A medida que la vida moderna se complica y el mundo del turismo se diversifica, comienzan a surgir ideas de negocio que parecen tan raras como interesantes. Imagina que paseas por el corazón de Madrid, entre los vibrantes colores y el bullicio de turistas, cuando te topas con un aviso que dice «Baño de pago: 1 euro». Un concepto que podría sacarte una risa nerviosa o, en el peor de los casos, un súbito deseo de necesitar urgentemente un baño. ¿Es este el futuro de la higiene pública en España? Hoy veremos juntos este fenómeno y trataré de compartir algunas anécdotas personales que se entrelazan con este nuevo capítulo del «mercadeo» en el sector de los servicios.

¿Por qué pagar por un baño?

Primero, vamos a establecer el contexto. En la actualidad, los baños públicos están convirtiéndose en una rara avis, sobre todo en ciudades que reciben un gran flujo turístico. Con el auge de los locales comerciales, las opciones para hacer nuestras necesidades se están reduciendo. Así, cuando la empresa The Mad Toilets SL decidió abrir un baño de pago cerca de la Plaza Mayor, muchos se preguntaron: ¿realmente es necesario?

En el caso de Madrid, donde los turistas abarrotan cada vez más los lugares icónicos, la presión sobre los recursos públicos es evidente. Tal vez suene dramático, pero ¿cuántas veces te has sentido al borde de una crisis urinaria en busca de un baño que no supusiera una odisea? ¡Levanta la mano el que haya tenido que comprar una botella de agua solo para hacer uso de un lavabo!

Así que surge la propuesta de The Mad Toilets, un enfoque práctico para atender una necesidad básica, por un precio asequible. Aunque la idea misma puede parecer extraña, hay que darle un poco de crédito. Al final del día, invertir ese euro podría salvarte de una horrenda búsqueda o, peor aún, de una experiencia bochornosa.

De la idea a la realidad: ¿Quiénes están detrás?

Oigamos de fondo la música dramática de una película de espionaje, porque en esta historia también hay giros curiosos. César Moreno, uno de los fundadores de este nuevo concepto comercial, está vinculado a un caso un tanto polémico, el caso Koldo. Este detalle podría llamar a algunos a la sospecha, mientras que otros simplemente lo ven como un «café para llevar», ¿verdad? ¡Vamos a la siguiente escena!

De acuerdo a la información obtenida, Moreno y su socio, Víctor de Aldama, vieron una oportunidad en la creciente cantidad de turistas que buscan un lugar donde más que comprar churros o una tapa de jamón, lo que realmente necesitan es liberar un poco de presión (y no me refiero a la que tienes con tu jefe). Allí fue cuando decidieron hacer realidad la 73.000 euros que costó la operación y los permisos necesarios. ¡Qué ingenio!

La experiencia de usar un baño de pago

La primera vez que usé un baño de pago, recuerdo que me sentía como un niño frente a un paseo de atracciones. El acceso estaba controlado y todo parecía un poco futurista, sobre todo si tomamos en cuenta que, al final, era solo un inodoro. Al ingresar, la estética metálica e impersonal del lugar se sentía más como una escena de una película de ciencia ficción que un espacio destinado a las necesidades humanas más básicas.

Marcando mi tarjeta de crédito, recordé que en otras partes del mundo, esto es más común. En países como Bélgica, por ejemplo, el concepto de pagar por usar un baño no es raro. Vale, entonces, ¿por qué en España se siente tan extraño? ¿Acaso somos un pueblo peatonal que rechaza esta nueva práctica?

Quizás hay una chispa de humor aquí que no deberíamos subestimar. Imagínate a ti mismo bromeando con tus amigos: “¡Mira, pago para ir al baño ahora y aun así sigo en la fila del bar!”. Quién dice que no puedes tener un momento divertido entre dos situaciones algo inquietantes.

La percepción social: ¿una broma o un servicio útil?

Mientras que algunos encuentran los baños de pago como un servicio de calidad, otros lo ven como una burla a la higiene pública. Para los que vienen de lugares donde pagar por un baño no es un problema, quedarse en Madrid puede generar una serie de preguntas y debates. ¿Es un derecho tener acceso a un baño público? Complicado. Durante una conversación reciente con amigos, llegamos a la conclusión de que también necesitamos un sentido de humor cuando se trata de la vida moderna. Y no me malinterpretes, este tipo de negocio no debería ser visto como un ataque a la libertad de las personas, sino más bien como una respuesta a un problema real.

