La final de la Copa del Rey de baloncesto de 2025 será recordada como un verdadero espectáculo. Bueno, en su mayoría… porque, seamos honestos, los aficionados del Real Madrid probablemente preferirían olvidar esta derrota estrepitosa. ¿Cómo es posible que un equipo de tanta envergadura como el Madrid se viera reducido a la sombra de un Unicaja brillante y casi mágico?

Ya desde el principio, el encuentro se tornó como el tipo de partido que solo se ve en las finales. La atmósfera en el Gran Canaria Arena era inmejorable, como si una ola de euforia se apoderara de cada rincón del recinto. Pero, en lugar de que las estrellas madridistas iluminaran la noche, fueron los jugadores de Málaga quienes hicieron magia en medio de la cancha. El resultado final, un contundente 93-79, dejó más de un reproche en la cara de los aficionados del Madrid. Sin embargo, para los malagueños, este fue un triunfo para celebrar.

La actuación estelar de un equipo consagrado

El entrenador Ibon Navarro debía estar sonriendo de oreja a oreja, viendo cómo sus pupilos se adueñaban del partido. Kendrick Perry, quien debería recibir un trofeo por «Jugador del Último Cuarto», anotó nada menos que 27 puntos, 17 de ellos en ese mágico último cuarto. ¡Sí, lo digo bien! Prácticamente metió más triples que el pelo que muchos de nosotros perdemos cada año. ¿Cómo es que un solo jugador puede cambiar el ritmo de un partido así?

Unicaja no solo mostró un dominio individual, sino que en realidad presentó un ballet de baloncesto, donde cada movimiento parecía ensayado. ¿Recuerdas la última vez que intentaste bailar en una fiesta? La vergüenza que sientes cuando pisas el pie de alguien o, sencillamente, te desplomas al suelo. Así se sentía el Madrid: fuera de ritmo y mal coordinado.

La brillantez de Unicaja no era un accidente, sino un producto de un equipo que se conocía a la perfección, donde cada jugador conocía su tarea y estaba dispuesto a asumir un rol. Alberto Díaz, el capitán, fue la brújula del equipo. Un tipo que, aunque algunos días tiene ganas de arrugar la camiseta y salir a cenar, siempre sabe mantener enfocados a sus compañeros.

Es particularmente interesante observar cómo el banquillo de Unicaja se convirtió en un factor crucial de éxito. Ibon Navarro demostró un manejo excelente de su plantilla. Era casi como ver a un maestro de orquesta dirigir una sinfonía, con cambios estratégicos que marcaban el ritmo del partido.

Me acuerdo de una vez en un torneo amateur… (sí, también yo fui un atleta una vez, en un tiempo lejano), donde nuestro entrenador decidió sacarme a mí en el último cuarto. No por ser el MVP, claro. Sino porque necesitaba alguien que solo continuara corriendo sin pensar. No tengo que explicarte cómo salió eso.

Madrid: entre el conformismo y la necedad

La pregunta que todos nos hacemos ahora es: ¿dónde quedó el Real Madrid? Este equipo ha tenido su época dorada, pero parece que se ha olvidado de cómo defender su estatus. A pesar de intentar mantener la presión y el juego físico, les faltaba la chispa de la concentración y la toma de decisiones sólidas. ¿Acaso el concepto de «defensa» se ha esfumado en el aire como el polvo de las gradas tras un tremendo partido?

Los datos no mienten. Aunque el Madrid capturó más rebotes (41 frente a los 32 de Unicaja), eso no se tradujo en oportunidades. Simplemente, el equipo malagueño corrió, chutó y defendió mejor. Unicaja cortó las alas a un Real Madrid que parecía confundido y perdido, como si hubiera llegado a una fiesta temática de disfraces sin saber de qué iba todo.

Uno de los momentos más impactantes fue cuando los madridistas optaron por lanzamientos lejanos mientras que, en términos ideales, intentaban encontrar una ventaja interior. ¿Alguien les recordó que se jugaba en la pintura? Parecían estar más ocupados buscando el highlight de la semana que jugando al baloncesto.

La defensa magnética de Unicaja

Lo más destacado de este partido fue, sin duda, la defensa magistral en bloque que impuso Unicaja. Cada tiro fallido del Madrid era un golpe más. Los malagueños imprimieron una presión que no dejaba respirar al rival. Es como si hubieran decidido en algún momento de la noche que en lugar de baloncesto practicarían un arte marcial de intimidación.

A los jugadores del Madrid les costaba encontrar el aro; y, francamente, las pérdidas de balón eran como si estaban repartiendo entradas para mal partido. La idea era rechazar a su atacante, pero lo que sucedía era constantemente un partido de «quién se olvida de la táctica primero». Fue un espectáculo frustrante. Y, admitámoslo, un poco cómico.

A veces, uno se pregunta si determinados jugadores han confundido el baloncesto con un juego de sillones musicales. Si después de tantas semanas de derrota no están donde deberían estar, ¿deberían enviarles un mapa? Es una pena que no todos estén obligados a vivir en el mundo del baloncesto.

Lecciones de un partido que definió perspectivas

Hablando en términos de lecciones, cada equipo podría aprender algo de este partido. Mientras Unicaja se fue a su balneario (literalmente o no), piensa en lo que logra al cerrar bien las defensas, defender a muerte y mostrar un repertorio ofensivo efectivo.

No pretendas vivir de recuerdos. ¿Cuántas veces ha olvidado el Madrid que un buen rendimiento no abunda solo en nombres, sino en trabajo en equipo? Nunca se puede minimizar el trabajo de aquellos que están diseñando la jugada en la línea de base.

El Madrid necesita urgentemente restructurarse, como cuando limpias un cajón lleno de cosas que has acumulado sin sentido. Y si pensabas que los aficionados pasarían por alto una derrota tan humillante, piénsalo de nuevo. La selección española, que parece que ha dado un paso hacia atrás, debería mirar con atención lo que sucede en la ACB y aprender del renacer de Unicaja.

Conclusiones sobre la final y miradas hacia el futuro

Cada partido de este calibre necesita una reflexión post-partido. Además de revalorizar el talento de Unicaja, la actuación del Madrid puede ser vista como una lección clara sobre las bases del juego. Ser buenos jugadores no es suficiente; necesitas un concepto sólido de juego en equipo.

¿Quién sabe si este resultado es un mero bache? O quizás es el signo de algo más grande, un cambio que la afición blancocastaña no quiere ver. En este tipo de momentos, es fundamental mantenerse centrados y recordar que el juego debe disfrutarse.

El baloncesto, como tantas otras cosas, es un tira y afloja en donde ni siquiera la tradición es infalible. La Copa del Rey no solo fue para Unicaja, sino que se convirtió en un recordatorio de que el esfuerzo y el compañerismo pueden superar el talento individual.

Así que, en la próxima final, será interesante ver si el Madrid logra levantarse de estas cenizas o si, por el contrario, Unicaja se encamina para convertirse en el equipo a batir en los próximos torneos. Lo que sí es seguro es que podamos esperar un emocionante futuro en la ACB.

¿Listos para el próximo partido? ¡Yo definitivamente lo estoy!