La política, con toda su pomposidad y su aire de seriedad, a menudo se encuentra salpicada por escándalos que dejan a más de uno con la boca abierta. El reciente caso de Koldo García y Ángel Víctor Torres es el último de estos episodios, con un trasfondo que implica conversaciones de WhatsApp y la sospecha de prácticas corruptas que, si bien no son del todo nuevas para el panorama político en España, nos hacen cuestionar: ¿qué tan lejos estamos dispuestos a tolerar la ambigüedad ética en nuestros representantes?

Imagina que tienes un amigo que, por alguna razón, siempre está «arreglándote» situaciones. Desde las entradas para ese concierto que agotó en dos minutos hasta, quizás, unos billetes más que deseados para una vacunación masiva. En este caso, Koldo, asesor con un currículum impresionante (aunque manchado) y el entonces presidente canario, Ángel Víctor Torres, parecen tener su propia versión de esta historia de «favor por favor». Pero, ¿realmente se trata de favores o de un intento encubierto de poner las manos en la caja?

Un curso intensivo sobre ética y política

Los intercambios de mensajes entre Koldo García y Ángel Víctor Torres deben leer como una novela de intriga política. Y aunque pudiéramos pensar que no hay nada extraordinario en que un político intermedie para acelerar un proceso administrativo—porque, de hecho, eso podría considerarse casi una parte normal del trabajo—el trasfondo de su relación nos hace rascar un poco más allá de la superficie.

Los mensajes revelados indican que, de hecho, Torres actuó en favor de una empresa, Soluciones de Gestión, que está bajo investigación por supuestas irregularidades. Aquí viene la gran pregunta: ¿no hay algo turbio en la manera en que un ministro ayuda a mover hilos para que una empresa cuyo propietario está en la mira del sistema judicial reciba dinero? Es como si tu amigo del primer ejemplo, después de conseguirte los boletos del concierto, te dijera que también ha visto a alguien cercano hacerlo a cambio de un favor «extra».

La bondad de acelerar pagos… o las malas intenciones

Uno de los momentos más destacados de este cruce de WhatsApp es cuando Koldo García expresa su alivio con un simple «hoy dormiré mejor» después de que Torres le informó que el pago había sido emitido. Sutil, ¿verdad? Un brasileño se pronunció hace unos años sobre las promesas en política de una manera que resuena aquí: “las promesas se hacen para ser quebrantadas”. Directamente, este comentario podría traducirse en ‘los pagos se aceleran para ser cobrado’ en casos como este.

El doloroso matiz es la cifra: más de 12 millones de euros pagados a una empresa con sospechas de corrupción y a un empresario, Víctor de Aldama, que supuestamente estaba pidiendo mordidas de 50,000 euros a cambio de estos “favores”. La comunidad general puede preguntarse: ¿los pagos de impuestos se están utilizando para enriquecer a unos pocos?

El juego de las palabras y su impacto

Como bien saben muchos de nosotros, la política es un juego de palabras. Torres ha dejado claro que todo se enmarca dentro de la “normalidad”. Pero, ¿en serio? En un mundo ideal, podríamos tener esa visión sobre un contrato normal, que se maneja a través de burocracias rutinarias. Pero cuando los informes del Tribunal Supremo sugieren que la corrupción podría ser la norma más que la excepción, las alarmas deberían sonar.

¿Dónde colocamos el umbral de lo que consideramos “normal” en una administración pública? Quizás lo que para algunos es un simple fax administrativo, para otros puede ser el principio del fin de la ética política.

¿La culpa es del sistema o de los actores?

A medida que las revelaciones sobre el caso Koldo se desarrollan, no podemos jugar exclusivamente a la culpa de los individuos. Recientemente, un estudio de la Universidad Carlos III demostró que la cultura organizacional juega un papel fundamental en la manera en que se toman decisiones éticas dentro de las instituciones. Si una política de silencio y complicidad se convierte en la nueva normalidad, ¿qué podemos esperar de aquellos que la viven a diario?

Este fenómeno resuena en nuestras propias experiencias con las instituciones. Recuerdo una vez en la universidad cuando un amigo me advirtió sobre los «profesores que se dejaban influenciar» por ciertos estudiantes. Riendo, pensé que era solo un rumor, hasta que me di cuenta de que algunos de esos “influyentes” estaban endulzando las cosas a su manera.

Un ministro al borde de la espada

Se nos presenta el dilema de la responsabilidad política: un ex presidente canario envuelto en un mar de acusaciones. Ya sabemos que en política, muchas veces, la teoría de «el que calla otorga» juega un papel crucial. Las palabras de Torres sugiriendo que sus interacciones eran meramente «institutional» y nada más son bastante desconcertantes. Hay algo en la ingenuidad perpetua de los políticos que me hace sonreír: es casi como si pensaran que simplemente porque están en un cargo, son inmunes a la percepción pública.

La situación de Koldo García y su relación con Torres nos deja con un sabor amargo. En una conversación informal, un amigo bromeó al respecto: «Cualquiera puede ser político, ¿verdad? Solo necesitas un poco de carisma y un celular». Pero en el fondo, aunque la risa esté presente, una parte de nosotros sabe que se trata de un asunto serio, con implicaciones muy reales para la confianza pública y la integridad de las instituciones.

Respirando aire fresco o un soplo de aire contaminado

Las acusaciones de corrupción suelen ser solo la punta del iceberg. Se necesita más que un simple escándalo para galvanizar a la población a exigir cambios. Por eso, quizás, el primer paso para abordar este problema no debería ser solo revolver el fango en el que viven algunos, sino también preguntarnos: ¿qué tipo de cambios estructurales necesitamos para combatir la corrupción sistémica?

Referencias recientes a movimientos ciudadanos han comenzado a surgir en respuesta a situaciones como esta. Grupos de jóvenes activistas han resaltado la importancia de la transparencia y la rendición de cuentas, pidiendo una política más limpia. Al final del día, tal vez la luz del sol que se haga más brillante no provenga de estos individuos, sino de nosotros, como votantes, ciudadanos y seres humanos dispuestos a exigir más de nuestros líderes.

Reflexiones finales: más allá de los escándalos

Antes de cerrar este capítulo sobre las revelaciones de corrupción en Canarias, es importante tomar un momento para reflexionar sobre las implicaciones de estos eventos. Al final de la jornada, tanto Koldo como Torres nos han mostrado que la línea entre el deber y la deshonestidad puede ser sorprendentemente delgada, y que nuestra confianza en los que nos representan puede quebrarse en un abrir y cerrar de ojos.

En un mundo en el que los escándalos políticos parecen ser el pan de cada día, tal vez deberíamos recordar que, a pesar de las desilusiones que a menudo acompañan a la política, la esperanza de un futuro más transparente y ético no está muerta. Con cada caso de corrupción expuesto, también se abre la puerta a una discusión más amplia sobre la sociedad en la que queremos vivir.

Bueno, hay mucho más en este collage de la política contemporánea, pero por ahora, presta atención a tus propios grupos de WhatsApp y recuerda: si alguien comienza a reírse al otro lado de la línea, vale la pena preguntar cuán altas son realmente las montañas de dinero por las que se ríe.