Como dice el viejo refrán, “La fe mueve montañas”, pero ¿qué pasa cuando esas montañas son en realidad muros que discriminan y reniegan de la diversidad? En tiempos en que el mundo camina hacia una mayor aceptación de la comunidad LGBTQ+, la Iglesia católica parece quedar atrapada en un tiempo en donde las posturas, aunque cambiantes, necesitan aún una revolución interna.

En este artículo, vamos a dialogar sobre la reciente polémica que envuelve a la Iglesia en España y su relación con las terapias de conversión, esos métodos tan controvertidos que afirman poder «curar» la homosexualidad. Pero antes de entrar en el meollo del asunto, hagamos un pequeño viaje a través de la historia—ya que, como toda buena historia, “tienes que entender el pasado para poder hacer frente al futuro”.

La denuncia que sacudió a la Iglesia

Recientemente, la Asociación Española contra las Terapias de Conversión ha lanzado una bomba en forma de denuncia. ¿Sabías que siete diócesis en España, entre ellas las de Valencia, Madrid y Barcelona, estaban supuestamente organizando actos relacionados con estas terapias? Sí, en el siglo XXI, en países avanzados, tenemos diócesis que incitan a prácticas que deberían haber quedado en el pasado, como en una mala sitcom de los años 80.

Uno de los casos más destacados fue el de la Parroquia de San Miguel y San Sebastián en Valencia, la cual al parecer albergó un evento el 28 de junio de 2023, coincidiendo con el Día del Orgullo LGBTQ+. Como si quisieran darle la vuelta a la celebración, la parroquia decidió acoger un acto que promovía estas controvertidas sesiones de «conversión». Una ironía más grande que las figuras de la serie de los 90, donde todo el mundo pensaba que podían «curar» la homosexualidad con técnicas arcaicas.

Un testimonio impactante

El joven Xavi Martínez, quien se identificó como víctima de estas prácticas, relata que en las diócesis de Valencia se veían obligados a “boxear para aprender a ser hombres”. Y yo me pregunto, ¿realmente boxear te convierte en hombre o simplemente te deja con unos moratones que nunca se irán? Sus palabras lloran en un mar de sufrimiento acumulado a través de años de discriminación y rechazo.

En una entrevista, Xavi recuerda cómo estos métodos brutales y claramente disfuncionales intentaban imponer una «normalidad» en una identidad que es perfectamente válida. La sinceridad y vulnerabilidad en su testimonio nos muestran la lucha de muchos, que se ven obligados a una presión social y religiosa que debería, en teoría, promover el amor y la compasión.

La postura de los obispos: ¿compasión o condena?

Entonces, aquí llegamos a un punto crucial: ¿qué dice la Iglesia frente a estas prácticas? En 2018, el obispo José Ignacio Munilla, conocido por sus opiniones controversiales, publicó su libro «Dios te quiere feliz». En esta obra, no solo se refiere a las emociones humanas a través del prisma de la Iglesia, sino que también toca el tema de la atracción hacia el mismo sexo. A pesar de algunas declaraciones de apertura, se enmarca bajo un contexto que aún denota discriminación.

En uno de sus párrafos, Munilla dice que la Iglesia tiene la obligación de acoger a las personas homosexuales. Sin embargo, ¿por qué la aceptación viene con un pero? ¿Es realmente compasión lo que ofrecían o simplemente una fachada para camuflar su rechazo?

Polémicas frases

En una entrevista reciente, Munilla defendió a un docente que, según informes, estaba aplicando terapias de conversión a jóvenes en un colegio de Valencia. «Es como si se dice que aquí todo el mundo tiene derecho a salir del armario, pero por la puerta que tú me digas», comentó. Personalmente, me suena tan absurdo que casi da risa, si no fuera tan trágico.

Defender la idea de que un profesor debe tener libertad para «acompañar» a estudiantes a salir de su homosexualidad no solo es problemático, sino que raya en la violación de derechos fundamentales. ¿Quiénes son ellos para decidir qué es un «problema personal»?

La lucha de un colectivo

Desde hace años, las voces de activistas y personas LGBTQ+ se han alzado contra estas prácticas, que numerosos expertos han calificado de tóxicas y dañinas. El rechazo a estas terapias no es solo una cuestión de derechos humanos, sino también de salud mental. La comunidad médica internacional condena estas prácticas por su alto nivel de daño psicológico.

A esto se suma la presión social que sigue existiendo en muchas comunidades, donde las enseñanzas religiosas pueden chocar peligrosamente con la búsqueda de aceptación por parte de individuos que solo desean ser quienes son.

El papel de la sociedad actual

Enfrentados a esta realidad, muchas personas se preguntan: ¿cómo podemos abordar este dilema en nuestra actualidad? La respuesta está en la información y la educación. Es fundamental comprender que la sexualidad es parte de la diversidad humana, y que esta diversidad debe ser celebrada, no reprimida.

A medida que avanzamos hacia un futuro más inclusivo, es imperativo buscar fuentes de información que nos permitan tomar decisiones basadas en la ciencia y no en prejuicios. Así, podemos crear un entorno seguro y acogedor donde todas las identidades sean respetadas.

Un cambio necesario

Por supuesto, no todo es blanco y negro. Las instituciones, incluida la Iglesia, pueden evolucionar. Hablando desde mi experiencia, he visto cómo ciertas organizaciones han comenzado a abrirse al diálogo, a aceptar y a trabajar en conjunción con profesionales de la salud mental. Eso debe ser celebrado.

La carta de la Congregación para la Doctrina de la Fe de 1975, que hace eco de la compasión hacia las personas homosexuales, debería ser el primer paso hacia un cambio genuino, lejos de las terapias de conversión.

Mirando hacia el futuro

Así que, al mirar de frente esta controversia, me encuentro esperanzado. La conversación sobre la identidad sexual y el papel de la Iglesia no es un tema que deba seguir en la penumbra. Crear conciencia es vital, y la manera de hacerlo es a través de la educación y la empatía.

El hecho de que más personas estén dispuestas a hablar sobre sus experiencias, como Xavi Martínez, es un indicador claro de que hay un movimiento en marcha. Tal vez, un día, nuestras iglesias podrán ser verdaderos refugios de amor y comprensión, donde las diferencias no sean vistas como «desviaciones», sino como verdaderos reflejos de la maravillosa diversidad de la vida.

Conclusión: Un llamado a la reflexión y la acción

En este viaje para desmantelar los mitos alrededor de la homosexualidad y las terapias de conversión, es vital cuestionarnos: ¿qué legado queremos dejar a las próximas generaciones? ¿Una sociedad que acepte sin condiciones o una que aún sucumba al miedo y la ignorancia?

Al final, toda esta controversia nos lleva a una pregunta sincera: ¿seremos capaces de abrir nuestros corazones antes de cerrar nuestras mentes?

La lucha no termina aquí. Es un llamado a todos para abogar por el respeto, la empatía y la igualdad en todos los ámbitos de la vida. Te invito a ser parte de esta conversación y a contribuir al cambio que ya muchos están impulsando. Recuerda, ser tú mismo es el mejor regalo que puedes ofrecer al mundo.