«Año nuevo, vida nueva». Esta frase ha resuena en nuestros oídos desde que éramos niños, y quizás hasta la cantamos en las reuniones familiares mientras llenábamos nuestros platos de manjares. Pero, seamos honestos, ¿realmente funciona esa magia en la transición del 31 de diciembre al 1 de enero? Al ver la cantidad de resoluciones que se quedan en frase hecha, me pregunto si no sería más adecuado decir «Año nuevo, mismos hábitos pero intentándolo de nuevo». Vamos a desmenuzar este tema y a explorar por qué los propósitos de año nuevo a menudo parecen más fantasía que realidad.

La sombra de los propósitos de año nuevo

Cada enero, muchos de nosotros comenzamos el año con grandes planes. Vamos a dejar de fumar, a hacer ejercicio todos los días o a leer un libro al mes. La vida se siente fresca y llena de posibilidades, como si tuviéramos una hoja en blanco por escribir. Pero aquí viene la parte complicada: ¿Cuántos de esos propósitos realmente se cumplen? Según estadísticas recientes, sólo entre un 10% y un 20% de las personas logra cumplir sus resoluciones. ¡Es como el índice de efectividad de un borrador de archivos olvidados!

Imagínate esto: es 1 de enero y decides que este será el año en que te conviertas en un gurú del yoga. Te compras una esterilla nueva, una botella de agua con infusión de pepino y hasta un libro sobre los chakras. Todo parece perfecto… hasta que llega el tercer día y te encuentras en el sofá, con un tazón de palomitas en una mano y el control remoto en la otra, sintonizando tu serie favorita. Esa chispa de motivación que sentías se evaporó más rápido que el champagne de fin de año.

Pero, ¿por qué nos pasa esto? Según la psicóloga Audrey Tang, es fácil hacer promesas grandiosas en esos momentos de euforia. Sin embargo, nuestra «euforia inicial» se desvanece, y nos encontramos enfrentados a la realidad de nuestras rutinas diarias. Adams, uno de mis amigos, siempre dice que sus metas de enero son como la nieve en el desierto: bellas al principio, pero desaparecen antes de que uno se dé cuenta.

La trampa de la frustración

Como bien dice el artículo de Xataka, una parte importante del problema es la frustración que enfrentamos al fallar en nuestras resoluciones. En medio de las fiestas, tomar decisiones basadas en un futuro idealizado puede sonar como un plan sólido. Sin embargo, compararlo con la realidad, donde las pocas horas de sueño y las sobradas cenas de diciembre se hacen sentir, puede ser un golpe duro.

Las investigaciones de la Universidad de Plymouth sugieren que casi un 30% de las resoluciones de año nuevo ya han fracasado a mediados de enero. Imaginen a un grupo de amigos que se proponen correr una maratón juntos, solo para que, después de dos semanas, todos se rindan y se reúnan en la pizzería más cercana. En el fondo, es una historia que todos conocemos.

Repensando nuestros enfoques

Entonces, ¿qué hacer para no quedar atrapados en el ciclo de resoluciones incumplidas? Aquí es donde es pertinente establecer una nueva perspectiva sobre los propósitos de año nuevo, gracias a la visión de psicólogos como Tamara Russell. Ella sugiere que, en lugar de ceñirnos a esa «regla» de que solo debemos hacer resoluciones en enero, podríamos redefinir nuestras metas de una manera más flexible y menos rígida.

Por ejemplo, hacer pequeñas acciones día a día puede ser más efectivo que comprometerse a una gran meta que parece desalentadora e imposible. La clave es visualizar el cambio como un proceso en lugar de un destino. ¿Quién dijo que el 1 de enero tenía que ser el único punto de partida? Mi cumpleaños, por ejemplo, se ha convertido en un momento propicio para hacer mis propósitos. Siempre estoy más centrado en lo que quiero alcanzar al cerrar un ciclo y abrir otro.

