La política es un terreno resbaladizo, ¿verdad? Tal y como lo demuestra la reciente escena en la Galería de Cristal del Palacio de Cibeles, donde los niños se deslizan en la pista de hielo, ajenos a los dramas políticos que suceden a unos pocos metros. Ayer, mientras los más pequeños luchaban por mantenerse en pie en el hielo, un debate político se desarrollaba en el salón principal del Ayuntamiento, donde los 57 concejales discutían sobre unos presupuestos récord de 6.277 millones de euros y, por supuesto, las recientes reprobaciones que marcarán la historia política del 2024.

¿Por qué la reprobación se convirtió en la estrella del día?

Imaginen un día de invierno en Madrid, con luces navideñas brillando y una pista de hielo llena de risas infantiles. En contraste, la atmósfera en el salón del Pleno del Ayuntamiento era tan densa que uno podría haber necesitado un patín de hielo para deslizarse por sobre las tensiones. Todo comenzó con la reprobación de Reyes Maroto, la portavoz socialista, por un asunto reciente relacionado con el comisionista Víctor de Aldama. Aunque Maroto no estaba en el podio para defenderse, su figura se desplazó junto a las sillas vacías en un escenario que me recuerda más a un circo desabrido que a una casa política.

El cuento de dos reprobaciones

Es curioso cómo la política se repite como un mal tabú, y más aún cuando uno recuerda que Javier Ortega Smith, líder de Vox, ya había sido reprobado anteriormente por su altercado con Eduardo Fernández Rubiño. “Nadie mejor que yo para hablar de esto”, soltó Ortega con esa chispa de cinismo que solo los políticos parecen manejar con maestría. Y quizás no estaría mal preguntarnos, ¿las reprobaciones realmente sirven para algo? Decir «No estoy de acuerdo» no es más que un grito al vacío, ¿o sí?

Leónidas, el líder de los espartanos, tal vez pensó lo mismo cuando entró en batalla con solo trescientos hombres. Pero esa es otra historia que merece ser contada en otra ocasión. Hoy, volvamos a la política local.

El teatro político

La obra del día continuó con intervenciones cargadas de acusaciones. El PP, con Carlos Izquierdo a la cabeza, criticó a Maroto: “Su silencio le ha condenado. Esta era su última oportunidad para dar explicaciones”. Y ahí lo tienen, el polvo levantado en un debate donde parece que la exhibición de reprobaciones se vuelve el pasatiempo preferido de los concejales. No es de extrañar que durante un debate así, olvidemos el verdadero propósito de la política: servir al público.

Por un momento, uno diría que estamos presenciando un reality show donde todos los protagonistas tienen una habilidad especial para tirar la primera piedra. ¿Y cómo no reírse de la ironía cuando Ortega se pregunta si habría motivos para reprobar a Almeida por no quitar Madrid Central? Es como si estuviésemos viendo a un grupo de amigos discutir sobre quién es el menos culpable tras una fiesta descontrolada.

El año que no quiere acabar

El año 2024 comenzó de una manera bastante similar a cómo finalizó 2023: con reprobaciones, acusaciones y un ambiente de sutil comedia. Mientras que los niños se deslizan en la pista, las figuras de la política mayor se deslizan en una danza de palabras entrecortadas.

Por supuesto, la reprobación de Reyes Maroto no fue solo un chisme. La misma fue arrastrada por la controversia generada por los mensajes entre ella y el mencionado comisionista. Es un recordatorio de cómo el mundo político está lleno de historias que, si no fuesen serias, podrían considerarse casi cómicas.

Un debate sobre la ética

En momentos como estos, uno no puede evitar preguntarse: ¿qué hace falta para que la política sea más ética, más transparente? La moralidad parece ser la última prioridad cuando se trata de defender ideologías y mantener el poder. La política es un escenario donde todos actúan su parte, pero quizás, como espectadores, deberíamos exigir más autenticidad.

Ayer, la líder de la oposición, Rita Maestre, se unió a la discusión, defendiendo a Maroto. “No hay indicios contra la señora Maroto, más allá de un Whatsapp que no dice nada”. A veces, uno se siente como un niño tratando de entender por qué los adultos litigan sobre cosas que a simple vista no importan tanto. ¿Es una conversación política o simplemente una tormenta en un vaso de agua?

Reflexionando sobre cómo podría mejorar la política

Es claro que las críticas y reprobaciones han sido parte del juego político en Madrid durante años. Pero, ¿qué tal si implementaran un sistema de resolución de conflictos más efectivo? No estoy sugiriendo unas vacaciones en la playa para los concejales, pero al menos algunas sesiones de mediación para que aprendan a hablarse como adultos, quizás sería un buen comienzo.

De verdad, imaginen a estos políticos sentados en un círculo, con una taza de café y un par de galletas, discutiendo sus diferencias como se supone que deben hacerlo: con respeto. Al final del día, ambos lados tienen un solo objetivo: el bienestar de los ciudadanos. ¿Por qué no unir fuerzas y cambiar el guion de este drama?

La comedia continúa

De nuevo, entre bromas y debates acalorados, el ambiente de la sala se transformó en uno donde los intereses personales parecían dominar. El juego del poder se dibuja en tonos sepias y arrugas, y entre aplausos y murmullos, las reprobaciones se continúan convirtiendo en algo cotidiano, siendo casi un ritual que hace que me pregunte si, en realidad, estamos colgando nuestros abrigos en un guardarropa de absurdos.

No es fácil criticar a aquellos que han estado en el poder, especialmente cuando uno tiene su propia colección de errores. Pero, como ciudadanos, tenemos el derecho y la responsabilidad de exigir cambios, de preguntar si es esto realmente lo que queremos para nuestra comunidad.

Dando cierre a este año turbio pero divertido

Finalmente, mientras la política en Madrid se desliza en esta temporada invernal de reprobaciones y miradas de reojo, la pregunta sigue flotando en el aire: ¿es este realmente el espectáculo que queremos? Con cada nueva reprobación, parece que la política se convierte en una especie de patinaje artístico, pero en lugar de disfrutar del espectáculo, somos solo espectadores de un evento que se ha repetido sin cesar.

Así que mientras los niños patinaban en el hielo y el Ayuntamiento se vaciaba poco a poco, recordemos que, aunque la política pueda ser un campo minado y a menudo cómico, siempre habrá lugar para la esperanza. Y quién sabe, tal vez en 2025 sepamos abrazar mejorar tanto en nuestras vidas como en la política.

¿Cuándo será el próximo acto en este circo político? Quién sabe… pero, mientras tanto, nos queda disfrutar de las risas en la pista de hielo y reírnos de lo absurdo. Y recuerden, si algo nos ha enseñado este año, es que nunca está de más usar un par de patines.