En un mundo cada vez más interconectado, los encuentros entre los líderes más poderosos pueden ser tan tensos como una cuerda de guitarra mal ajustada. El reciente encuentro entre Joe Biden y Xi Jinping en Lima, Perú, fue un ejemplo perfecto de cómo, a veces, las palabras pueden ser más adornadas que sustanciales. ¿Qué se puede esperar realmente cuando dos titanes de la política mundial se sientan a charlar? En el fondo, todos sabemos que el pequeño detalle de los recursos naturales del Perú estaba al acecho, esperando la atención de ambos.
La escena en Lima: entre globos y puertos
Permíteme retroceder un poco. Imagina a estos dos líderes, cada uno con su propia agenda y un montón de escoltas a su alrededor. En un rincón, tenemos a Joe Biden, el veterano político estadounidense de 81 años, siempre listo para hacer un comentario amistoso y una broma. Y en el otro, Xi Jinping, de 71 años, un líder conocido por su firmeza y sus habilidades de negociación que harían que cualquier vendedor de autos usados se sintiera como un aficionado.
Todo esto ocurrió en el contexto de una cumbre de líderes del Pacífico. ¿Y cuál es el contexto, se preguntarán? Un Perú que no solo se destaca por su rica cultura y gastronomía, sino también por ser un epicentro de minerales valiosos como el cobre y el litio, absolutamente esenciales en la transición energética del mundo. Los avances tecnológicos y el futuro de la energía están en juego aquí, así que no es sorpresa que ambos líderes estuvieran interesados.
Recuerda el revuelo que causó la crisis de los globos espías en el pasado, donde los globos chinos se convirtieron en protagonistas de un melodrama internacional. En ese momento, muchos de nosotros pensamos: “¿Es todo esto parte de una broma de mal gusto?”. No. Era la realidad.
Una relación que transita por altos y bajos
El encuentro no fue más que un intercambio cordial y una lectura de buenos deseos. Xi hizo algunas insinuaciones amables sobre cómo trabajar con una nueva administración estadounidense, particularmente teniendo en cuenta las futuras elecciones que podrían traer de vuelta a Donald Trump al frente. A medida que él hablaba sobre la importancia de la comunicación y la cooperación, es casi como si se pudiera escuchar el crujido de la tensión, pero suavemente camuflado bajo un abrigo de buenos modales.
“Los líderes de ambos países han experimentado altibajos en las relaciones”, decían los periodistas. Pero, seamos honestos, ¿no somos todos un poco así en nuestras amistades? Siempre hay momentos de tensión, pero eso no significa que no podamos arreglarlo con un poco de sinceridad. Biden incluso comentó que su relación era la más importante, y luego, como un buen amigo, se corrigió a sí mismo: “Quise decir, la relación más importante”. Tantos años en la política y aún hace estas acrobacias lingüísticas. Me trae recuerdos de esas cenas de Navidad en familia, donde uno intenta evitar discutir sobre el tío que siempre opina sobre política en momentos inapropiados.
Parece que ambos reconocen la necesidad de evitar que la competencia se convierta en un conflicto abierto. ¿Cuántas veces hemos estado ahí, tratando de mantener la paz en una conversación en la que uno de los amigos se siente un poco demasiado “fuerte” en su postura? Las palabras de Biden de que estas conversaciones ayudan a evitar “errores de cálculo” tienen un tono de sabiduría adquirida: una mezcla de experiencia, diplomacia y quizás un toque de humor de alguien que ha estado en más reuniones de este tipo de las que puede contar.
La creciente sombra de Corea del Norte
En el trasfondo de este encuentro, la situación en Corea del Norte también enfatiza cómo se entrelazan las relaciones internacionales. Biden le pidió a Xi que usara su influencia sobre Corea del Norte, el niño problemático de la clase, para evitar que siguiera apoyando a Rusia en su guerra contra Ucrania. Si esto no te suena como la típica conversación de patio escolar donde uno de los amigos trata de que otro se comporte, no sé qué lo hará.
Xi, notablemente a la defensiva pero con su característica serenidad, sugirió que la competencia no debería ser la lógica del mundo actual. Y es que, a veces, incluso los líderes más poderosos parecen desear que el mundo se comportara un poco más como uno de esos sueños idealizados que todos hemos tenido sobre la paz universal.
En ese mismo contexto, el trío Biden-Yoon-Ishiba también se reunió. Imaginen solo a estos tres líderes en una habitación, hablando sobre cómo frenar al “matón” de la región. La escena podría ser como una reunión de superhéroes, cada uno intentando aportar su algo especial para enfrentar a un enemigo común. Triste es pensar que a veces la vida real se siente como una película de acción donde las balas no son de colores.
El legado de la globalización
Si bien todo esto ocurre en medio de una creciente preocupación por el proteccionismo y el aislacionismo, Xi dejó claro que la globalización económica no va a desaparecer de la noche a la mañana. Cual filósofo moderno, advirtió que los intentos de bloquear la globalización sería como intentar detener un tsunami con las manos. En un discurso leído por su ministro de Comercio, mencionó que la globalización era una tendencia “inalterable”.
Es difícil no ver la ironía de todo esto. Los líderes de dos potencias que históricamente han sido rivales están reflexionando sobre el mismo tema que nosotros, la gente del común, discutimos en nuestras charlas de café: la necesidad de colaboración en un mundo que se siente constantemente agrandado y dividido. Pero la diferencia es que sus palabras tienen el peso de millones de vidas y decisiones económicas, mientras que nuestras conversaciones solo inquietan nuestras consciencias.
¿Qué le espera al mundo?
Entendamos algo: esta reunión entre Biden y Xi no es solo sobre ellos. Es un reflejo de lo que ocurre en el mundo a gran escala. Este cara a cara es como un termómetro que mide no solo la temperatura de sus relaciones personales, sino también la del clima geopolítico. Después de todo, los países no son más que familias grandes. Y, como en cualquier familia, las tensiones son inevitables.
Así, la pregunta que podemos hacernos es: ¿la relación entre Estados Unidos y China podrá superar todos estos desafíos en el horizonte? O quizás, ¿estamos destinados a repetir la historia y ver más cumbres de este tipo, llenas de promesas vacías y retóricas amigables?
Esto me recuerda que, en estos tiempos inciertos, un poco de empatía puede ser útil. Después de todo, cada una de estas naciones tiene a su gente, personas que trabajan, sueñan y se esfuerzan por un futuro mejor. Quizás, solo quizás, el deseo de un mundo mejor puede ser el hilo conductor que una a estos gigantes. Al final del día, todos queremos lo mismo: entendernos y convivir en una relación más armoniosa.
Al cerrar este capítulo, queda una lección que todos podemos aprender. Aunque los líderes puedan parecer distantes, al final son humanos y, de alguna manera, sus luchas reflejan las nuestras. Tal vez la próxima vez que veamos un informe sobre relaciones internacionales, recordemos que detrás de esos nombres y cifras hay historias humanas.
Así que, ¿qué nos depara el futuro? Seamos sinceros, nadie lo sabe con certeza. Pero la esperanza, como siempre, es lo último que se pierde.