Pequeños cambios para grandes resultados

Imagínate que quieres perder peso. En lugar de prometerte que no comerás carbohidratos durante todo el año (no, esa nunca ha funcionado para mí), podrías proponerte reducir las porciones en un 10%. Esto no solo suena más manejable, sino que es mucho más realista. Cuando logramos pequeñas victorias, el impulso sigue creciendo, y eso es un poderoso motivador.

Incluso podrías aplicar este principio a tus finanzas. En lugar de renunciar a todos los lujos, podrías decidir que, durante enero, solo harás un pequeño ahorro cada semana. Al final del mes, te sorprenderás al descubrir que has acumulado una cantidad razonable.

La importancia del entorno

Un aspecto que no podemos pasar por alto es nuestro entorno. ¿Estás rodeado de personas que apoyan tus metas o de quienes están en modo «comida chatarra y Netflix»? Involucrar a amigos o familiares en tus propósitos puede ser un gran aliciente. Hay un dicho que reza: «La felicidad compartida es doble felicidad, y la tristeza compartida es solo la mitad de la carga». Cuando nos comprometemos con alguien más, la poca motivación que sentimos tiende a ser contagiada.

Así que, si tu objetivo es hacer ejercicio, busca a un compañero que esté dispuesto a acompañarte. La resistencia que sentías hacia esos burpees se siente más ligera cuando te ríes con un amigo sobre lo difícil que es levantarse del suelo.

La gratitud como herramienta para el éxito

Uno de los conceptos que ha resonado profundamente en el último año es el de la gratitud. Audrey Tang menciona que debemos tomarnos un momento para reconocer lo que ya tenemos. En el torbellino de propósitos y expectativas, a menudo olvidamos mirar hacia atrás y apreciar lo que hemos logrado y lo que somos.

Cuando empezamos a valorar nuestro pasado, se crea un espacio en nuestro cerebro que permite más motivación para seguir avanzando. Así que la próxima vez que te encuentres en fase de resolución, tómate unos minutos para pensar en tu trayectoria personal. ¿Qué hitos has alcanzado que antes considerabas inalcanzables? Seamos sinceros, yo, en mi infancia, nunca pensé que podría ganarme la vida escribiendo. Eso sólo lo soñaba mientras devoraba pasteles en las fiestas de cumpleaños.

La importancia de la auto-reflexión

Es fundamental dedicar tiempo a la auto-reflexión. ¿Por qué estás haciendo este cambio? ¿Qué te motivó a hacer una resolución? Conocer la razón detrás de nuestras metas puede ser clave para que las sigamos. Esto puede ser tanto un recordatorio como un ancla en momentos de debilidad. Cuando mis amigos y yo nos enfrentamos a la tentación de pedir una pizza en lugar de una ensalada, volvemos a nuestros propósitos: «¿Te acuerdas de lo que te motivó a hacerlo? ¡Eres capaz!».

## La conclusión sobre los propósitos y su realidad

A través de este recorrido, espero que hayas podido ver que los propósitos de año nuevo no tienen que ser una carga, ni una trampa para el fracaso. Si bien hay aspectos negativos que asociamos con ellos, también existe la posibilidad de convertir estas resoluciones en oportunidades para el crecimiento personal.

Puede que el nuevo año no sea el mejor momento por sí mismo, pero con una mentalidad adecuada, un plan flexible, el apoyo de los demás y una pizca de gratitud, ¡podemos hacer de este año el mejor de todos! Al final del día, cada día es una nueva oportunidad para empezar de nuevo. Así que, si algo no va bien en marzo, no temas reajustar tus metas y ¡recuperar el control!

Recuerda: si no logras tus propósitos de año nuevo, no eres un fracaso. Eres un ser humano intentando hacer lo mejor posible en un mundo que está constantemente en cambio. ¿Quién no se sentiría un poco más optimista con esa visión?

¡Ahora ve y enfrenta esos propósitos, ya sea en enero o en cualquier otro mes!