El reciente panorama político en las Corts Valencianes podría ser calificado con un solo adjetivo: estático. En un año marcado por la incertidumbre y desafíos naturales como la DANA de octubre, los movimientos en el parlamentario parecen tener la fluidez de un caracol en un día lluvioso. Pero, ¿realmente estamos preparados para analizar un escenario donde la inactividad y el estancamiento parecen ser la norma? ¡Vamos a ello!

La tormenta perfecta: DANA e inacción en el Parlamento

La DANA que azotó la Comunidad Valenciana el 29 de octubre no solo trajo consigo aguas revueltas, sino también un torrente de inactividades en las Corts Valencianes. Imaginen a un grupo de legisladores en medio de lo que debería ser el debate de unos presupuestos tan necesarios como un tazón de caldo en un día de frío. Pero en lugar de hacer frente a las necesidades de la población, el Parlamento se ha convertido en un “erial”, como diría cualquier experto en agricultura de secano.

Sí, es cierto que hay asuntos más serios que el clima a menudo cambiante de la política. Pero, cuando las comisiones se detienen, se siente como si se intentara cultivar una planta en un desierto. ¿A qué se debe la paralización? La ruptura entre el PP y Vox, junto con un cambio de Consell, ha aletargado cualquier tipo de debate significativo que debería haber estado en marcha. En mi experiencia personal, he visto cómo grupos que deberían trabajar juntos a menudo terminan como si estuvieran en un concurso de pintores ciegos. Cada uno tratando de hacer su obra maestra pero sin poder ver lo que está haciendo el otro.

La cruda realidad numérica

¿Se imaginan que en tres meses, Vox solo haya presentado tres iniciativas? Es como si uno de sus representantes se hubiera quedado atrapado en un atasco de tráfico, esperando a que las cosas se muevan y, frustrado, decidiera tomar un desvío hacia la inacción total. Durante este tiempo, la oposición ha intentado presionar, pero parece que las Corts son como una reunión en la que nadie se atreve a romper el hielo.

Según el reglamento de las Corts, las comisiones están obligadas a reunirse al menos una vez al mes. Sin embargo, ha habido momentos en que estas sesiones han sido tan escasas como la lluvia en un verano español. Por ejemplo, la comisión de educación solo se ha convocado una vez, y eso después de meses de inactividad. ¿Qué está sucediendo aquí? Tal vez la pregunta debería ser: ¿es esto realmente lo que los ciudadanos votaron?

Actividades planificadas: ¿una táctica para recuperar el tiempo perdido?

Sobre la preparación para el nuevo año, parece ser que diciembre se ha convertido en un mes de sesiones intensivas, casi como una maratón de preguntas y respuestas en un programa de televisión. En lugar de hacer una adecuada planificación a lo largo del año, los legisladores ahora están alentando a todos a «ponerse al día» con el tiempo perdido. ¿No sería más eficiente hacer este trabajo de manera regular en lugar de concentrarlo en un mes? Es como guardar el reto de hacer ejercicio para el mes de enero; todos sabemos cómo termina eso… con una gran cantidad de esfuerzo en un corto período y una inactividad crónica que sigue.

En este contexto, la actividad en las comisiones se vuelve crucial, siendo la de Industria, Comercio y Turismo la que ha logrado convocarse una vez en noviembre, y eso tras meses de inacción. La contabilidad es clara: ocho reuniones desde mayo de 2023. Es menos que lo esperado en cualquier puesto de trabajo normal, y uno tiene que preguntarse si la política es aún un “trabajo normal”.

La voz de la oposición: ¿silencio o estruendo?

Durante este tiempo de inactividad, el PSPV parece haber levantado la voz más de una vez, solo para escuchar su eco en las Corts. Lo que recuerdo de mis días como activista es que cuando levantas la voz y no recibes respuesta, tiendes a aumentar el volumen. Pero aquí, la oposición parece estar en un interminable ciclo de quejas y lágrimas.

La falta de comparecencias, por parte de los consellers elegidos para abordar estos temas candentes, resalta una ineficiencia que deja mucho que desear. El conseller de educación hizo su presentación, pero con una retahíla de exabruptos que podrían haber desilusionado a más de uno. Han pasado meses desde que se abordó la ley educativa, que, por cierto, está en manos del Constitucional gracias a un recurso impulsado por Compromís. Si la educación no es prioritaria, ¿qué debería serlo?

Nuevas normativas: entre la burocracia y la realidad

Mientras las comisiones languidecen, otras iniciativas se mueven más rápido de lo que uno puede seguir. El ‘Plan Simplifica’ ha sido aprobado con rapidez, pero no sin controversia. Un decreto presentado como una herramienta para reducir la burocracia ha terminado siendo un laberinto legal donde el PP ha añadido una serie de reformas que dejan a los ciudadanos rascándose la cabeza. Todo esto suena a que la «simplificación» es solo un término publicitario, como esos nuevos cereales que promueven ser «sin azúcar» pero que en realidad tienen edulcorantes artificiales.

Es esencial recordar que esta forma de gobernar, a golpe de decreto y en un constante estado de ineficiencia, pone en jaque el futuro político de la Comunidad Valenciana. La forma en la que el nuevo Consell ha manejado las situaciones críticas debería sentar un precedente. Pero, cuando miro hacia atrás, a veces me pregunto, ¿dónde está la transparencia que tanto se ha prometido?

Reflexiones finales: una llamada a la acción

Finalmente, no puedo evitar sentir una mezcla de frustración y esperanza. La situación en las Corts Valencianes, con su tejido de cambios, inacciones y promesas no cumplidas, podría ser una metáfora de muchos aspectos de nuestra vida cotidiana. ¿Cuántas veces hemos sentido que las cosas no avanzan, aunque todos están en la misma habitación? En nuestra vida laboral, en nuestras relaciones personales y, sin duda, en el ámbito político.

La pregunta que me queda es: ¿será que después de esta gira eterna de charlas y acciones desperdiciadas llegará el momento en que la Corts se despierte de este letargo en el que está sumida? La verdad es que, en la política, como en cualquier otro aspecto de la vida, siempre hay lugar para el cambio. Y si hay algo que hemos presenciado, es que el cambio muchas veces llega inesperadamente, como esa lluvia de verano que puede hacer florecer un desierto.

Así, con un chiste en la mente y un deseo de cambio en el corazón, me despido. ¿Quién sabe? Quizás la próxima vez que abordemos el tema, será con un aire renovado y poco a poco, el caracol empiece a avanzar al ritmo de lo que la gente realmente necesita.