La violencia de género es uno de esos temas incómodos de los que preferiríamos no hablar, como la abuela que se emborracha en las fiestas familiares. Pero, lamentablemente, es un problema que no desaparece y, como hemos visto recientemente, sigue cobrando vidas. El 1 de febrero de 2023, una mujer de 40 años, madre de tres hijos, perdida de manera devastadora en Sama, Asturias, ha dejado una vez más en evidencia la crueldad de la violencia machista. Karilenia fue presuntamente asesinada por su pareja, mientras que un rasante grupo de testigos presenció la angustia de su huida, con un cuchillo en mano de su agresor.

Este caso en particular nos lleva a reflexionar sobre las múltiples capas de esta problemática y lo que implica en nuestra sociedad. De hecho, el año comenzó con una buena noticia: enero no registró asesinatos machistas. Sin embargo, lo que se puede considerar una «victoria» se ensombrece al constatar que dos vidas se perdieron de formas igualmente trágicas, aunque no figuren oficialmente como crímenes machistas. En este artículo, abordaremos no solo el caso de Karilenia, sino también el contexto más amplio de la violencia de género en España, analizando los factores sociales, políticos y culturales que influyen en esta alarmante problemática.

La violencia estructural de género: ¿de qué hablamos?

El término «violencia de género» se refiere a cualquier acto de violencia que se comete contra una mujer en función de su género, y puede manifestarse de múltiples formas: físicas, psicológicas, económicas, sexuales. Según los datos del Ministerio de Igualdad, desde el 1 de enero de 2003 hasta el 31 de diciembre de 2023, se han registrado 1.293 víctimas mortales de violencia machista en España. En un país que aún alberga una significativa disconformidad hacia la igualdad de género, esta cifra es espeluznante.

Pero, ¿por qué persistimos como sociedad en permitir que esto ocurra? La violencia de género es un reflejo de la desigualdad de género incrustada en nuestras costumbres, normas sociales y, sí, hasta en nuestras conversaciones cotidianas. Es como ese viejo chisme que se sigue compartiendo en cada reunión. Debemos desmantelarlo, pero puede ser difícil; incluso a veces, parece que nos cuesta más trabajo que explicarle a nuestra abuela que «ya no se usa eso de las tareas del hogar como en sus tiempos».

La mirada institucional y social

Las autoridades locales y el Gobierno de Asturias han hecho un llamado a la sociedad para combatir esta violencia. La Delegación del Gobierno, el Ayuntamiento de Langreo y el Gobierno del Principado de Asturias se unieron en un comunicado conjunto condenando el asesinato y ofreciendo apoyo psicológico y jurídico a las víctimas. La movilización en redes sociales y las concentraciones resultan ser una respuesta colectiva que, aunque necesaria, también nos lleva a hacernos preguntas incómodas: ¿podemos esperar cambios reales con palabras solas? ¿O la acción debe ir acompañada de un compromiso continuo para erradicar la violencia de género?

Hay algo que mi madre siempre decía: «Las palabras son solo el primer paso». La acción sigue siendo la verdadera herramienta para el cambio. Pero, ¿qué significa “acción” en este contexto? La educación, la sensibilización y el apoyo a las víctimas son claves. A menudo, creemos que una concentración tras una tragedia es suficiente, pero luego el silencio regresa como un viejo amigo que no sabemos cómo apartar.

La respuesta social a la violencia de género

La violencia de género no se limita a un fenómeno aislado. En un momento en que las redes sociales son el megáfono que amplifica nuestros sueños y dilemas, es alentador ver cómo los temas de violencia de género resuenan y se convierten en trending topics. La manifestación y convocatoria de apoyos, como la concentración programada para el 1 de febrero ante el Ayuntamiento de Langreo, son pasos importantes en la lucha contra esta violencia.

A menudo, los debates sobre cómo abordar la violencia de género pueden volverse tensos. ¿Quién puede hablar y quién debería hacerlo? La mayoría de nosotros sería capaz de dar un discurso apasionado sobre lo injusto que es todo esto, pero la pregunta real es: ¿qué hacemos después de esas palabras?

