En un mundo donde la información fluye a la velocidad de la luz, cometer un error puede resultar más que desastroso; puede ser devastador. Recientemente, la Agencia EFE se encontró en el ojo del huracán tras dos incidentes desafortunados que cuelgan como sombras sobre su reputación. ¿Qué pasó? ¿Cómo se llegó a este punto? Permíteme llevarte a través de este viaje de confusión, responsabilidad y, tal vez, una enseñanza sobre la naturaleza de la información veraz y la desinformación que nos rodea.

La cadena de errores: un helicóptero y la muerte de un escritor

El pasado jueves, se publicó la noticia de un helicóptero que supuestamente se había estrellado contra la Torre de Cristal de Madrid. Al tratar de imaginar el pánico de los transeúntes al ver una escena tan impactante, me resulta difícil no dibujarme la misma cara que pondría mi gato al escuchar un trueno. Pero, ¿qué encontramos detrás de este titular que hizo temblar las redes sociales?

La realidad, como se revela posteriormente, fue bastante menos dramática. Resulta que la historia sobre el accidente aéreo se debió a un «texto de prueba generado por un alumno» durante una sesión formativa en la Agencia. ¡Imagínate lo incómodo que debe ser tener que disculparte por el error de un estudiante! Pero lo peor estaba por venir.

El 19 de octubre de 2023, la Agencia EFE cometió otro desliz, esta vez reportando falsamente la muerte del aclamado escritor Fernando Aramburu, autor de la famosa novela «Patria». Un rumor lanzado a la red se disparó como pólvora, contando con la colaboración accidental de una cuenta falsa en X, antes Twitter, que suplantaba a la editorial Tusquets. La noticia errónea fue rápida en circular, pero la rectificación llegó aún más rápido, apenas unos minutos después de su difusión. La dimensión del daño, no obstante, ya había sido infligida.

Una carta de disculpas y un puñado de lecciones

El presidente de EFE, Miguel Ángel Oliver, se vio obligado a enviar una carta en la que pedía disculpas a Aramburu, a su familia y a las instituciones que confían en la agencia. Dijo: “La veracidad y el rigor de EFE se han visto dañados”. ¡Qué verdad! En un mundo en el que la desinformación está a merced del primer botón de «Enviar», estas palabras resuenan como un eco de advertencia.

Podrás imaginar cómo me sentí al leer que uno de nuestros máximos referentes en la información tuvo que asumir la responsabilidad de tales errores. A veces, me pregunto: ¿cuántas veces hemos compartido una noticia sin verificar su veracidad? ¿Cuántas veces hemos sido cómplices de la fabulosa historia del «yo leí en internet que…»? Creo que todos tenemos una anécdota de ese tipo, al menos una.

La lucha acompasada entre la información y la desinformación

Las palabras de Oliver reflejan el combate constante entre la búsqueda de la verdad y el fenómeno de la desinformación que se ha incrementado en los últimos años. Cada día, nos enfrentamos a un mar de información, donde distinguir entre lo veraz y lo engañoso se hace cada vez más complicado.

La desinformación no es solo el hecho de compartir noticias falsas; va más allá. Es una batalla entre quienes desean informar y quienes se deleitan en el caos y la confusión. Esta es una lucha que tiene consecuencias serias. La credibilidad de los medios está en juego, y cuando las instituciones caen, todos sufren las repercusiones. Desde estudiantes de periodismo que apenas dan sus primeros pasos en el campo hasta generaciones que dependen de él para formarse una opinión.

Recuerdo un momento durante mi infancia en el que leí un titular alarmante sobre un famoso producto alimenticio que, según medios populares, «causaba estragos en la salud». La noticia dio vueltas por todas partes y me encontré evitando dicho producto por un tiempo. Luego, resultó que la noticia se basaba en un estudio muy cuestionable, un ejemplo más de cómo una noticia engañosa puede influir en nuestra vida diaria.

Las medidas correctivas: ¿es suficiente pedir disculpas?

Después de estos incidentes, Oliver anunció que se discutirían medidas para evitar que tales errores se repitieran. Pero, ¿es suficiente con que un presidente pida disculpas y reconozca los fallos? La verdad es que el formato de una disculpa debe ir acompañado de modificaciones prácticas. Cambios que aseguren que el contenido que se comparte se haya verificado meticulosamente.

Es fácil criticar desde la barrera, pero no me sorprende que, en esta era de la información instantánea, la presión en las agencias de noticias sea monumental. Hago un guiño a aquellos días de mi juventud cuando traté de buscar una forma de ser «más rápido que la luz» al escribir mis reportes para el periódico escolar. Esa misma prisa puede ser el veneno del periodismo actual. La responsabilidad de compartir información precisa recae en todos nosotros.

¿Cómo se puede evitar que la historia se repita? Una de las soluciones más discutidas en la comunidad periodística es la importancia de la verificación del contenido. Algunas agencias ya están implementando medidas rigurosas para revisar y contrastar la información antes de hacerla pública. La implementación de tecnologías de verificación también será clave, así como la educación continua para trabajadores de prensa.

Reflexiones personales y un vistazo al futuro

Si reflexiono sobre mi propio papel como consumidor de información, me doy cuenta de que cada vez que comparto un artículo o un parafraseo de lo que leí, estoy asumiendo parte de la responsabilidad que conlleva el acto. Es fácil decir: “No lo publiqué yo, solo lo compartí”. Sin embargo, eso no desliga mi responsabilidad. En este contexto, todos somos como peones en un inmenso tablero de ajedrez, donde cada movimiento puede tener consecuencias inesperadas.

La Agencia EFE, con sus errores, nos brinda una oportunidad para cuestionarnos: ¿qué papel jugamos en la lucha contra la desinformación? Existe una conexión más profunda entre la verdad, la ética y el respeto a nuestro entorno informativo. En cierto modo, el incidente de la EFE se convierte en un llamado de atención para todos.

Si bien los errores son inevitables, el objetivo debe ser aprender de ellos. En esta conversación que va más allá de un simple aviso de prensa, se abre la posibilidad de que cada uno de nosotros se convierta en un mejor consumidor y, por ende, un mejor comunicador. Podemos empezar preguntándonos: ¿estamos creando o ayudando a propagar un entorno en el que el bulo reina, o estamos alrededor de una mesa donde se sirve información bien fundamentada?

Conclusiones y un recordatorio humorístico

Mientras reflexionamos sobre los eventos recientes y tomamos posibles lecciones para el futuro, no podemos olvidar que todos nos merecemos un poco de humor. Incluso en una situación tan seria, recordemos que no todo está perdido. Esa vez que un amigo mío tuiteó que había ganado un viaje a la luna (atención: era un «error» que él mismo se había inventado, y no tan sorpresivamente nadie se lo tomó en serio) sirve como un buen recordatorio de lo absurdo que a veces puede llegar a ser el mundo informativo.

En última instancia, el escándalo alrededor de la Agencia EFE no solo es una historia de errores, es también una historia de la resiliencia del periodismo y de nosotros como seres humanos. Al final del día, la verdad y el respeto hacia ella son lo que nos une y nos empuja hacia adelante.

Así que, la próxima vez que abras tu aplicación de redes sociales, hazte esta pregunta: ¿realmente necesito compartir esto?. Porque quien sabe, tal vez lo que estés a punto de compartir sea solo un recuerdo de otro día en el que la verdad intentó colarse en la jungla de la desinformación.