El fútbol, ese bello deporte que nos vuelve locos, suspira, llora y estalla de alegría al mismo tiempo. Recuerdo una tarde de invierno en Mendizorroza, cubierto por la emoción y la incertidumbre, observando a mi equipo, el Deportivo Alavés, jugar como si se tratara de una batalla épica. En este último partido contra el Villarreal, la adrenalina alcanzó niveles estratosféricos. ¿No es curioso cómo puede cambiar el rumbo de la historia en 90 minutos? ¡Vaya si lo hace!
Un frío gélido y un reto de solidez
El pasado fin de semana, el Deportivo Alavés se enfrentó al Villarreal en un partido que se tornó más emocionante de lo que muchos podían anticipar. Con el viento soplando como un testigo incómodo, ambos equipos se preparaban para darlo todo en el campo. Para los que no lo sepan, mi relación con el Alavés no es solo de hincha, es una cuestión de familia. Mis abuelos, mis padres, incluso mi perro, han sido testigos de momentos que van desde la gloria hasta el profundo desencanto. Así que, en una tarde desapacible como esta, mi corazón latía fuerte en la espera de otro capítulo.
El Alavés llegó al partido con una necesidad urgente de puntos, convergiendo en la batalla entre la lucha por la permanencia y la búsqueda de la gloria perdida. Pero, la historia del encuentro comenzó a desarrollarse rápidamente.
La explosión temprana de euforia
El primer gol llegó a través de Manu Sánchez, un jugador que en ese momento no solo levantó el marcador, sino también nuestras expectativas y esperanzas. A los 10 minutos, un centro de Tenaglia transformado en un cabezazo impresionante. La celebración fue indescriptible: gritos de júbilo, abrazos entre extraños y la sensación de que, tal vez, solo tal vez, el día podría ser nuestro.
Desde mi asiento, vi cómo el balón se introducía en la portería, mientras pensaba si debía ir a rifar mi T-shirt de la suerte. ¿Alguna vez les ha pasado que creen tener un «gafe» personal? ¡Yo era el rey de los gaffes antes de esa tarde! Pero todo eso cambió con ese primer gol.
El juego se torna un vaivén emocional
Con el marcador a favor, el Alavés mantuvo su intensidad, luchando cada balón como si fuera el último de su vida. Sin embargo, el Villarreal comenzó a incrementar la presión. Los amarillos estaban decididos a no salir de allí sin un buen desempeño; pasó lo que siempre vemos en los partidos: llegadas, pero no aciertos. ¿Qué pasa en la cabeza de un delantero cuando está frente a la puerta, pero simplemente no puede marcar? Mi amigo, que siempre lleva un libro sobre psicología del deporte, diría “es una crisis de confianza”.
Y así, el momento de la verdad llegó: un despiste del Alavés permitió que Ayoze Pérez se perfilará solo ante un Sivera que desafió todos los pronósticos al salir de su área. Ese segundo en el que el portero quedó tendido tras un golpe en la cabeza se sintió eterno. Me asusté tanto que pensé que me estaba viendo una de esas películas de terror, sólo que aquí el monstruo era la falta de puntería de los oponentes, combinada con la angustia de ver a nuestro portero en el suelo.
Un giro inesperado que nos dejó sin aliento
La situación se complicó cuando Sivera recibió una tarjeta roja. ¡Vaya jugada! Me imaginaba una conversación en el vestuario: “Oye chicos, no se preocupen, ahora hay un nuevo portero en la casa. Creo que se llama Adrián Rodríguez”. Me arriesgo a afirmar que todos los que estaban en Mendizorroza retuvimos la respiración al ver su debut ante el Villarreal. En medio de la incertidumbre, todos somos expertos en fútbol, ¿verdad?
Con un hombre menos y los nervios a flor de piel, el Alavés se armó con uñas y dientes. La defensa se transformó en un muro impenetrable, aunque confieso que en el fondo de mi ser pensaba: “¡Por favor, que no se me infarte el corazón antes del final!”
El festival del VAR y los minutos de agonía
Cuando al fin llegó el minuto 90, les juro que la atmósfera era de una tensión digna de un thriller de Hitchcock. La prolongación de 15 minutos, por la lesión de Sivera, nos hizo sentir como si estuviéramos en una especie de limbo futbolístico. Mi amigo, que se siente filósofo los días de partido, reflexionaba: “¿Por qué el universo nos castiga así?”.
Desgraciadamente, el drama no acabó ahí. La situación se tornó épica, casi trágica, cuando Antonio Blanco se hizo merecedor de otra tarjeta roja. Con dos hombres menos en el campo, el Villarreal se lanzaba al ataque desenfrenado. Pero, para sorpresa de todos, Adrián Rodríguez, el debutante, se convirtió en un héroe improvisado, evitando goles que parecían inevitables. Los nervios del equipo se transformaron en un ejemplo brillante de lo que significa resistencia.
Una victoria que se sintió como un milagro
Finalmente, el silbato sonó, y yo, la afición y el equipo celebramos como si fuéramos campeones del mundo. La expresión en las caras de mis compañeros de tribuna, en esos últimos instantes, era un reflejo de la montaña rusa emocional que habíamos vivido. En la vida, hay momentos en los que el triunfo sabe a gloria, sobre todo cuando se enfrenta a la adversidad de manera resonante.
¿Sucederá siempre esto? No lo sé, pero es un recordatorio: en el fútbol y en la vida, todo puede cambiar en un abrir y cerrar de ojos. Este partido se queda grabado en la memoria de todos, desde los hinchas hasta los jugadores.
Reflexiones finales: más que un partido
Mientras reflexiono sobre lo que hemos presenciado, me doy cuenta de que en el fondo, el fútbol es más que solo estadísticas o puntos en la tabla. Es una montaña rusa emocional, un lienzo lleno de pasión y sufrimiento. La victoria del Alavés no solo fue celebrada por su valor en el marcador, sino también por su capacidad para unir a las personas, para hacernos sentir vivos.
Y a ti, que estás leyendo esto, me gustaría preguntarte: ¿cuál es tu anécdota más memorable en un partido? ¿Te has visto en situaciones similares de tensión? Estas experiencias son las que, al final, dan color a nuestra existencia, y debo decir que, como hincha del Alavés, estoy ansioso por ver qué más nos depara esta temporada.
Así que ahí lo tienen, amigos. Una victoria que, con todo lo que sucedió en el campo, nos hizo recordar que el fútbol es pura magia. ¿Alguien necesita un abrazo virtual? ¡Porque aquí estoy, listo para eso!