El 25 de noviembre es una fecha marcada en rojo en el calendario mundial. No solo porque es el Día Internacional contra la Violencia Machista, sino porque cada año, decenas de ciudades y pueblos en España se llenan de voces resonantes, pañuelos reivindicativos y pancartas que exigen un alto rotundo a la violencia de género. Este año, más que nunca, el contexto es fundamental para entender el porqué de la necesidad de estas manifestaciones.

¿Qué está en juego este año?

Cuando pensamos en violencia machista, a menudo nos vienen a la mente imágenes dramáticas: mujeres víctimas, testimonios desgarradores y, por supuesto, la frase “¿por qué no se fue antes?”. Yo mismo me he hecho esta pregunta en múltiples ocasiones. Como si existiese una especie de manual de comportamiento que nos dice cómo deberían actuar las mujeres en situaciones de abuso. Pero la realidad es más complicada y profundamente dolorosa. Las manifestaciones del 25 de noviembre no solo buscan visibilizar el problema, sino empoderar a las mujeres y fomentar una conversación que no debe dejarse en el olvido.

Recuerdo mis primeras manifestaciones: la adrenalina de la multitud, los cánticos, las miradas solidarias. Era como si un tornado de energía y propósito se apoderara del aire. Sin embargo, al mismo tiempo, sentía una tristeza profunda al darme cuenta de que cada pancarta representaba una historia de dolor y sufrimiento. ¿Por qué el cambio es tan lento?

La división de marchas: ¿una señal de progreso o un obstáculo?

Este año, Madrid, por tercer año consecutivo, tendrá dos marchas que saldrán a la misma hora. Por un lado, la manifestación tradicional organizada por el Foro de Madrid contra la Violencia a las Mujeres y el Movimiento Feminista de Madrid, que tiene su recorrido desde Cibeles hasta Plaza España, y por otro, la organizada por la Comisión 8M, que aboga por una mirada más integral sobre la violencia de género.

A algunos les puede parecer una división trivial, pero ¿no es irónico que la lucha por la igualdad de género lleve consigo la carga de discordias internas? Por un lado, la propuesta más tradicional y, por el otro, una que se adentra en debates más contemporáneos, como la autodeterminación de género y la prostitución. La pregunta es: ¿realmente estamos en la misma página? ¿O solo estamos repartiendo las voces, como si estuviésemos en una sección de críticas de teatro, donde cada crítica tiene una visión diferente del espectáculo?

Ambas manifestaciones tienen sus propios lemas y objetivos, pero lo que realmente se pone de manifiesto es la diversidad en la lucha por la erradicación de la violencia machista. Este año, el lema de la manifestación del Foro de Madrid es «Combatir el sexismo para erradicar la violencia contra las mujeres». Mientras, en la otra acera, la Comisión 8M nos recuerda que la violencia machista es un fenómeno multifacético, intrínsecamente ligado a una estructura social patriarcal que debe ser desmantelada.

Cifras que aterrorizan: la realidad de las víctimas

Al mirar hacia atrás, el año 2023 ha sido devastador. 55 mujeres fueron asesinadas en España por sus parejas o exparejas, lo que representa un aumento alarmante en comparación con el año anterior. ¿Cómo es posible que, a pesar de los avances legislativos y la visibilidad creciente del problema, las cifras sigan subiendo? ¿No es hora de que revisemos no solo las leyes, sino también nuestra cultura?

Las muertes son solo la parte visible de un iceberg que está profundamente arraigado en nuestra sociedad. La violencia vicaria, la violencia económica y otras formas de abuso también tienen su cuota en una tragedia que tiene raíces culturales y educativas. La chispa de este problema se encuentra en las casas, las escuelas y, en cierto modo, en nuestras redes sociales.

La diversificación de las manifestaciones en otras ciudades españolas

El eco de Madrid no será el único que se escuche; otros lugares en España también se unirán. Desde Valencia, que tendrá marchas el 24 y 25 de noviembre, hasta Barcelona, Cádiz, Bilbao, y muchas más, la acción colectiva será un grito unificado contra la desigualdad de género.

Por ejemplo, en Valencia, la primera manifestación del 24 de noviembre se centrará en violencias machistas y racistas, mientras que la segunda, el 25, abordará el impacto de las recientes catástrofes naturales en la provincia. ¡Qué combinación tan surrealista! Mientras nos ahogamos en letras y palabras en protesta, las inundaciones nos recuerdan que la naturaleza también tiene un rol en esta narrativa de lucha.

Cruzando océanos: el contexto global

A nivel global, la violencia contra las mujeres no es exclusiva de España. Cada rincón del planeta parece tener su propia versión de esta dramática historia. En países como Afganistán, la situación es tenebrosa, y el retroceso en derechos es más que evidente. ¿Hasta cuándo seguiremos permitiendo que las mujeres sean vistas como ciudadanos de segunda clase? En un mundo donde los avances tecnológicos parecen avanzar a pasos agigantados, la lucha por la igualdad parece estar atrapada en un tiempo diferente.

Más allá de las cifras y los datos, lo que me impacta a menudo es la resistencia de las mujeres en todo el mundo. En cada marcha, en cada protesta, en cada testimonio, se encuentra una fortaleza que me hace cuestionar cuántas veces he tenido las agallas de hacer lo mismo. ¿Acaso no deberíamos todos ser parte de esta lucha, independientemente de nuestro género?

Reflexiones finales: ¿qué podemos hacer?

La lucha contra la violencia machista no debe limitarse a una fecha en el calendario, y tampoco se puede permitir que se convierta en un mero evento social. Como hombres, mujeres y disidencias, necesitamos ocupar nuestros espacios en estas marchas, pero, más importante aún, debemos llevar la conversación a nuestras casas, escuelas y lugares de trabajo.

El 25 de noviembre no es el final, sino el comienzo de un esfuerzo continuo para construir un mundo donde las voces de las mujeres no solo sean escuchadas, sino valoradas y respetadas. Así que, si te encuentras en una de estas ciudades, únete. Asiste. Haz ruido. Porque, al final del día, ¿no es eso lo que busca un cambio real?

En un mundo donde tantas preguntas quedan sin respuesta, y donde el dolor parece ser una constante, debemos encontrar el valor de alzar la voz, no solo en las calles, sino en nuestras vidas cotidianas. Todos tenemos un papel que desempeñar en la lucha por un mundo sin violencia. Y recuerda: tu voz cuenta, tu presencia importa, y juntos podemos crear un futuro donde la paz y el respeto sean las verdaderas normativas. ¿Te unes?