En un mundo donde las noticias parecen cambiar a una velocidad vertiginosa, pocos eventos parecen tan relevantes como el reciente aviso de Izquierda Unida (IU). En esta ocasión, su coordinador federal, Antonio Maíllo, ha lanzado un mensaje claro: es hora de dejar a un lado las diferencias internas y trabajar juntos para evitar que la derecha y la ultraderecha se hagan con el gobierno de España. Pero, ¿es suficiente solo con una llamada a la unidad? Vamos a desmenuzar lo que esto significa para la izquierda en el país, y por extensión, para toda la democracia.
¿Qué está en juego?
Para entender la magnitud de este llamado a la unidad, echemos un vistazo a la situación política actual. Con un panorama que a menudo parece más caótico que una película de acción de Hollywood, la polarización está en niveles extremos. Al igual que en una película donde los buenos deben unirse para derrotar a un villano (en este caso, la derecha y la ultraderecha), Maíllo hace hincapié en que ahora más que nunca, la unidad es clave. Pero, ¿realmente hay tiempo para aparcar las diferencias? ¿O estamos ante un grupo de héroes que deben aprender a dejar de lado sus egos?
Recuerdo una conversación que tuve con un grupo de amigos políticos, donde uno de ellos bromeó que debería haber una aplicación para encontrar puntos en común entre ideologías. Para muchos, esto puede sonar ridículo, pero, ¿no sería genial? Mientras tanto, en el mundo real, Maíllo ha hecho las cuentas y ha decidido que, si no hay una unidad estratégica, los esfuerzos de la izquierda en España podrían ser en vano.
El contexto internacional: lecciones de la historia reciente
La presión no solo proviene del interior del país. La victoria de Donald Trump en EE.UU. y el ecosistema político en países como Argentina y los conflictos en Bolivia han demostrado que la reacción de la derecha no es un fenómeno aislado. Al contrario, es un movimiento global que arrastra consigo una ola de autoritarismo y una erosión de derechos democráticos que no podemos ignorar. La historia nos enseñó que, frente a tales desafíos, la desunión solo fortalece la causa de nuestros oponentes.
Recuerdo un viaje a Buenos Aires donde me sorprendió escuchar a un economista argentino decir que la política es como un tango: necesitan dos para bailar, pero parece que muchas veces, en lugar de bailar, nos pisamos los pies. Esa es la imagen que se me viene a la mente cuando pienso en la fragmentación de la izquierda en España. ¿No sería mucho más agradable hacer un tango coordinado en vez de una competición de pisotones?
Un llamado a la reflexión: el «cuanto peor, mejor»
Maíllo ha sido claro al advertir sobre la actitud de «cuanto peor, mejor», que parece estar arraigada en algunos sectores de la izquierda. Esta frase, que suena más a un mantra que a una estrategia, deja entrever que algunos podrían preferir una situación más crítica, pensando que esto beneficiaría a su partido a largo plazo. No obstante, la realidad es que ese enfoque puede ser tanto autodestructivo como arriesgado.
En mi experiencia personal, he tenido compañeros que se aferran a esta mentalidad, creyendo que cuanto más caótico sea el mundo, más importantes se volverán. Sin embargo, al ver a su partido desmoronarse como un castillo de naipes, uno no puede evitar preguntarse: ¿vale la pena? La respuesta, como muchos saben, es un rotundo «no».
La importancia de las elecciones primarias en Sumar
En un gesto que puede ser visto como un intento de reconciliación, IU ha pedido la implementación de primarias abiertas en Sumar, sugiriendo que esto podría atraer a más miembros de Podemos al redil. Al abordar a la ministra Yolanda Díaz, quien como todos sabemos, ha mostrado su capacidad en varios ámbitos, Maíllo propone que su papel debe ser aún más prominente… en algunos casos, incluso mejorado.
Es curioso cómo, a menudo, la política se asemeja a un partido de fútbol. A veces, es necesario hacer cambios estratégicos para mejorar el rendimiento sin representar una debacle total. ¿Quién no ha visto a su equipo favorito caer en una racha de victorias y pensar, «quizás necesiten probar un nuevo planteamiento»? ¡Vamos, no hace falta ser un genio para darse cuenta de eso! Esta es la clave de lo que sugerimos: un nuevo impulso para optimizar lo que ya funciona.
