Desde la primera vez que escuché el canto profundo y las palmas resonantes del flamenco, supe que era un arte de poder transformador. Sin embargo, pocos saben que detrás de esta pasión está un nombre que resuena tanto en Francia como en España, un nombre que ha revolucionado el baile flamenco: Andrés Marín. Este artista sevillano, ahora conocido internacionalmente, no solo ha desafiado las normas del flamenco sino que ha creado un puente entre tradiciones y modernidades, llevando el flamenco a nuevos escenarios y públicos. Y no lo he dicho yo, lo dice él: “A Francia le debo mucho, al menos tres cuartas partes de mi carrera”.

En un mundo donde el flamenco a menudo se presenta de forma comercial, Marín se ha mantenido firme en su convicción de que el arte debe escapar de las etiquetas y los clichés. Pero, ¿qué es lo que realmente hace que el trabajo de Marín sea tan especial?

La conexión de Marín con el flamenco

Para Andrés, el flamenco es más que un arte; es un vínculo inquebrantable con sus raíces. Desde que era niño, creció en un ambiente lleno de música y danza. Su madre cantaba y su padre era bailaor. A menudo, él recuerda aquellos momentos en los que, en lugar de seguir los pasos de su padre, optaba por forjar su propio camino en la danza flamenca. “Tu padre siempre está en ti, pero tú tienes que hacer tu propio camino”, dice, como un mantra que parece guiar toda su carrera.

Imagina a un niño rodeado de los grandes del flamenco en su casa. Sin duda, las charlas y las influencias de figuras como José de la Tomasa o Juan El Lebrijano son las que lo llevaron a una búsqueda incesante de nuevos lenguajes en el flamenco. A veces me pregunto, ¿cuántos de nosotros nos atrevemos a ignorar el legado que nos dejan nuestros ancestros para crear algo único?

Un sistema teatral que respeta la cultura

Marín ha encontrado en Francia un refugio donde su arte ha sido valorado y comprendido. En su opinión, “la cultura en Francia tiene un sistema de teatros bien montados y un sentido claro de la coproducción”. Esto contrasta radicalmente con su experiencia en España, especialmente en su querido Sevilla, donde siente que el público es más crítico. “El público de aquí es más respetuoso. En España, sobre todo en Sevilla, quieren saber más que los bailaores”, explica con un suspiro, como si llevar esta carga fuera un acto de gracia.

Me resulta curioso pensar en cómo estos matices culturales afectan la forma en que se recibe el arte. ¿Deberíamos ser más abiertos a la idea de un flamenco híbrido? ¿O debemos defender la tradición a toda costa?

Una mirada crítica al flamenco contemporáneo

Uno de los puntos que más me impactan de Andrés Marín es su franca crítica al estado actual del flamenco. Asegura que hoy en día, el flamenco se ha vuelto “una guirilandia”, lleno de superficialidades, centrado más en lo visual que en una búsqueda de libertad y autenticidad. “El flamenco de hoy está basado en Instagram, todo pasa por lo visual, y tiene menos profundidad que una lata de anchoas”, narra con un toque de ironía que no puedo evitar encontrar divertido.

Pero esto me lleva a reflexionar: ¿es posible que el arte, incluso el flamenco, se esté perdiendo en el ruido de las redes sociales? En un mundo donde todo parece estar a un clic de distancia, ¿qué queda del alma de las tradiciones? Nadie puede negar que el arte de Marín es, en muchos sentidos, un acto de resistencia.

Un artista antisistema

“Andrés Marín es un bailaor antisistema”, me digo a mí mismo mientras leo sus declaraciones sobre el éxito comercial. “No quiero ir en ningún equipo, voy de solitario”, afirma con una firmeza que resuena profundamente. ¿No se siente uno más libre cuando se aleja de las normas impuestas? En el proceso, puede que pierda ciertas oportunidades, pero también gana en sinceridad y autenticidad.

Marín nos recuerda que “la gente suele preferir lo comercial y facilón”, y aunque puede que eso le cueste en términos de taquilla, la remuneración espiritual parece ser su verdadero objetivo. No le importa si alguna vez sus espectáculos tienen un éxito de ventas. Lo importante para él es dejar un legado, algo que respete sus propias búsquedas y convicciones.

En mis propias experiencias, he notado que a menudo nos conformamos con “artes” que son fáciles de digerir, ¿no es así? Un desafío en el arte puede ser incómodo, pero como Marín sugiere, es a partir de esa incomodidad que puede surgir algo verdaderamente impactante y duradero.

Aprendiendo con el arte

Uno de los aspectos más llamativos de la perspectiva de Marín es cómo considera su trabajo como un aprendizaje continuo. “El flamenco ha sido mi maestro. Me ha abierto las puertas de la poesía, de la pintura, de la música contemporánea”, sostiene, dejando claro que su arte no se limita al simple acto de bailar. En este sentido, su acercamiento al flamenco es multidimensional y busca enriquecerlo con influencias externas, buscando romper las barreras entre las disciplinas artísticas.

Aquí resuena un pensamiento profundo: ¿no deberíamos todos ver nuestros propios caminos creativos como oportunidades para aprender? Tal vez es hora de dejar de lado la idea de que somos expertos en un solo campo y explorar las sinergias que pueden surgir al respirar dentro de múltiples disciplinas. En mi experiencia personal, cuando me he atrevido a combinar diferentes habilidades, he podido adoptar una nueva perspectiva que ha enriquecido mi trabajo de manera inesperada.

Un homenaje a la tradición y la innovación

Ahora bien, no hay duda de que Andrés Marín rinde homenaje a los grandes maestros del flamenco. Cita a artistas como Vicente Escudero, Antonio Gades, y Mario Maya como influencias vitales en su trayectoria. “Me interesan las historias”, dice, al mismo tiempo que enfatiza que la verdadera emoción no se encuentra en los clichés emocionales, sino en la manera en que cada relato se narra y lo que se desea transmitir.

Es como si Marín, al compartir su viaje, nos invitara a reconocer que la emoción no es solo una reacción, sino una elección consciente de cómo contamos nuestras historias. Esto me hace pensar en todas las veces que me he dejado llevar por la sentimentalidad en mis escritos, mientras que quizás, lo que deberíamos buscar es la autenticidad en lo que queremos comunicar.

¿Qué hará Marín a continuación?

Aunque Andrés se encuentra en un momento de calma en su carrera, tiene la certeza de que nuevos proyectos surgirán. “Sé que vendrán”, dice con un brillo en los ojos. Es esa combinación de confianza y humildad lo que más me inspira. Las puertas del arte siempre están abiertas para aquellos valientes que se atreven a cruzarlas, no importa cuántas veces tengan que reinvertarse.

Reflexiones finales

La historia de Andrés Marín es un recordatorio de que el arte no tiene por qué circunscribirse a lo que se espera de él. En un mundo donde el flamenco tradicional a menudo se enfrenta a las exigencias del público, Marín se ha empeñado en explorar nuevas dimensiones del baile flamenco, llevándolo más allá de las fronteras geográficas e interpretativas.

Así que, la próxima vez que sientas la compasión del flamenco, piensa en cómo este arte —mientras danza y canta— te invita a reflexionar sobre tus propias tradiciones, tus propias pasiones y el camino que te lleva a descubrir lo desconocido. ¿Te atreves a dejar de lado las expectativas y explorar tu verdadero potencial creativo? Al final del día, esa es la esencia del verdadero arte.