie continua de crisis políticas? El tiempo lo dirá, pero como siempre he dicho: el verdadero cambio comienza con una toma de decisiones responsable. Recemos para que este sea el año en que las promesas de cambio se materialicen en acciones que realmente beneficien a aquellos a quienes se supone que deben servir.