¡Hola, aficionados del fútbol! ¡Qué jornada tan intensa nos ha regalado La Liga! Si sos de esos que se emocionan con cada pase, cada gol y cada lágrima derramada (sí, las lágrimas importan), quédate porque hoy vamos a hablar del último partido del Real Madrid frente al Osasuna. Un encuentro donde la lluvia de goles se vio acompañada por una tormenta de lesiones que nos ha dejado, como sabemos, un poco inquietos. Vamos a desmenuzar todo esto con un estilo que te hará sentir como si estuvieras en la grada del Santiago Bernabéu, vitoreando con cada gol del Madrid y sosteniendo tu corazón con cada lesión.
El partido: un primer tiempo lleno de emociones
El Real Madrid recibió al Osasuna en un partido que prometía ser una gran exhibición de fútbol, y vaya que lo fue. Vinicius, Bellingham y, para rematar, un infalible Vinicius de nuevo, fueron los protagonistas de una tarde de ensueño, pero no todo fue perfecto, ya que los fantasmas de las lesiones mencionaron su presencia.
Apenas comenzaba el partido y ya se percibía una atmósfera eléctrica en el estadio. La afición blanca estaba lista para ver cómo su equipo ponía en práctica todas las directrices de Carlo Ancelotti tras una difícil racha anterior. Yo, personalmente, siempre me apuesto un café a que el Madrid va a dar lo mejor de sí. Esta vez, el Mirador desde el que vi el partido estaba lleno, y la euforia era contagiosa. Pero antes de que la fiesta empezara, quería que se ataran sus zapatos, porque este partido tenía más elementos de la trama que una telenovela mexicana.
El primer gol llegó en el minuto 34 de la mano de Vinicius. Con un drible encantador, se llevó a la defensa de Osasuna como si fueran conos de entrenamiento y soltó un misil al palo corto. ¿Quién no ha tenido esa sensación de hacer algo increíble que te hace gritar “¡Sí, yo también puedo!”? Mismos ojos brillantes, misma felicidad. El brasileño festejó con un abrazo a Ancelotti, un gesto que decía más que mil palabras: “Aquí seguimos, a pesar de las dificultades”.
Pero el segundo gol llegó antes de irse al descanso y vinimos a disfrutar de una obra maestra de Bellingham. Ese joven británico, al que ya le están colgando las etiquetas de «el nuevo fenómeno», recibió un pase largo de Asencio y definió con una vaselina que hizo que el portero del Osasuna, Sergio Herrera, se sintiese muy pequeño. Bellingham se desató, y afectivamente todos respiramos aliviados. ¿Cuántas veces hemos sentido la presión de no rendir en tiempos difíciles? Es como cuando te piden que hables en público y olvidas lo que habías practicado.
Se inicia la segunda mitad, y surgen nuevos desafíos
Volviendo al juego, el segundo tiempo comenzó y lo que se presenciaba era un Real Madrid decidido a sentenciar el partido. La energía, el compromiso y la actitud eran palpables. Los jugadores supieron canalizar la preocupación por las lesiones en un deseo ferviente de mostrar lo que valen. Vinicius volvió a brillar, y antes del minuto 61, ya se había marcado su segundo tanto tras una carrera perfecta. Fue un arte ver cómo cada jugador comprometió su energía para sacudirse el tormento de las lesiones. Mis recuerdos de mis propias peleas con el deporte me hicieron pensar en lo parecido que es a la vida; siempre habrá obstáculos, pero la perseverancia trae recompensas.
Pero claro, como en toda buena historia, el drama no tardó en llegar. La desgracia golpeó al Real Madrid y a la afición en un instante. Tres de sus hombres clave, Militao, Rodrygo, y Lucas, se marcharon a la sombra del banquillo con el rostro de la tristeza. Militao abandonó el campo en camilla, y eso, amigos, es como ver a un niño perder su juguete favorito. Una imagen desgarradora, y sinceramente, no puedo dejar de sentir solidaridad por los que están sufriendo; yo mismo he tenido lesiones molestas y la frustración es la mejor compañera de viaje.
Rodrygo, anticipando las fiestas, también se marchó con una lesión en el cuádriceps, mientras Lucas tuvo un contratiempo más ligero, pero aún así, esas tres bajas eran una zancadilla por la que todos temíamos caer.
¿Es realmente tan fácil gestionar la presión?
La pregunta del millón, ¿verdad? Ancelotti ahora debía poner a prueba su capacidad para gestionar una plantilla que se ha visto rápida y drásticamente diezmada. Tras una primera parte sin las habituales líneas de defensa, y ahora con varias ivenciones de efectos perturbadores en la segunda parte, la resistencia estaba en el aire, y forzando más cambios, sería un dolor de cabeza.
Partiendo de ahí, Ancelotti, como un buen maestro en una asignatura contradictoria, mostró su valía dirigiendo a los chicos antes de volver al terreno de juego. La realidad del fútbol a nivel de élite es que, a veces, uno debe olvidar las tácticas preestablecidas y jugar con pasión. En este contexto, removió sus cartas y acto seguido, Valverde se vio obligado a posicionarse como lateral, convirtiéndose en una especie de curia entre lo que se veía a sus espaldas y lo que se esperaba que fuese su presente.
La presión del partido seguía aumentando, y aunque quizás no todos los jugadores tomaron las decisiones más sabias en ese momento, el deseo de marcar lo sobrepasaba, lo que se reflejó en el tercer gol, nuevamente de Vinicius tras un pase en profundidad. ¡Bravo, muchachos! El estadio reverberaba con la alegría y en ciertos momentos, entre la risa y el llanto, no podía evitar preguntarme, «¿quién está corriendo más, Vinicius o mi corazón?».
La conclusión: un partido memorable con un poco de desamor
Finalmente, el cuarto gol de la tarde llegó gracias a una astucia creativa de Brahim, quien tras un robo de balón en el área, asistió nuevamente a una victoria de Vinicius, logrando así su hat-trick. La puntuación se elevó a un rotundo 4-0, y los aplausos resonaron por todo el estadio. En cambio, cada metido en su propio dolor y tristeza por los jugadores caídos, muchos se sintieron aliviados de que el Madrid finalmente pudiera sonreír en el campo.
La historia de este partido nos deja con una mezcla de emociones. La victoria demuestra que, a pesar de las dificultades, el talento brilla, pero las lesiones persisten como el eco de un viejo amor que se va. Pero en la vida, así funciona: uno se levanta después de la caída.
La pregunta es, ¿será capaz Ancelotti de contrarrestar el efecto del desgaste físico en su plantilla? Si el equipo puede mantenerse firme a través de los desafíos, solo el tiempo lo dirá. Mientras tanto, el mundo del fútbol sigue girando, y el Real Madrid, con su inquebrantable espíritu, seguirá en la lucha.
Ahora, ¿qué piensan ustedes, aficionados? ¿Podrán los merengues superar esta montaña de lesiones y continuar haciendo temblar a La Liga? ¡Los veré en el próximo partido!