En un giro sorprendente para muchos, la CDU ha regresado al centro del escenario político alemán tras ganar las recientes elecciones, planteando preguntas sobre la dinámica política en toda Europa. La victoria del partido liderado por Friedrich Merz ha dejado a los socialdemócratas de Olaf Scholz en una posición incierta, cayendo a la tercera fuerza después de haber sido los más votados en los anteriores comicios. ¿Qué significa esto para España y cómo se pueden leer estos eventos en un contexto más amplio? ¿Estamos realmente listos para reflexionar sobre las lecciones que se podrían extraer de una elección?
Un cambio de rumbo en Alemania
La euforia en el seno del Partido Popular (PP) español tras la victoria de la CDU no se hizo esperar. Alberto Núñez Feijóo, líder de la oposición, no perdió la oportunidad de enfatizar lo que considera una «legitimidad» que el gobierno debería aceptar. “En Alemania, quien gana gobierna”, afirmó Feijóo, destacando la falta de un enfoque similar en España después de las elecciones de 2023.
Hablemos de esto. ¿Por qué parece haber una desconexión entre las democracias europeas en términos de gobernabilidad? ¿Es esta una crítica válida hacia el modelo español? Yo, como muchos, he sentido esa frustración de ver elecciones que parecen más un juego de ajedrez que un verdadero reflejo de la voluntad popular. ¿Cuántas veces nos hemos preguntado si el que gana realmente puede gobernar?
La posición de Olaf Scholz
Uno de los puntos más destacados de la reciente contienda electoral ha sido la postura adoptada por Olaf Scholz, quien ha tenido la valentía de reconocer la derrota y asumir la responsabilidad. En su discurso, no solo felicitó a Merz por su éxito, sino que también mostró su disposición a evitar cooperar con la extrema derecha. Este gesto ha resonado en muchos, pero también ha suscitado dudas. ¿Es suficiente esto para que los ciudadanos confíen de nuevo en su liderazgo?
Un lamento español
Haciendo una transición inteligente de la situación alemana a la española, Feijóo ha mencionado cómo Pedro Sánchez debería tomar nota de la actitud de Scholz. “Si en España existiese la disposición a reconocer los resultados, la situación sería muy diferente”, dice. ¿Es posible que realmente se pueda llegar a un acuerdo constructivo entre las partes?
De manera anecdótica, recuerdo una vez que, después de una acalorada discusión en una cena familiar, decidimos todos que sería mejor aceptar las decisiones del grupo en futuras actividades. Aunque terminó en un aluvión de risa y buenos momentos, se trataba de un simple pase en la política familiar que, al parecer, sigue sin llegar a la esfera pública.
La división política en Europa
Ciertamente, la victoria de la CDU pone de manifiesto una división significativa en la política alemana, que se refleja también en el resto de Europa. La ascensión de la ultraderecha, que se ha convertido en la segunda fuerza del país, plantea preguntas inquietantes sobre el futuro político. Feijóo no se ha hecho eco de esta idea y ha expresado sus preocupaciones: “No es una buena noticia”. Mirando hacia atrás, ¿quién podría haber pensado que veríamos tal auge de estos grupos en el seno de una Europa unida?
Esto me lleva a recordar un antiguo dicho sobre cómo, al mirar hacia atrás, podemos ver nuestro futuro. ¿Realmente estamos abordando los problemas fundamentales que han permitido que estos movimientos ganen tracción? Muchos en nuestra comunidad se sienten olvidados, débiles y atrapados. Y si no se aborda lo que llevan en su corazón, el descontento puede llevar a decisiones que se alejan de la razón.
La cuestión migratoria
Uno de los temas más candentes que Feijóo aborda es el tema de la inmigración y cómo la falta de una política sólida en España ha contribuido al crecimiento del descontento social. Está claro que muchos países enfrentan un dilema difícil, pero la magnitud del desafío se ve más alto en unilateralidades que en un enfoque multifacético del problema.
Como alguien que ha vivido en varias naciones, puedo afirmar que la inmigración siempre ha sido un tema espinoso. En cada conversación internacional que he tenido, se presenta la pregunta: ¿hasta dónde también somos responsables de las vidas que levantamos? En el caso de la política, parece ser una pregunta más difícil de contestar.
El llamado a la cohesión
Feijóo ha instado a Sánchez a seguir el ejemplo de una Alemania que parece estar centrada en la cooperación y en resolver sus problemas políticos en lugar de ver las diferencias como una barrera. Esto pone en tela de juicio el modo en que se ha llevado la política en España y si la fragmentación va a hacer continua reacción a separado en lugar de agradecer la diversidad como responsable. ¿Nos hemos olvidado de que las diferencias son a menudo nuestras mayores fortunas?
Considerando las diversas respuestas a varios problemas, parece que la solución debe venir desde dentro y no ser impuesta desde fuera. El problema es: ¿estamos listos para dejar atrás nuestras diferencias y unirnos en pro del bienestar colectivo?
Una lección para el futuro
Sin duda, la victoria de la CDU es un evento que nos llevaría a reflexionar sobre el rumbo de la política internacional. Las elecciones son un espejo de la sociedad, y la forma en que se desarrollan nos habla tanto de la salud de una democracia como de nuestra capacidad para manejar las diferencias. La ironía de esta situación es que, a pesar de los grandes altibajos, algunos principios parecen ser eternos: el respeto por la elección del pueblo y la necesidad de aceptar la diversidad como un recurso, no como un obstáculo.
Por último, aunque es fácil caer en la desesperación al mirar el panorama actual, hay un rayo de esperanza. Las elecciones de la CDU parecen demostrar que la política todavía puede ofrecer un camino hacia la estabilidad, incluso cuando las fuerzas contrastadas chocan. Quizás esto sea una oportunidad para aprender de la experiencia alemana y preguntarnos: ¿cómo podemos construir un futuro más inclusivo, solidario y responsable?
Así que la próxima vez que tengamos una discusión sobre elecciones, no olvidemos que el diálogo puede construir puentes en los lugares más inesperados. Y, tal vez, en lugar de temer a la política, deberíamos aprender a bailarla, porque, después de todo, la vida es una (compleja) danza.