En un mundo en el que el derecho a la vivienda se ha vuelto tan apremiante como el agua y el aire, lo que sucede en el Congreso de los Diputados puede parecer un melodrama de altas esferas. ¿No es irónico pensar que, en el siglo XXI, estemos discutiendo la propiedad de la vivienda como si estuviéramos en un capítulo de Game of Thrones? Con cada partido jugando sus cartas y tratando de arrojar a los demás al fuego, parece que el tema de la vivienda permanece atrapado entre la especulación y el interés político. Pero, ¿realmente es este el final del camino para el alquiler social en España?

Contexto: La propuesta que nunca fue

El pasado martes, el Congreso dio un no rotundo a una propuesta de ley que obligaba a la Sareb, también conocida como el «banco malo», a ceder el 80% de sus inmuebles para fines de alquiler social. Un concepto que, teóricamente, debería ser una respuesta directa a la crisis de vivienda que aqueja a muchísimos españoles. La iniciativa, impulsada por ERC (Esquerra Republicana), se encontró con la oposición frontal de los dos gigantes del recinto, el PSOE y el PP. Me pregunto: ¿no deberíamos estar uniendo fuerzas en lugar de crear más divisiones?

La proposición no solo buscaba que la Sareb entregara sus 30.000 viviendas al sector público, sino que también planteaba que los ayuntamientos pudieran invertir el superávit fiscal en vivienda. Mientras escuchaba los debates, no pude evitar recordar mis días como universitario, tratando de encontrar un piso asequible en una ciudad abarrotada. Aquellos días, en los que un «piso de estudiantes» o el adjetivo «económico» se veía más como un chiste cruel que una oferta real, resonaron en mis recuerdos. Y lo que más me dolía era ver cómo estaba en juego el futuro de la vivienda no solo para mí, sino para toda una generación.

¿Perder la oportunidad de reparar un daño?

Los grupos de la izquierda, incluidos Podemos, Junts y En Comú Podem, se unieron para señalar que esta era una oportunidad dorada para garantizar el retorno social del rescate bancario que había dejado a muchas familias en la calle. La diputada Mar Besses comentó: “La ciudadanía necesita un techo donde vivir y el Estado tiene pisos cerrados que se están cayendo a pedazos”. ¿Acaso no es hora de que esos pisos comiencen a servir para el propósito para el que fueron creados?

Aina Vidal, de Sumar, planteó que Sareb es más un símbolo de la especulación que de una solución habitacional. Y es que, después de todo, si el “banco malo” no está facilitando viviendas, ¿realmente cumple su función? Por todos los cielos, necesitamos recordar que las viviendas no deberían ser consideradas simplemente un producto de inversión. Pero, ¿quiénes son los responsables de todo esto? La sombra del rescate de 2008 parece indicar que ciertos partidos encontraron una forma de proteger sus intereses en lugar de los de la ciudadanía.

La defensa del PSOE: ¿realismo o escepticismo?

A pesar de que el PSOE está en el poder, sus objeciones a la propuesta fueron contundentes. El portavoz socialistas, Gonzalo Redondo, argumentó que la propuesta era “desactualizada”, recalcando que el Gobierno ya tenía un plan para abordar el problema. Francamente, me deja pensando: ¿cómo puede una respuesta actual ser «desactualizada»? Es como decir que seguir usando redes sociales para comunicarse es obsoleto—¡por favor!

El PSOE manifestó temores sobre el impacto fiscal de ceder estas propiedades y pareció más preocupado por las consecuencias económicas que por la crisis habitacional. ¿Es que las cuentas y estadísticas importan más que los ciudadanos que luchan por un lugar donde vivir? La sensación de que el Estado está cargando con un peso emocional mayor que el financiero se hacía palpable en el aire. Sin embargo, el mensaje de «no podemos arriesgarnos» podría sonar a excusa para permanecer en la zona de confort, ¿no creen?