La lucha cultural: el futuro de las conquistas sociales
Pero no todo es tan sencillo. Maíllo recuerda que es fundamental no rendirse ante el avance de la derecha. En su informe, plantea que la disputa cultural e ideológica en curso no puede darse por perdida. Y es que, aquí es donde realmente se juega el futuro. Si la izquierda no se articula y se une, corremos el riesgo de ver deteriorarse los derechos sociales y políticos que tanto hemos luchado por defender.
Así como en un buen plato de comida, donde cada ingrediente cuenta, aquí cada voz y cada sector es crucial. ¿Recuerdas aquella vez que intentaste hacer la receta de la abuela pero decidiste omitir el ajo? Resultó que tu plato no solo no sabía igual, sino que, ¡menuda decepción! La conclusión es clara: todos los ingredientes deben estar en su sitio.
La advertencia de que un gobierno de la derecha puede acabar con las conquistas sociales es real. No podemos perder de vista que estamos ante un horizonte donde los derechos, que hoy consideramos indiscutibles, podrían convertirse en objetos de reivindicación futura. Aquí es donde entra la necesidad de construir una estrategia clara y efectiva para presentar un frente unido y fuerte.
La responsabilidad histórica de IU
«Siempre hay una salida», dice una vieja canción y, a veces, parece que en la política se olvidan de esta simplicidad. IU tiene una responsabilidad histórica. No se trata solo de sobrevivir, sino de construir un proyecto estratégico futuro. Hay que transformar el pasado no como un peso a cargar, sino como un legado que nos defina y nos impulse.
Así que, ¿cómo se traduce todo esto en acciones y decisiones concretas? ¿Acaso estamos hablando de un nuevo tipo de liderazgo? Sí, lo estamos. Maíllo hace un llamado claro a abandonar las jerarquías tradicionales en favor de un liderazgo basado en la cooperación, la ejemplaridad y una ética de trabajo social. ¡Menos líderes de papel y más líderes de acción!
¿Qué pasaría si no nos unimos?
Imagina que no lo hacemos. Imagina a la derecha recuperando el poder, eliminando avances sociales que hemos conseguido durante décadas. Sería como tener un viaje programado a la playa, y a última hora, decidir quedarnos en casa… en un día de lluvia. Por supuesto, sería una decisión que lamentaríamos. Por ello, no hay margen para la complacencia. Si no comenzamos a hacer un esfuerzo consciente para unir fuerzas, podríamos muy bien encontrarnos en una travesía llena de tormentas, donde nos veríamos obligados a reivindicar derechos que hoy damos por sentados.
Creo que todos aquí podemos coincidir en algo: la historia tiene la fea costumbre de repetirse. Y si la derecha ha demostrado algo en el pasado es que, cuando se desata, no se detiene fácilmente. Así que si somos conscientes de que hay un fuego afuera, ¿no sería mejor unir nuestras mangueras antes de que se convierta en un incendio?
Conclusión: hacia un futuro unido
Antonio Maíllo ha lanzado un llamado que va más allá delo que podemos ver en las noticias. Es un llamado a la empatía, às acciones solidarias y al trabajo conjunto. Desde un punto de vista estratégico, el tiempo de hablar ha llegado a su fin; lo que necesitamos ahora son acciones concretas. Si la izquierda no encuentra la manera de colaborar, podríamos perder no solo nuestras elecciones, sino las conquistas que tanto nos han costado.
Así que, mientras las diferencias son naturales en cualquier grupo, es fundamental que prioricemos el futuro que queremos construir. Que este sea el ejemplo a seguir: alcanzar la unidad sin olvidar nuestras raíces y diferencias. Aprender a bailar el tango, al fin y al cabo, es lo que nos hará más fuertes en este camino.
La pregunta aún queda en el aire: ¿Están dispuestos a hacer el esfuerzo y unirse para que no haya más perdedores en el futuro? La respuesta la tenemos cada uno de nosotros y, con suerte, será en la misma dirección. Porque al final del día, la democracia y la justicia no deberían ser negociables. ¡A levantarse y a bailar, que ya es hora!