Todavía tengo en mente la escena de un grupo de turistas en la puerta de The Mad Toilets, perplejos por la idea de pagar un euro por un servicio tan básico. Uno de ellos, riendo, dijo: “¿Es como pagar por un banco?” ¡Ay! Solo te imaginas la respuesta a esa frase. Pero hay que considerar el hecho de que pagar puede ser preferible a hacerlo en la calle. Doble moral, nadie lo puede negar.

Una mirada a las instalaciones

A las nuevas instalaciones no le falta detalle, la calidad prima en los productos ofrecidos. Dentro, cada baño cuenta con dispensadores de papel higiénico modernos de la marca Papernet (puedes imaginarte la cara del publicista que vendió esa idea). Cada uno es independiente y tiene un elegancia que no podría evitar mencionar. Sin embargo, ¿cuánto durará esa limpieza y esplendor ante el inevitable desgaste que provocará el uso constante?

Me tomé un momento para charlar con la única trabajadora que estaba ahí. Una mujer encantadora que, aunque volvió a hacer referencia a que “aún no pasa mucha gente”, también expresó su esperanza de que las cosas mejorarían con el tiempo. Me pregunto si habrá llevado alguna vez un spray de ambientador al trabajo, porque sería un acto de cortesía en un lugar con tanto movimiento. Para mí, la experiencia va más allá de la robustez del servicio, hay un trasfondo humano que merece ser resaltado.

Conversaciones en la fila: ¿será una moda pasajera?

A medida que los turistas continuaban llegando, se desarrollaban charlas jocosas mientras esperaban para entrar. “En el siglo XXI, ¿realmente tenemos que pagar por hacer pipí? ¡Dame una break!”, decía uno de ellos. Es un buen punto y, aunque la risa puede hacer que uno se sienta menos incómodo ante la idea, hay que recordar que cada mercado se va adaptando a sus públicos, y España, aunque gane en el sentido de humor, no está exenta de la economía del baño.

Un par de amigos míos, de los que siempre esperan lo peor en cada viaje, comenzaban a sospechar que las colas para un baño de pago se harían más largas que las de cualquier atracción turística. “¡Mejor veamos qué tal la cerveza!”, gritaron mientras se alejaban.

Es interesante ver cómo la percepción de estos baños se transforma entre las conversaciones. Algunos los ven como una nueva experiencia que albergar en su lista de «cosas que hacer en Madrid». Otros, sin embargo, se sienten indignados, como si hubieran encontrado una falla contra la humanidad. ¿Son los baños de pago una moda pasajera o simplemente el futuro de la higiene pública?

El dilema económico: ¿cuál es el costo real?

Iniciativas como la de The Mad Toilets también plantean una pregunta interesante sobre la sostenibilidad económica. En un mundo donde los precios de muchos servicios siguen subiendo, ¿es este el camino a seguir para mejorar las infraestructuras turísticas?

Es inevitable asociar esto con las crisis económicas recientes. Para algunos, un euro puede no parecer mucho, pero para otros, se convierte en una carga. ¿Hasta qué punto estás dispuesto a pagar por el acceso a un servicio básico?

Recuerda la última vez que te tomaste un “cafecito” en una estación de tren y tu factura superó lo que esperabas solamente por la necesidad de un «lujo», o mejor, un «semi-lujo» frente a un imaginario baño de estación. ¿Es realmente el camino a seguir, donde hasta el servicio más básico se convierte en un producto comercializable?

Reflexiones finales: ¿qué nos depara el futuro?

Así que aquí estamos, en medio de un mundo que evoluciona a un ritmo vertiginoso, y la idea de los baños de pago ha llegado a nuestras vidas. Para muchos, se trata de una solución innovadora a un problema palpable; para otros, es un signo de los tiempos en los que vivimos. He compartido mis pensamientos y experiencias, pero ahora es tu turno.

¿Qué opinas? ¿Pagarías por hacer uso de un baño público? Tal vez mi próximo libro lleve por título “Crónicas de los Baños: Una Odisea del Estreñido”. Pero para ser honesto, puede que simplemente sea capaz de quedarme con una historia más divertida para compartir. Eso es lo que hace que los viajes sean memorables, ¿no crees?

Al final, la realidad es que, aunque algunos no estén de acuerdo con la tendencia, esos baños de pago han llegado para quedarse y, como todo en la vida, puede que solo necesitemos agarrar un poco de humor y sencillez mientras navegamos por estas nuevas corrientes. ¡Que el trato sea justo y, sobre todo, que haya jabón!