El principio del nuevo año académico debería ser una época de entusiasmo, un rito de paso hacia nuevas oportunidades de aprendizaje, amistades y crecimiento personal. Sin embargo, la Universidad de La Laguna (ULL) ha visto empañada esta transición con una noticia desgarradora: un profesor de Filología Inglesa, Pedro José Domínguez, ha sido condenado a 21 meses y siete días de prisión por abusos sexuales a siete alumnas. Pero, ¿qué significa esto realmente para la comunidad educativa y, más importante aún, para aquellos que se enfrentan al acoso?
Un momento impactante y doloroso
Cuando leí sobre este caso, no pude evitar recordar mis propios días en la universidad. Recuerdo la emoción del primer día de clases, las miradas de expectativa entre compañeros y la sensación de que el mundo estaba a nuestras pies. Ahora, al reflexionar sobre lo que ha sucedido, uno no puede más que preguntarse: ¿Qué tipo de confianza se está destruyendo en las aulas? ¿Cuántos estudiantes pueden sentirse inseguros o intimidados por la figura que se supone debe inspirarlos y guiarlos?
Una mirada a los hechos
Según informaciones recientes, Pedro José Domínguez admitió, durante el proceso judicial, haber realizado tocamientos sin el consentimiento de las alumnas y haber proferido comentarios sexuales inapropiados. Estos actitudes se presentaron durante un periodo de tres años, justo cuando la vida académica de sus víctimas estaba en pleno auge.
El rector de la ULL, Francisco García, anunció que el caso no solo ha llevado a la imposición de una pena, sino también a una re-evaluación del expediente disciplinario del profesor. Antes de continuar, quiero que hagamos una pausa y pensemos: ¿Es suficiente esta re-evaluación? ¿Estamos haciendo lo suficiente para proteger a las víctimas y evitar que se repitan situaciones similares en el futuro?
El ámbito académico y la lucha contra el acoso
El acoso sexual en el entorno académico es un tema que no se aborda con la frecuencia que debería. Este es un espacio que otorga poder a «figuras autoritarias», y en muchos casos, las víctimas sienten que no tienen voz. La universidad es un lugar para aprender, pero también para desarrollarse como individuo, y este tipo de abusos no solo fracturan la confianza en el educador, sino que destruyen la posibilidad de un entorno seguro para el aprendizaje.
La universidad como refugio… ¿o como campo de batalla?
Para muchos, la universidad representa un refugio. Pero cuando un estudiante es acosado por alguien que debería ser un modelo a seguir, este refugio se convierte en un campo de batalla. La ULL decidió abrir el expediente disciplinario, lo cual es un paso positivo, pero no podemos olvidar que la pena impuesta a Domínguez es simplemente un recordatorio de que el sistema todavía tiene pendientes importantes. ¿Qué más se puede hacer para asegurar la seguridad de los alumnos?
Historias de supervivencia
He escuchado varias historias de estudiantes que han tenido que lidiar con situaciones incómodas e incluso aterradoras en las aulas. Una amiga me contó que, durante una clase, su profesor hizo un comentario despectivo sobre su apariencia y cómo «podría mejorar» en ciertas áreas. Aunque no fue un caso de acoso sexual directo, ella se sintió humillada y vulnerable.
La historia de Domínguez es solo un ejemplo extremo, pero representa lo que muchos estudiantes pueden enfrentar a menor escala. Es más que hacer comentarios inapropiados; es una violación directa a la confianza y a la dignidad humana. Esta es una de esas ocasiones donde uno se pregunta: ¿Cuántas historias más están ahí afuera, ocultas bajo el peso del silencio?
Las consecuencias de los abusos
La sentencia de Domínguez no solamente lo condena a una pena de prisión suspendida, sino que también lo obliga a indemnizar a cada una de las víctimas con 3.500 euros. Cuando uno se encuentra en una crisis financiera y emocional, ¿realmente puede esta indemnización reparar el daño hecho? Como sociedad, debemos asegurarnos de que las víctimas tengan un lugar seguro donde sanar y que se les brinden las herramientas necesarias para superar estas experiencias.
Una llamada a la acción
Al ver cómo un sistema educativo puede fallar en su deber de proteger a los estudiantes, es evidente que la ULL debe hacer más que tan solo cumplir con protocolos. Necesitamos una revisión exhaustiva de cómo se manejan estos casos, así como establecer normas claras y efectivas para la prevención y respuesta al acoso sexual.
Es imperativo que cada universidad, no solo en España, sino en todo el mundo, desarrolle programas de educación y concienciación sobre el acoso sexual. Desde charlas sobre consentimiento hasta talleres de comunicación, debemos empoderar a los estudiantes para que puedan hablar y ser escuchados. Y, quizás lo más importante, debemos desafiar la cultura del silencio que a menudo rodea estos temas.
¿Cuál es la solución?
Aunque es fácil caer en la desesperanza al leer sobre casos como el de Domínguez, ahí es donde entra nuestra capacidad de respuesta. La respuesta se encuentra en la educación y la sensibilización, pero también en crear espacios donde las víctimas puedan compartir su dolor y fortaleza.
Una cultura de responsabilidad
La creación de una cultura de responsabilidad no solo debe ser una iniciativa de la administración de la universidad, sino que debe ser adoptada por todos: estudiantes, profesores y personal administrativo. Hacer de la educación sobre el acoso sexual una prioridad es esencial. Esto significa que todos deben estar dispuestos a escuchar, apoyarse mutuamente y a tomarse el deber de تعليم ar a los demás.
Reflexiones finales
El caso de Pedro José Domínguez es una triste realidad que muestra las sombras que a veces pueden prevalecer en el ámbito educativo. Pero como dice el refrán: «la educación es el arma más poderosa que puedes usar para cambiar el mundo». Es momento de que cada uno de nosotros tomemos esa arma y hagamos que las aulas sean centros de respeto, inclusión y aprendizaje.
No se puede subestimar el impacto que un solo profesor puede tener en la vida de un estudiante. La decisión de poner mano dura contra situaciones de acoso no solo protegerá a las víctimas, sino que también le devolverá la dignidad a la comunidad educativa. ¿Estamos listos para hacer un cambio real o continuaremos cerrando los ojos ante la verdad inconveniente? Solo el tiempo lo dirá.
Mientras tanto, sigamos luchando.