La saga de la administración pública y los exámenes de oposición siempre ha sido un tema que capta la atención del público español, y la reciente filtración de las preguntas del examen de oposición para RTVE ha añadido otra capa de intriga a esta historia. En un país donde la conversación sobre la transparencia y la ética suele ser más candente que el verano de Benidorm, no es de extrañar que este tema se haya convertido en un caldo de cultivo para el debate.
¿Pero realmente nos sorprende esto? Si te soy honesto, después de ver tantas filtraciones en otras instituciones, casi esperaba que un día llegara esto a RTVE. Digo, ¡a quién le gustaría pasar horas estudiando para un examen que tal vez no sea justo!
Ahora bien, ¿qué sucedió exactamente? Este miércoles, el programa «En boca de todos» decidió aprovechar la ocasión, pero no de la manera que uno podría pensar. En lugar de abordar el tema con el rigor periodístico que merece, decidieron poner a prueba a sus colaboradores en un pequeño juego donde las preguntas filtradas fueron lanzadas al aire. Vamos, como si estuviéramos en un episodio de un reality show, no en un programa matutino de análisis político.
El juego de los colaboradores: ¿expertos o improvisadores?
Cuando escuché que Nacho Abad, el presentador del programa, comenzaba a lanzar preguntas a sus compañeros, no pude evitar sonreír. ¿Te imaginas la escena? La tensión en el aire, la promesa de respuestas sorprendentes… o aterradoras. «¿Cómo se llama el presidente del Partido Socialista de Cataluña?» lanzó Abad al aire como si fuera una bomba. Fue bastante cómico ver cómo Rebeca Marín y Alberto Sotillos se miraban entre ellos, rezando por que alguna de sus respuestas fuera correcta.
Al final, ambos se fueron de cara, respondiendo «Salvador Illa» en lugar de «Mikel Iceta». ¡Ouch! Eso duele, sobre todo considerando que un puntito puede ser la diferencia entre tener un empleo estable o regresar a la búsqueda de trabajo en el país donde el desempleo juvenil es más alta que en un concurso de lanzamiento de jabalina en las olimpiadas.
Por otro lado, Patricia Cerezo, Carlos Cuesta y Antonio Naranjo sí pasaron con éxito la prueba y respondieron correctamente a la pregunta sobre cuántas medallas consiguió España en los Juegos Olímpicos de París 2024. «¡Bravo, sois la bomba! Habéis aprobado», proclamó Abad, mientras yo pensaba: “¿Esto realmente evalúa el conocimiento que debería tener un empleado de RTVE o simplemente la capacidad de aprender a responder en un ambiente de alta presión?”
Un examen cuestionable con implicaciones más allá de los números
Este juego no solo fue divertido, sino que también suscitó una cuestión más profunda. Nacho Abad hizo una observación que me pareció digna de un momento de reflexión: «¿Realmente este tipo de preguntas sirven para llevar a cabo un cribado y decidir qué aspirantes merecen formar parte de la plantilla de la cadena pública?» Esta pregunta resuena en la mente de muchos que observan desde fuera. Me atrevería a decir que es una reflexión bastante válida.
Dentro de la vorágine informativa, el verdadero trasfondo de la historia es que muchos se están preguntando si este tipo de preguntas —algunas de las cuales son fáciles de responder por cualquier persona que esté al tanto de la actualidad— realmente reflejan las competencias y habilidades necesarias para trabajar en un medio de comunicación público. Sería como poner a un chef a evaluar si puede cortar cebollas solo porque tiene conocimientos de vocabulario en inglés. Sí, cortar cebollas es fundamental, pero hay más en la cocina que eso.
Y aquí es donde entra la controversia: los sindicatos. En la conversación, Alberto Sotillos menciona algo que muchos hemos pensado en voz baja: la incertidumbre sobre las preguntas planteadas por los sindicatos. Desde mi experiencia personal, que he tenido discusiones similares con amigos que están en la misma búsqueda, a veces, las evaluaciones parecen ser un laberinto de confusión donde poco tiene sentido.