El papel del PP y Vox: ¿sostenibilidad o política anti-social?

Por otra parte, el PP se lanzó a la arena, defendiendo la creación de la Sareb en su día como una forma de rescatar a los ahorradores de un desastre financiero. El diputado Santi Rodríguez enfatizó que desprenderse de los activos de Sareb resultaría perjudicial. Ciertamente, hacer suposiciones sobre lo que habría podido pasar sin la Sareb es complicado, porque tal vez, solo tal vez, estemos en una encrucijada. Pero me pregunto: ¿realmente es sostenible criticar una propuesta que busca ayudar a quienes más lo necesitan si eso implica ver una pequeña merma en el beneficio financiero a corto plazo?

Vox, en un giro dramático, se opuso vehementemente, afirmando que la propuesta estaba destinada a poner más recursos en manos de los políticos responsables de la crisis. Juzgar por las intenciones detrás de las iniciativas legislativas es un deporte de alto riesgo. A veces parece que todos están más preocupados por quién tiene la razón que por cómo se puede solucionar un problema real que afecta a miles.

Una reflexión sobre la situación habitacional en España

El futuro de la vivienda en España se ve, a muchos ojos, como una bomba de tiempo. La crisis provocada por el rescate bancario de 2008 dejó múltiples secuelas para la población, que aún no se ha recuperado completamente. Desde entonces, estamos en un ciclo de altos precios de alquiler, desahucios y un parque de viviendas que parece no ser suficiente. Pero lo que falta en esta narrativa es una historia de empoderamiento. Porque al final, esto no se trata solo de cifras o propuestas, se trata de vidas. Vive en una habitación compartida o en un apartamento de una habitación, la diferencia se siente en todos los rincones de nuestros corazones.

Las palabras de Martina Velarde, diputada de Podemos, resonaron con fuerza al hablar del daño que la crisis financiera causó en la sociedad. ¿Qué va a hacer el Gobierno? ¿Seguirá aplazando el problema hasta que sea insostenible? O, en el mejor de los casos, podrían esta vez apostar en la dirección correcta, mirar hacia el futuro y dar un giro contundente a estas normativas.

Un llamado a la acción: ¿qué podemos hacer?

Así que, tras un análisis de todo lo que ha sucedido en el Congreso, me queda un sabor amargo en la boca. Aquí estamos, con cada partido luchando por proteger su parcela de poder, mientras que en la calle, la gente necesita urgentemente soluciones reales. Existe una falta de comunicación entre lo legislativo y la vida cotidiana. La pregunta es: ¿qué podemos hacer para cambiar esta realidad?

  1. Informarse y mantenerse al día. No podemos dejar que otros tomen decisiones por nosotros. Como ciudadanos, debemos estar al tanto de lo que acontece en el ámbito político y exigir transparencia.

  2. Votar. Cada elección es una oportunidad para influir en el futuro. Votar por representantes que prioricen la vivienda y el bienestar ciudadano sobre el beneficio financiero inmediato es crucial.

  3. Activismo comunitario. Únete a grupos y organismos que luchan por derechos de vivienda. Sin el poder colectivo, las voces individuales son fácilmente ignoradas.

  4. Apoyar iniciativas. Si conoces alguna propuesta que fomente el acceso a la vivienda y que esté en línea con las necesidades actuales, ¡hazte eco de ella!

Como en cualquier buena historia, necesitamos un final satisfactorio. En una sociedad donde cada vez más personas se ven forzadas a buscar alternativas para encontrar un hogar, es tiempo de que la política no sea solo un parloteo vacío, sino un motor real de cambio. ¿Conseguirá España encontrar un camino hacia una vivienda digna para todos, o seguiremos viendo cómo estos temas se drenan como si fueran disertaciones sin sentido? Solo el tiempo lo dirá, pero la esperanza, esa pequeña chispa, debe mantenerse viva.