La llegada de Teresa Ribera como vicepresidenta ejecutiva de la Comisión Europea ha captado la atención no solo de los medios, sino también de la comunidad política y social en España, que mira con expectativa cómo se mueve el tablero europeo. Para aquellos que no están familiarizados con la arquitectura política de la Unión Europea, esto puede sonar como un juego de ajedrez donde las piezas no solo son los países, sino también personas, relaciones interpersonales y, por supuesto, estrategias políticas. Vamos a profundizar en este laberinto de poder que, aunque pueda parecer arido a primera vista, se alimenta de matices y decisiones estratégicas que afectan nuestras vidas diariamente.

Una jugada clave en el tablero europeo

El 27 de noviembre fue un día importante para el futuro de España en la Unión Europea. Fue el momento en que el Parlamento Europeo aprobó a la nueva Comisión, la cual incluye a Ribera como una de las figuras clave. Para muchos, esto representa una oportunidad de oro para que España recupere influencia en instituciones que por mucho tiempo han estado a la sombra de otros países más prominentes como Alemania y Francia. Sin embargo, aquí está el giro: ¿de verdad logró España lo que esperaba, o fue solo una victoria mediática?

Cuando leí sobre la nominación de Ribera, me acordé de mi abuela, que siempre decía que «no hay que poner todos los huevos en la misma cesta». La verdad es que, aunque se han colocado algunas «fichas» españolas en los gabinetes, la situación general es agridulce. El conteo de los españoles en posiciones de influencia suena como un juego de bingo: unos pocos ganan, pero la mayoría se queda mirando.

Negociaciones invisibles: un asunto de estrategia

Pero, ¿qué quiere decir todo esto? Durante las semanas que precedieron a la formación de la nueva Comisión, esos intercambios de «cromos» que menciona el artículo original, fueron el verdadero centro de un combate de ajedrez político. En este sentido, se hizo evidente que la estrategia utilizada por el Gobierno español no fue particularmente expansiva. Al centrarse en «fortificar posiciones» en lugar de obtener un mayor número de representantes,
es como si estuviesen armando un castillo de naipes en vez de una fortaleza. Puede que se esté tratando de asegurar zonas clave, pero España se queda con una representación que no parece reflejar la realidad de su peso en la Unión.

La clave aquí radica en preguntar: ¿realmente se ha apostado por lo importante? ¿O quizás, España está jugando un juego de «quien hace más con menos»? La capacidad de influir en las decisiones de la Comisión Europea requiere no solo de funcionarios, sino de una narrativa clara y una estrategia cohesiva, algo que parece faltar en este complicado entramado.

Los altibajos de la representación española en Bruselas

Vayamos a los números. Según el análisis actual, parece que España tiene menos representación que hace cinco años. ¿A qué se debe esto? Tal vez a la falta de una estrategia a largo plazo encaminada a aumentar su influencia en Bruselas. Para ilustrar esto con algo más cercano, es como si decidieras comprar una planta y después te olvidaras de regarla. Los resultados son obvios: nada verde, solo un triste tallo.

La influencia de España en la Comisión Europea dependerá de la capacidad de cada uno de esos españoles colocados en diferentes gabinetes para ganarse la confianza de sus colegas y sobresalir en sus roles. Ser un español en un gabinete europeo puede parecer como ser un nuevo jugador en un equipo de fútbol lleno de estrellas: todos saben que tienes el potencial, pero la pregunta es: ¿puedes destacar en medio de tanto talento?

Al hablar de las figuras clave, el nombre de Miguel Gil-Tertre brilla. Es uno de los pocos jefes de gabinete españoles que conocen bien el funcionamiento interno del Ejecutivo europeo. A veces siento que, al igual que en un episodio de «La Casa de Papel», necesitamos un Profesor que eche mano de una estrategia brillante para colocar nuestras piezas favoritas en el tablero.

El enfoque en el «Pacto de Industria Limpia»

Otro tema crucial es el Pacto de Industria Limpia, que se podría considerar como el «hacha de guerra» en el ámbito de la sostenibilidad. Aquí es donde Ribera ha apostado fuerte: asegurarse de que los españoles estén involucrados en temas relacionados con las iniciativas verdes. En tiempos donde el cambio climático ya no es una mera opción de discusión, sino una realidad apremiante, ¿no deberíamos estar todos detrás de este tipo de políticas?

Visto así, lo que parece que realmente está sucediendo es un intento de rodear a Ribera de personal útil y estratégico, lo cual no suena tan mal, pero puede que no sea suficiente. Sería como un equipo de fútbol que realmente trata de jugar bien, pero sigue teniendo un par de componentes clave en el banquillo. El resultado es que la influencia será, en gran medida, un ecosistema de pequeños pero significativos «golpes estratégicos».

Las ausencias que hablan: ¿qué significa realmente estar en el centro de poder?

Más notorias y preocupantes son las ausencias de españoles en ciertos gabinetes. No están en el gabinete de Kaja Kallas, que está vinculado a la política exterior, lo que puede significar que España pierde una voz fundamental en uno de los temas más críticos de ahora. Al igual que sucedió hace unos años, durante un viaje a Bruselas, hice una pregunta que resonó en la sala: “¿Estamos solamente construyendo castillos en el aire, o realmente tenemos un plan para esos castillos?”

Sin embargo, hay algo que no se puede negar: tener españoles en estos gabinetes aumenta la influencia blanda, que en el mundo de la política europea es como el «don» del que hablaba Gandalf. Puedes no ser el héroe del cuento, pero tu presencia puede marcar la diferencia en el desenlace de la historia.

La necesidad de una narrativa europea clara

Las palabras de la periodista me dejaron pensando: «A España le falta una narrativa clara sobre Europa». Y es que, ¿cómo podemos avanzar sin tener un direction? En el momento en que los grandes debates de la Unión se están configurando, parece que faltan ideas claras y concretas. La narrativa es crucial, dado que no solo se trata de tener un asiento en la mesa, sino de participar activamente en la conversación. Es como en una cena familiar, donde si no compartes tu opinión, corres el riesgo de que los demás simplemente se olviden de ti.

Cuando uno se sienta en una mesa de negociaciones, la claridad puede marcar la diferencia entre un plato exquisito o un fiasco culinario. Si España no presenta una visión clara de sus prioridades, ¿cómo espera que otros países vean su relevancia? Tal vez el momento sea propicio para un cambio de narrativo, algo que no solo atraiga a los que ya piensan como nosotros, sino que también motive a los indecisos y los escépticos.

Conclusión: un camino por recorrer

Lo que queda claro en este entramado de relaciones y decisiones es que la influencia española en Europa todavía tiene un largo camino por recorrer. La llegada de Teresa Ribera al poder europeo es solo un primer paso, pero que todavía hay muchas piezas en movimiento, y cada jugada podría tener un impacto monumental en el futuro. Como bien dice el refrán, «el camino se hace al andar». Aquí la pregunta que queda en el aire es: ¿está España realmente lista para andar este camino con decisiones estratégicas y una narrativa clara, o simplemente seguirá contentándose con las sobras de una cena que debería ser un banquete?

Así, mientras Ribera y su equipo se preparan para perderse en los intrincados detalles de la política comunitaria, nos queda la esperanza de que salgan a la superficie con una propuesta más significativa y representativa, que podría, tal vez, cambiar el rumbo de la historia española en Europa.