¿El futuro de RTVE: un tablero de ajedrez o un juego de azar?
A medida que continúo reflexionando sobre este tema, la pregunta es: ¿qué significa esto para el futuro de RTVE y, por ende, para la calidad de la información que consumimos? Ojo, no quiero sonar apocalíptico ni nada, pero cada vez que se cuestiona la elección de personal para un medio tan influyente, me reafirma otra vez que estamos en una especie de tablero de ajedrez donde las piezas no solo están en movimiento, sino que a veces parecen andar por sí solas.
De hecho, una de las críticas más frecuentes es la falta de un proceso de selección transparente y consistente. Puedes recordar un momento de tu vida en el que te preparaste para una prueba importante, solo para que te bombardeen con preguntas que parecen no tener sentido. Aplicar eso a un medio público es un poco como dar a un niño un lápiz y decirle que escriba un ensayo sin explicarle lo que es un ensayo. Es, en el mejor de los casos, poco fructífero.
La esencia aquí es que, en un mundo lleno de nueva información y un público que poco a poco se convierte en más crítico, RTVE no puede permitirse tener un marco de selección que no solo parece obsoleto, sino que también puede estar mal informado. No sé tú, pero yo no querría que mis noticias o la información que consumo vinieran de personas que solo se dedicaron a hacer memoria de listas de nombres y fechas.
Reflexionando sobre la transparencia y la ética en la selección
En el fondo de esta situación, lo que realmente resuena para mí es la transparencia. A mí, como a muchos españoles, me intriga ver cómo se eligen a esas personas que se sientan en los escritorios de RTVE. La ética de formación de las preguntas debe ser lo suficientemente sólida como para garantizar que estamos viendo un medio comprometido con la calidad y la verdad. De lo contrario, estaríamos ante el riesgo de que la cadena se convierta en un espectáculo, en lugar de ser la voz respetada que debería ser.
Después de todo, existimos en un momento donde la opinión pública puede ser moldeada por diversas formas de media. La desinformación está a la vuelta de la esquina, y tener personas capacitadas y educadas en televisión pública crea un salvavidas de confiabilidad en medio de un mar de noticias sesgadas.
La anécdota de un amigo que tomó el examen
Permíteme compartirte una anécdota relacionada. Recuerdo que un buen amigo mío, al que llamaremos «Carlos» (porque, francamente, me olvidé su nombre), se presentó a un examen para una agencia pública, ansioso por obtener un trabajo que cambiaría su vida. Se preparó a conciencia, horas en la biblioteca, resúmenes y más resúmenes. Luego llegó el día del examen… ¡y las preguntas eran unas locuras!
Una de ellas era algo como: “Enumera las 17 provincias de España en orden alfabético”. ¡Como si eso fuera a servirle para ser un buen funcionario público! Aparentemente, Carlos sabe más de historia que de burocracia. Por suerte, salió bien librado, pero me dije: «¿de verdad esto es lo que queremos para nuestros futuros trabajadores en la administración pública?».
Conclusión: No todo lo que brilla es oro
Reflexionando sobre lo que esta situación con RTVE significa a la luz de la filtración de preguntas, recordemos que no todo lo que brilla es oro. La calidad de la información que consumimos depende de la calidad de los profesionales que la producen, y eso empieza mucho antes de que se enciendan las cámaras.
Así que espero que RTVE reflexione sobre este episodio y comience a establecer criterios más claros y efectivos para la selección de su personal. La audiencia merece lo mejor. Aunque a veces parezca que estamos en un concurso de preguntas y respuestas, el acceso a información precisa y bien fundamentada es un derecho y una necesidad en nuestra sociedad. Sería muy triste ver cómo un simple juego puede convertirse en una cuestión de vida o muerte, en un ecosistema donde el conocimiento y la verdad son necesarios para el bien común.
¿Y tú, qué piensas? ¿Crees que los exámenes de oposición de RTVE deben cambiar? ¿O tal vez tienes tu propia anécdota que compartir? ¡Déjamelo saber en los comentarios!