Recuerdo aquellos días de clase de ciencias en el instituto. La emoción de experimentar con sustancias químicas, las expectativas de que un día me convertiría en un renombrado científico… hasta que un profesor nos presentó a un frasco que parecía más el vestigio de un antiguo laboratorio de alquimia que una herramienta educativa. ¡Oh, la ciencia! Pero, ¿alguna vez imaginé que lo que hoy nos preocupa no era solo el temor a una explosión de risa en medio de un experimento, sino una explosión real? Vamos a analizar lo que está sucediendo actualmente en varios institutos de España y la sorprendente (y un tanto aterradora) historia del ácido pícrico.

¿Qué es el ácido pícrico y por qué debería preocuparte?

El ácido pícrico, también conocido como trinitrofenol, no suena precisamente como el ingrediente principal de un postre delicioso o como el nombre de esa planta exótica que querrías tener en tu sala de estar. De hecho, puede ser más peligroso que un gorrión en una competencia de atletismo. Este compuesto, de un característico color amarillo, se utilizó durante mucho tiempo en la industria armamentística antes de ser sustituido por otras sustancias menos volátiles. ¿Y adivina qué? Parece que algunas escuelas de España quedaron con algunos de esos viejos suministros químicos desde hace ya 30 años.

Un legado explosivo (literalmente)

En un giro dramático digno de una serie de televisión, este compuesto ha despertado la atención de las autoridades. A medida que la noticia se difundía, fue revelado que los institutos y sus laboratorios estaban albergando ácido pícrico en condiciones que son, francamente, inquietantes. Las alarmas comenzaron a sonar cuando el Gedex de la Guardia Civil en Pontevedra notificó una alarmante serie de incidentes, haciendo que técnicos en desactivación de explosivos de las fuerzas del orden comenzaran a interrogar a los colegios sobre sus existencias químicas.

Imagina ser un estudiante, justo a punto de competir en un concurso de ciencia y, en lugar de enfocarte en tu proyecto, los profesores están más ocupados asegurándose de que no haya algo que podría volar toda la escuela por los aires. Definitivamente, uno tiende a preferir la ansiedad del examen a la del “¿qué hay en el frasco?”.

¿Por qué estaba el ácido pícrico en los institutos?

Para comprender la presencia del ácido pícrico en los laboratorios de educación secundaria, tenemos que viajar al pasado, hace aproximadamente tres décadas. Cuando se distribuyeron kits de compuestos químicos a varios centros educativos, a nadie se le ocurrió que, en un futuro, estos kits incluirían una sustancia tan inestable. Y, mientras algunos de nosotros participábamos en concursos de ciencia con el equivalente a «Explosión en la caja» como manual de instrucciones, resulta que otros simplemente estaban guardando las cosas bajo la mesa. Ups.

Un llamado a la acción

Como si las tramas de las telenovelas no fueran lo suficientemente dramáticas, la situación se volvió aún más compleja cuando el ámbito educativo realizó un llamado a todos los institutos para revisar sus laboratorios. La Consejería de Educación envió comunicaciones a todas las ocasiones, buscando una respuesta que podría prevenir un desplome de eventos que haría que cualquier serie de acción pareciera aburrida por comparación.

La respuesta de las autoridades

En un esfuerzo por abordar esta situación alarmante, la unidad Tedax de la Policía Nacional y el personal de la Guardia Civil comenzaron a llevar a cabo un operativo de revisión y prueba en toda España. La situación no solo se limitó a algunas comunidades; centros en Madrid, Tenerife, Cáceres, entre otros, encontraron ingeniosas razones para limpiar sus viejos laboratorios.

¿Y el resultado? Un gran número de botes de ácido pícrico fueron finalmente retirados, pero no sin el temor inherente a abrir un frasco que, con el tiempo, ha ido perdiendo su agua y acumulando cristales. ¡Mmm, delicioso! Ahora entiendo a esos químicos que siempre parecen tan temerosos al manipular ciertos productos en sus laboratorios. Más vale prevenir que curar.

El balance entre la educación y la seguridad

Esto plantea otro dilema preocupante. La idea de que el conocimiento científico y la curiosidad deberían cultivarse se enfrenta a la dura realidad de que han habido negligencias en maniobras altamente cuestionables en nombre de la educación. Al mismo tiempo, surgió la pregunta: ¿Hasta qué punto debería el sistema educativo arriesgar la seguridad de los estudiantes por el deseo de enseñar química?

Recuerdo una anécdota de un amigo que una vez decidió hacer un experimento usando bicarbonato de sodio y vinagre con la esperanza de hacer la «erupción volcánica» más grande de la clase. Sin embargo, terminó con el volcán desbordando y un maestro visiblemente angustiado tratando de detener el caos. Espero que no le haya guardado rencor, pero realmente, eso resulta ser un mal recuerdo en comparación con la preocupación real que lleva consigo una sustancia como el ácido pícrico.

La retirada: una decisión sabia

Las autoridades, al nota la inestabilidad del ácido pícrico, decidieron que era mejor no arriesgarse. Sin abrir los recipientes, simplemente optaron por su eliminación. Es un movimiento inteligente, aunque algo triste para los científicos en ciernes que siempre tuvieron aspiraciones de ser Einstein.

Un joven curioso me explicó hace poco su entusiasmo por las ciencias y lo abatido que se sintió al enterarse de que su laboratorio se consideraba un potencial punto de explosión. “Pero, ¿cómo aprenderé si no puedo experimentar?”, preguntó, con una mezcla de frustración y desapego. Tienes razón, joven amigo. Desearíamos poder ir más allá del “no hagas esto” y “no toques aquello”.

¿Estamos preparados? Reflexiones finales

Es una realidad amarga tener que reflexionar sobre cómo seguimos lidiando con los residuos de un pasado que ya no se considera seguro. Mientras que algunas de estas sustancias se acumulan en rincones oscuros de nuestras instituciones educativas, nos urge hacer una revisión valiente de cómo influimos en la próxima generación de científicos y pensadores.

De aquí en adelante, ¿será suficiente una revisión de nuestros laboratorios? O, como sugiere el rediseño en muchas escuelas, tal vez deberíamos hacer un replanteamiento general acerca de la educación en química. ¿Podría ser que, al final del día, ese antiguo experimento con lava de bicarbonato de sodio sea más seguro y educativo que aquellos viejos frascos llenos de ácido pícrico?

Con cada incidente ocurre una oportunidad para aprender. Aunque puede que la ciencia se haya quedado un sabor amargo, la conversación y el deseo de educar siguen presentes. Así que, a todos los educadores, científicos y estudiantes: sigamos impulsando nuestras curiosidades de manera más segura. ¡Ese es el verdadero camino hacia el conocimiento!