En un mundo donde el dinero y el éxito parecen ser las únicas monedas que usamos para medir nuestro valor, hay algo refrescante en la idea de dejar de ser un “empresario de uno mismo” y convertirnos en un “artesano de la propia vida”. Esta premisa, que parece sacada de un libro de autoayuda de la década de los 70, en realidad se presenta como una búsqueda más profunda en nuestra existencia diaria. Lo sé, parece una locura, y en muchos momentos estoy seguro de que sentirse abrumado es la norma, pero… ¿quién no ha estado ahí?
Recuerdo la época en la que pensaba que la vida era un gran proyecto a gestionar: una agenda repleta de reuniones, objetivos y plazos que cumplir. No obstante, era en esos momentos —esos dulces pequeños momentos de tranquilidad— cuando me daba cuenta de que la vida no es solamente eso. Hay algo más, algo que carcome nuestra paz interior y la transforma en una seca lista de tareas. Así que, en este artículo, exploraremos cómo transformar nuestra existencia y, tal vez, por un momento, dejar de lado esa carrera desenfrenada por ser “los mejores”.
La trampa del éxito: ¿quién lo define?
Primero, suficientes palabras de sabiduría de parte de Carmen Martín Gaite. Habló del “veneno de los proyectos” hace más de 50 años, pero ¿acaso no parece que seguimos consumiendo de la misma poción tóxica? Algunos de nosotros, atrapados en la rueda del ratón, seguimos persiguiendo metas que ni siquiera necesitamos. ¿Realmente es necesario estar tan ocupados todo el tiempo? ¿O podría ser que este constante maratón de logros nos esté robando el placer de vivir?
El filósofo Aristóteles ya lo mencionaba hace más de dos mil años: la vida tiene un sentido “natural”, y el objetivo es cumplirlo. Pero aquí está el truco: hemos transformado esa idea en un juego de objetivos personales – carrera por la cima del mundo, apostando por aquello que no tiene fin. Pero, ¿qué pasa si, en vez de ser guerreros de la productividad, decidimos ser más bien artesanos de nuestras propias vidas?
Artesanos de la vida: la nueva tendencia
Cambiar el enfoque de «ser empresario de uno mismo» a «ser artesano de la propia vida» se encuentra en el centro de una transformación que cada vez más personas están buscando. Ya no se trata de acumular logros, sino de vivir la vida como una obra de arte. ¡Sí! Aquello que hacemos cada día debe tener ese enfoque. Y lo mejor de todo es que todos tenemos la capacidad de convertir nuestra vida en una obra maestra, siempre y cuando estemos dispuestos a ritualizar nuestro día a día.
La hermosa ritualización
La ritualización, concepto que sugirió el antropólogo Bradd Shore, es una herramienta fascinante y poderosa. Y espérate que aquí viene la parte jugosa: los rituales son simplemente rutinas con esteroides. Así que, antes de que te desanimes al pensar que necesitas otro compromiso en tu vida ocupada, piensa en lo que ya haces. ¿Qué tal si le añades un pequeño toque de significado? A veces, el simple hecho de dedicar un minuto a reflexionar después de una actividad puede cambiar tu perspectiva. Hacer un brindis al final de un día, simplemente para agradecer por lo vivido, puede ser más que suficiente.
Encuentra tu ritual
Permíteme compartir una anécdota. Recuerdo la primera vez que intenté establecer un ritual matutino. Después de haber escuchado a varios “influencers” hablar de sus asombrosos comienzos de jornada, decidí que debía crear un nuevo hábito. La primera mañana que lo intenté, acabé con el café derramado, los zapatos en mano y el gato ladrando (no me pregunten por qué). Sin embargo, a pesar de ese caos inicial, lo que descubrí fue que una simple taza de té en la azotea de mi edificio, donde el sol empezaba a despuntar, se transformó en mi nuevo refugio. Ese fue mi pequeño ritual. Al final del día, no se trataba de estandarizar mi video-matinal; era simplemente disfrutar de ese momento. Eso es lo mágico de los rituales: te conectan a ti mismo.