Por fortuna, cada vez es más común ver a sobrevivientes y activistas levantando la voz. Su testimonio puede ser la chispa que enciende la lucha de otros. ¿No es maravilloso pensar que uno de nosotros podría ser quien comparte la historia que motive ese cambio? Esa pequeña pero significativa acción puede tener un impacto enorme.

¿Por qué la educación es clave?

Imagina un mundo donde nuestros hijos y nietos crecen comprendiendo la igualdad de género, donde la violencia no tenga cabida. Si educáramos a las nuevas generaciones sobre el respeto, la violencia de género podría convertirse en un eco lejano, quizás una historia de un pasado obscuro. Pero entonces, ¿por dónde comenzamos?

Las escuelas son un excelente espacio para aplicar programas de educación sobre la igualdad de género. Desde actividades que fomenten el respeto mutuo hasta talleres para padres sobre la prevención de la violencia, estas acciones pueden crear una cultura de igualdad desde la infancia. Claro, habrá padres que se incomoden al ver temas como estos en el aula, pero ¿no valdría la pena enfrentar esa incomodidad si eso significa salvar vidas?

Además, el acompañamiento psicológico y emocional en estas circunstancias es vital. La recuperación no se limita a un tratamiento médico; también incluye un proceso de curación psicológico que permite a las víctimas y sobrevivientes reconstruirse.

Desmontando mitos sobre la violencia de género

Uno de los mitos más dañinos es que la violencia de género solo afecta a ciertos grupos socioeconómicos. ¡Error! Este problema atraviesa todas las clases sociales, edades y contextos. Te lo puedo resumir en una frase: La violencia machista es una plaga que no selecciona a sus víctimas.

También hay quienes argumentan que «hay que atender primero a las víctimas indirectas», como puede ser el caso de un hombre que pierde a su pareja, que en el contexto de la nueva ley de violencia de género en discusión en Castilla y León se denomina «violencia vicaria». Esto lleva a la pregunta: ¿no deberían todas las vidas ser igualmente valoradas sin necesidad de clasificaciones? La violencia no se mide por la proximidad de una relación, sino por el impacto que provoca.

Recursos disponibles para víctimas

En momentos de crisis, siempre es útil recordar que hay recursos a nuestra disposición. Por ejemplo, el teléfono 016 ofrece atención a mujeres víctimas de violencia machista las 24 horas del día. Este servicio, al que se accede en 53 idiomas, es una vía vital para recibir el apoyo necesario. La atención a través de WhatsApp también ha abierto la puerta a mayor accesibilidad, así que si conoces a alguien que se encuentre en esta situación, no dudes en brindarle esta información.

Además, contar con la aplicación ALERTCOPS, que permite alertar a la Policía desde el móvil, puede resultar invaluable. Imagina la tranquilidad de saber que, en una situación de peligro, tienes el poder de actuar a solo un clic de distancia.

Reflexiones finales: hacia un cambio real

Una mujer ha perdido la vida, y es un recordatorio de que cada día cuenta en esta lucha. Las condenas y los apoyos institucionales son importantes, pero aún queda mucho camino por recorrer. La violencia de género necesita ser erradicada, no solo contenida.

Aquí entra cada uno de nosotros. La lucha no es solo de las mujeres, sino de toda la sociedad. ¿Estamos dispuestos a dejar una huella que asegure que futuras generaciones no tengan que lidiar con esta sinrazón? La verdadera revolución empieza en nosotros mismos, desde el respeto que cultivamos en el hogar hasta el apoyo que mostramos a quienes nos rodean.

Si cada uno de nosotros decide hablar, educar y actuar, podremos estar un paso más cerca de transformar nuestra sociedad. ¿Y tú? ¿Qué firmeza tienes para hacer frente a la violencia de género? La palabra es poderosa, pero las acciones son las que realmente cambian el mundo.

Así que la próxima vez que oigas una broma inapropiada o un comentario que refleje desigualdad, pregúntate: «¿Lo permito o lo señalo?». Esa puede ser la chispa del cambio que tanto necesitamos. Karilenia y tantas otras merecen memoria y acción. Juntos, podemos hacer que la violencia de género no vuelva a formar parte de nuestra historia.