La exposición Plegarias de resistencia del artista colombiano Carlos Motta en el Museu d’Art Contemporani de Barcelona (MACBA) no solo es un hito artístico, sino una declaración de guerra contra el olvido de las historias de las minorías, en un momento donde el mundo parece retroceder en derechos fundamentales. Como alguien que ha estado inmerso en la cultura LGBTQI+ y que ha sentido en carne propia las luchas de la comunidad, tengo que decir que el trabajo de Motta es vital. Pero, ¿realmente estamos escuchando? O quizás, nos hemos convertido en una sociedad que prefiere mirar hacia otro lado.
El trasfondo de Plegarias de resistencia
Motta, un artista multidisciplinario, ha estado creando espacios para el diálogo sobre la opresión de las minorías desde sus inicios en Colombia. A través de su arte, ha traído a la luz las historias que generalmente se encuentran en las sombras, especialmente aquellas que exploran la identidad queer y las experiencias de las personas migrantes. En su nueva exposición, se centra en los impactos del colonialismo y la religión sobre las vidas de las personas disidentes en América Latina. Cuando la directora del MACBA, Elvira Dyangani Ose, habla del deseo de «reformular el concepto de la institución», parece que Motta no solo responde a esa invitación, sino que la radicaliza. ¿Cómo puede un museo, tradicionalmente considerado un bastión de lo estático, volverse un refugio de resistencia? Esta es una pregunta que nos invita a reflexionar, sobre todo en tiempos donde el arte se encuentra en una encrucijada.
En un contexto global donde el neofascismo se asoma, Motta se convierte en un crítico mordaz. Dice que la exhibición es “necesaria en estos tiempos” donde se está regresando a viejas taxonomías que intentan encerrar nuestras identidades en «cajitas». Su enfoque es más relevante que nunca, especialmente hoy en día donde se están desmantelando los derechos y la dignidad de las personas. Puede que todo suene un poco sombrío, pero ser parte de esta lucha también puede ser un acto de amor y comunidad.
La ansiedad en la era del retroceso
Adentrarse en la mente y el arte de Carlos Motta es asomarse a una realidad vibrante, pero a la vez angustiante. Las palabras de Motta, que mencionan cómo “venimos de unas décadas de gran progreso” pero que “ahora todos esos avances se desvanecen de repente”, resuenan como si hablaran de nuestra propia historia personal en el mundo queer. ¿Quién no ha sentido esa ansiedad por los derechos ganados, los logros alcanzados y la inminente posibilidad de perderlo todo?
Desde nuestra perspectiva, quizás un poco más optimista, anhelamos que el arte de Motta no sea solo una serie de lamentos, sino una llamada a la acción. La eliminación de los departamentos de Diversidad e Inclusión en los museos públicos estadounidenses es un hecho que no podemos ignorar. Pero aquí se presenta una paradoja: cuando los canales formales de expresión se cierran, es precisamente el arte el que suele abrir nuevas avenidas para el diálogo y la conciencia.
Anécdota personal
Recuerdo la primera vez que visité una exposición sobre derechos humanos y fue como si me hubiera abierto un portal a otros mundos. Me topé con obras que, aunque dolorosas, narraban historias que me fueron cercanas; la representación de las luchas por la igualdad, de las historias borradas y de las voces que merecen ser escuchadas. Este tipo de experiencias pueden ser transformadoras y liberadoras, dejando una huella en quienes las presencian. Así que, incluso en tiempos de desasosiego, el arte puede ser luz en medio de la oscuridad.
El papel del arte en las voces silenciadas
La exposición de Motta está dividida en cuatro capítulos, cada uno de los cuales aborda temas esenciales sobre las luchas queer y los efectos del colonialismo. El primer capítulo, Queerizar/cuirizar los relatos coloniales, es un llamado a la reflexión. Nos obliga a repensar cómo la colonización ha hecho que aquellas narrativas homoeróticas sean sistemáticamente eliminadas. Eso nos lleva a preguntarnos: ¿Qué historias han sido borradas de nuestra propia narrativa cultural?
El segundo capítulo, Cuerpos desviados, reafirma la importancia del cuerpo como un espacio de resistencia y poder. Aquí, podemos conectar con el impacto de los cuerpos marginados, especialmente en una era de pandemias que ha exacerbado las diferencias sociales. A veces, uno siente que ser parte de la comunidad LGBTQI+ es como estar atrapado en un videojuego donde cada vez que avanzas, se presentan nuevos niveles de dificultad. Pero saber que tenemos a alguien como Motta que articula estas luchas a través de su arte hace que ese camino parezca un poco menos solitario.
Los actos de fe y el amor como resistencia
El tercer capítulo, Actos de fe. El amor como resistencia, es una exploración del impacto de la religión en los cuerpos queer. Aquí se pone de manifiesto que el amor, a menudo visto como un acto simple, puede ser una forma de resistencia en sí misma. Pregúntate por un momento: ¿Cómo se vería el mundo si todos tuviéramos el mismo coraje para amar sin miedo a las consecuencias?
La última parte de la exposición, Mundos transliminares, ofrece una mirada a las primeras obras de Motta. Son testimonios de un tiempo en que su voz se estaba formando, y a la vez, un reflejo de lo que hace falta para seguir luchando. ¡Qué gran recordatorio de que cada paso cuenta! Aquí nos encontramos conmemorando no solo su carrera, sino las historias que le han permitido llegar a ser el artista que es hoy.
Mirando hacia el futuro: ¿Qué nos depara?
El arte de Motta se convierte así en una potente herramienta para visibilizar las luchas de las minorías, particularmente en un mundo donde muchas voces aún son reprimidas. Su trabajo nos enseña a cuestionar nuestros entornos y a abrir los ojos hacia las injusticias que enfrentan otros. Si el arte puede salvar una vida o hacer que una persona sienta que no están solas, entonces el esfuerzo vale la pena.
Sin embargo, las preguntas persisten. ¿Estaremos dispuestos a confrontar nuestra propia complacencia? ¿Seremos capaces de dejar atrás la apática indiferencia que a menudo nos rodea y convertirnos en defensores del cambio? Ver una exposición como Plegarias de resistencia es solo el primer paso, pero el verdadero desafío radica en cómo aplicamos lo que aprendemos en nuestras vidas diarias.
Un llamado a la acción
Motta nos empuja a no quedarnos de brazos cruzados. La historia nos ha demostrado que el cambio no llega solo; debemos salir a buscarlo. Como comunidad, necesitamos unir nuestras voces, porque si algo se ha hecho evidente, es que el arte, la historia y la resistencia han estado inextricablemente conectados. Cada acto de creación puede ser un acto de futuro y un recordatorio de que el amor y la resistencia van de la mano.
Para resumir, la exposición Plegarias de resistencia de Carlos Motta no es solo un evento artístico; es un momento crucial para la autorreflexión y una invitación de parte de Motta a seguir luchando. Porque, al final del día, aunque el camino pueda ser espinoso, el amor siempre será nuestra mayor arma. Y si hay algo que he aprendido en esta travesía es que no estamos solos. En medio de la adversidad y del retroceso, hay un ejército de voces disidentes que no están dispuestas a ser silenciadas. Entonces, ¿te unirás a nosotros en este viaje?