Un enfoque diferente hacia el sentido de la vida
Se podría argumentar que este cambio de enfoque no es solo un nuevo capricho. La idea de que necesitamos un sentido de pertenencia y propósito ha existido durante siglos. Desde las tradiciones confucianas hasta el monasticismo cristiano, siempre hemos buscado propósito en lo cotidiano. Pero, en el mundo contemporáneo, nos hemos vuelto tan obsesivos con los objetivos que hemos olvidado la importancia del ahora.
De hecho, la vida se ha transformado en un espectáculo de “lo que viene después” y no en lo que realmente estamos haciendo en este momento. Así que, ¿qué tal si le pones un freno a eso y decides disfrutar de cada instante? En lugar de escribir mil objetivos para el año (que, seamos sinceros, en unos meses estarán en la pila de “cosas que nunca hice”), ¿por qué no hacer una lista de actividades que te relajen y hagan sonreír?
El impacto de los rituales en nuestra salud emocional
Por lo general, se nos dice que ser más productivos y estar tan ocupados como sea posible es la clave para el éxito (vaya, cuántos posts de Instagram he visto con ese mantra). Pero, ¿y si ese enfoque en la productividad tuviera un costo? Los estudios han demostrado que la ansiedad y el estrés son el resultado directo de exactamente esa presión por ser constantes “triunfadores”.
Aquí es donde entra el poder de los rituales: pueden ayudar a reducir el estrés, crear vínculos sociales e incluso mejorar nuestra salud emocional. Y la mayoría de nosotros no nos hemos dado cuenta. Conectar con otros en rituales, como reunirse para disfrutar un café, o tener una charla tranquila sobre la vida puede tener un poder transformador. Pero, ¡ojo! No se trata necesariamente de dejar de lado la productividad, sino de encontrar ese equilibrio.
El arte de no tener objetivos: ¿es realmente posible?
Ahora, aquí viene la gran pregunta: ¿es posible vivir sin objetivos? Al principio puede parecer aterrador, como dejar de lado ese amigo imaginario que llevamos a todas partes. Pero la respuesta es… sí, y quizás deberíamos intentarlo más a menudo. Nos han enseñado a asociar metas con un sentido de logro. Sin embargo, esta idea de estar siempre en “modo de ejecución” puede ser agotadora.
Albert Camus, un querido filósofo, dijo: “No hay destino que no se supere”, y en el fondo eso implica que la vida es un viaje en sí misma. ¿Y si dejamos de lado la presión de alcanzar una meta y empezamos a saborear el momento? Tal vez, solo tal vez, el cambio de un enfoque hacia lo que realmente importa podría ayudarnos a encontrar nuestro propio sentido a la vida.
Hacia un futuro más pleno y auténtico
Así que, aquí estamos: en la encrucijada de la vida, buscando una nueva forma de navegar en este mar de objetivos, metas y resignación. La propuesta de dejar de ser empresarios de uno mismo y convertirnos en artesanos de nuestra propia vida es más que solo una idea encantadora; es un cambio de paradigma. Puede sonar sencillo, hasta un poco utópico, pero reflexionemos sobre esto: al final del día, no sabemos qué giro dará nuestra vida, pero tenemos el poder de decidir cómo vivirla.
Por último, antes de cerrar este artículo, te lanzo una pregunta: ¿qué ritual podrías incorporar a tu rutina diaria para hacer de tu vida una obra de arte? Porque, querido lector, en esta vida no se trata solo de ser un éxito visible; se trata de construir una existencia que te haga sentir pleno, conectado y satisfecho. Así que adelante, conviértete en el artesano de tu vida. Recuerda: cada día es una página en blanco; tómate el tiempo de esbozar tus propios colores.