La situación política en España es, sin duda, un tema que despierta pasiones. Desde el 2015, ha habido un fenómeno curioso y, a menudo frustrante, que ha llevado a muchos a preguntarnos: ¿por qué parece que ya no se gobierna? El director de la Cátedra de Políticas Públicas de la Universidad de Murcia, Ismael Crespo, lo ha ido desmenuzando en el seminario «Reformas electorales y gobernabilidad». ¿Te has dado cuenta de que dos votos pueden marcar la diferencia en la política española? Vamos a explorar a fondo esta enrevesada trama política, las complicaciones de una gobernanza en un sistema multipartidista y quizás, con un poco de suerte y humor, encontrar algunas respuestas.
La llegada del multipartidismo y el fin del bipartidismo
En 2015, España vivió un cambio radical en su panorama político. La aparición de nuevos actores políticos, como Ciudadanos y Podemos, rompió el tradicional sistema bipartidista que había dominado el país desde la restauración democrática. Ahora, con más partidos en el juego, las cartas se barajan de nuevo, y cada uno de ellos representa un grupo distinto de intereses. Esa «nueva normalidad» suena muy religiosa, pero realmente es más política que otra cosa.
Antes, los grandes partidos podían formar mayorías y llevar a cabo políticas sin mayores complicaciones. ¡Ah, los buenos viejos tiempos! ¿Te imaginas a un grupo de amigos que siempre se ponía de acuerdo para ir a cenar? Ahora estamos hablando de una reunión de amigos donde cada uno tiene una preferencia y nadie quiere ceder ni un milímetro. Definitivamente, no hay pizza suficiente para todos.
Las coaliciones y su fragilidad
Como bien apunta el profesor Alexandre Català, el contexto actual ha obligado a la creación de coaliciones frágiles. Es como ese matrimonio donde la pareja decidió tener tres hijos y ahora no hay más que tirones y peleas en el salón por ver quién se queda con el control remoto. Los políticos tienen que hacer malabares constantes para mantener la paz entre sus socios de gobierno.
El diálogo entre Izquierda Unida y el PSOE, por ejemplo, nos regala horas de entretenimiento político, pero ¿es realmente efectivo? Si las coaliciones son susceptibles al chantaje político, los acuerdos pueden verse comprometidos en cualquier momento, poniendo en peligro la gobernabilidad del país. ¿No sería más fácil ponerse de acuerdo en un menú de cena?
«Desde hace aproximadamente cinco años tenemos gobiernos en coalición o en minoría en la mayoría de las Comunidades Autónomas», dice Crespo. El resultado es claro: parálisis gubernamental. Cada vez que un partido choca con otro, los ciudadanos sienten que las decisiones se congelan, como si el país estuviera atrapado en el limbo de la indecisión.
La representación y su tensión con la gobernabilidad
La idea de la representación se ha vuelto un concepto recurrente en este debate. Es un término que suena muy bonito en teoría, pero en la práctica se siente como ese amigo que llega tarde a la fiesta, justo cuando están por recoger los platos. La llegada de más partidos al parlamento evidencia una falta de representación territorial real, dado que la «élite política es totalmente capitalina».
Es bastante curioso. Los representantes que estamos eligiendo para llevar nuestras voces a las instituciones tienden a ser los mismos que siempre hemos tenido: son esos que han tenido que mudarse a Madrid para poder avanzar en sus carreras políticas. ¿Qué pasa con aquellos que intentan hacer política desde comunidades más pequeñas? Es como si intentaras competir en un concurso nacional de talentos, pero tu talento olvidara que también existe la música regional.
El dilema entre representación y estabilidad
La clave de la gobernabilidad parece vivir en el dilema de busca equilibrio entre estabilidad y representatividad. En este sentido, el diputado que realmente representa a su comunidad necesita ceder un poco para poder formar un gobierno sólido; sin embargo, esto a menudo lleva a una falta de consenso y a la frustración del ciudadano común.
Es este juego de equilibrio que a menudo se siente como caminar una cuerda floja: cada paso que dan los partidos es como intentar sincronizarse para realizar una compleja danza de acuerdo. A veces, el baile es fluido y elegante; otras, parece más bien un desastre. ¿Quién no ha tenido un momento así en una fiesta? Todos tratando de coordinarse en una pista de baile, pero al final terminando en una patética lucha por no caer.
La propuesta de reformas electorales
Ante esta situación de ingobernabilidad, Crespo y otros expertos presentes en el seminario han comenzado a discutir posibles reformas electorales e institucionales para la mejoría del sistema. ¿Y por qué no? Cada vez que la política se convierte en un rompecabezas imposible de resolver, es lógico plantear si debemos cambiar las reglas del juego.
Una de las propuestas más interesantes ha sido considerar el modelo de investidura del Lehendakari en el País Vasco. Este modelo, según Crespo, podría ser la solución para evitar bloqueos políticos. ¿Te imaginas que nuevos temas pudieran ser discutidos durante una comida familiar tensa? Eso sería un alivio. Ciertamente, este modelo vasco ha tenido éxito al permitir negociaciones más fluidas, y en consecuencia, gobiernos más estables. ¿Qué tal si lo llevamos a la práctica en el resto del país?
Sin embargo, las reformas no son una solución mágica. Puede ser que encapsuladas en discursos hermosos y propuestas elaboradas, las reformas sean joyas brillantes que nunca ven la luz del día. La historia ha demostrado que los cambios difíciles tienden a enfrentar resistencia. Claro, como cualquier intento de cambiar el menú familiar: «Pero, ¿por qué debemos dejar de comer lentejas cada viernes?»
Vinculación de la política y los ciudadanos
Una cuestión que estuvo presente durante el seminario fue el vínculo entre política y ciudadanía. En medio de tanto debate y voz baja, no debemos olvidarnos de la razón de ser de la política: el ciudadano. Dicho esto, muchas veces los políticos parecen olvidarse de que su trabajo es servir a la población, no a sí mismos.
La siguiente pregunta puede surgir: ¿realmente nos sentimos representados en este nuevo entorno político? Muchos podrán sentir que su voz no es escuchada, que sus preocupaciones no son atendidas y que el juego de las mayorías y minorías termina por dejar a varios sectores de la sociedad en la sombra. Así, la generación de políticas y leyes efectivas debe ir acompañada de un compromiso firme para informar, involucrar y conectar con los ciudadanos. Esto no es solo una tarea de los políticos, sino también de la ciudadanía. Aquí es donde el verdadero poder de la democracia entra en juego.
Reflexiones finales
Al final del día, lo que está en juego aquí es la capacidad de gobernar y la estabilidad política como pilares fundamentales de cualquier democracia. Las respuestas al dilema de la gobernabilidad en España pueden no ser fáciles de encontrar, pero las discusiones sobre reformas electorales son un buen punto de partida. La posibilidad de que se realicen cambios podría reavivar la esperanza de lograr una política más eficaz, más representativa, o al menos menos caótica.
Y así, mientras continúan las conversaciones entre expertos, los ciudadanos esperan con expectativa a que esos diálogos se traduzcan en acciones. Sin embargo, como en cualquier historia política, la incertidumbre sigue flotando en el aire. Después de todo, la política no es solo un juego de palabras y números; es una danza compleja entre habilidades, necesidades y esperanzas. ¿Y qué sería la vida sin un poco de incertidumbre y drama?
Porque, al final del día, cuando apagamos las luces de la política, lo que todos realmente queremos es un futuro donde sentirnos escuchados, donde nuestras voces cuenten, y, quizás, donde podamos comer un buen platillo sin la angustia de saber cómo nuestro país está siendo gobernado.