¿Alguna vez te has preguntado qué pasaría si, en vez de quejarte de no tener agua para tus plantas, tus vecinos formaran un equipo de natación en tu calle? A lo largo de la historia, el agua ha sido tanto bendición como maldición. Este fenómeno se repite en muchos lugares del mundo y, recientemente, ha cobrado vida en la región del Sistema Central en España. Con la lluvia llegando en torrentes que parecen sacados de una película de catástrofes, estamos nuevamente en la casilla de salida, preguntándonos cómo utilizamos nuestros recursos hídricos. Pero antes de entrar en detalles, hagamos un pequeño viaje al pasado y veamos cómo hemos llegado hasta aquí.
Un poco de historia: el valor del agua en el valle del Borbona
A lo largo del siglo XX, el valle del Borbona no fue ajeno al drama natural. En 1970, el río decidió pasar de ser un afluente amigable a un desafiante enemigo, desbordándose y sumergiendo localidades enteras. ¿Recuerdan cuando construyeron el embalse del Alcorlo? Fue toda una historia de valentía, evacuaciones y la promesa de que, una vez construido, el río volvería a ser dócil. ¡Qué ingenuos éramos! Este embalse, inaugurado en 1979, se convirtió en un símbolo de control del agua, pero nunca imaginamos que en 2025 tendríamos que recurrir a su desembalsado para evitar inundaciones.
Como en muchos relatos de terror, el agua volvió a ser la protagonista, pero esta vez de una forma un poco diferente.
La tempestad de marzo: un fin de semana de tensión
En marzo de 2025, la tormenta Jana hizo su entrada triunfal en el centro de España, dejando a más de uno con el corazón en la garganta. Durante el fin de semana, múltiples municipios, desde el corredor del Henares hasta la Alcarria, comenzaron a recibir avisos del 112 por la elevada probabilidad de que la Conferencia Hidrográfica del Tajo iniciara el desembalse de varios pantanos. ¡Como si necesitáramos más drama!
La alcaldesa de San Andrés, Consuelo Gil, lo describió de forma precisa: «parece un pequeño mar». ¿Quién necesita una playa cuando tienes un río sobre su caudal? Su preocupación resonaba en el aire; nunca antes el pueblo había enfrentado una situación así. Unas 50 almas tuvieron que ser evacuadas, simplemente porque el agua decidió que era hora de hacer una fiesta.
Y como en cualquier relato de suspenso, el agua desembalsada no solo se quedó en la comunidad; estaba en camino hacia el Río Alberche, lo que llevó a la provincia de Guadalajara a prepararse para una «ola» (no esas olas de surf, sino más bien una ola que podría provocar estragos).
La lluvia de marzo: ¿bendición o maldición?
Lo curioso de todo esto es que, a menudo, cuando pensamos en la lluvia, nos imaginamos un chaparrón refrescante después de un verano abrasador. Pero, ¿y si la lluvia fuéramos nosotros mismos? Quejándonos de la falta de recursos, mientras los cielos abren sus compuertas y nos inundan.
La magnitud del problema
Para poner las cosas en perspectiva, en solo ocho días de marzo, el puerto de Navacerrada recibió el equivalente a lo que normalmente llueve en tres meses.** 13 veces más de lo habitual en solo una semana**. Si pensabas que tu cubeta de agua no se llenaba lo suficientemente rápido durante el riego, aquí hay un nuevo concepto de acumulaciones. Pero el dilema persiste: ¿cómo aprovechamos esta abundancia?
La característica clave de estas lluvias es que provienen de borrascas atlánticas. Literalmente, el agua que desagua aquí podría ser un recurso utilizablemente enorme. Hay quienes afirman que el agua ‘residual’ de las DANAs (Depresión Aislada en Niveles Altos) no tiene el mismo potencial. Pero, claro, eso no soluciona el hecho de que los embalses son incapaces de gestionar de manera efectiva ese torrente de agua.
La gestión del agua: ¿estamos a la altura?
El cierre de esta narrativa nos lleva, irremediablemente, a la pregunta crucial: ¿qué hacemos con todo este agua? En un país donde la sequía acecha con la misma frecuencia que la lluvia torrencial, la gestión del agua se convierte en un tema primordial. Pareciera que hemos dejado las decisiones de este recurso en manos del destino. ¿Y si este invierno, por mera casualidad, el agua se convierte en un enemigo temido en lugar de un aliado respetado?
La falta de un sistema de gestión hídrica efectiva está, sin duda, entrelazada con la cultura del «ya se verá». En lugar de fomentar la planificación, la administración y la conservación de nuestros recursos, parece que optamos por enfrentar las consecuencias después de que ya ocurrieron. ¿Cuántas veces tenemos que repetir la misma historia para aprender? Es como olvidarse de cerrar la puerta de la nevera y encontrarlo siempre vacío en lugar de simplemente organizarlo mejor. Un poco de humor, pero también una verdad incómoda.
El futuro: ¿dónde nos lleva esta situación?
Si las lluvias continúan siendo un problema y nos vemos obligados a desembalsar, el espacio para la sequía aumenta. En el futuro, si no invertimos en infraestructuras hídricas adecuadas, podemos estar condenados a un ciclo interminable de inundaciones seguidas de sequías agudas. La solución, como en todo en la vida, radica en el equilibrio.
Podemos aprender de situaciones pasadas y adaptarnos. O, podemos seguir haciendo lo que hemos hecho por años: construir más presas y esperar a que el agua se comporte. Pero, ¿realmente queremos seguir siendo prisioneros en este juego de azar?
Conclusiones: ¿qué podemos aprender de todo esto?
Volvemos a la pregunta original: ¿será el agua un recurso que nos salvará o nos hundirá? En el fondo, es nuestra responsabilidad como sociedad asegurarnos de que podamos gestionar el agua de manera sostenible. Las lluvias pueden ser una bendición para la agricultura y el medio ambiente, pero también pueden ser una maldición si no estamos preparados. Es imperativo que tomemos medidas proactivas para gestionar nuestros recursos hídricos, y, mientras lo hacemos, no olvidemos reírnos un poco de nuestro propio caos humano: ¡después de todo, la vida es una aventura de aprendizaje!
Así que, la próxima vez que comience a llover, recuerda que no todo es tan simple como «aguacero» o «verano seco». A veces, la agridulce naturaleza de la lluvia puede enseñarnos más de lo que creemos. Y si te encuentras en San Andrés del Congosto, recuerda mirar el cielo, pero también mirar un poco al futuro. ¡Puede que el agua esté al acecho, lista para jugar su próximo destino!
Reflexiones finales
La historia de la lluvia en el valle del Borbona es más que una serie de eventos climáticos; es un espejo de cómo manejamos los recursos y cómo nos vemos a nosotros mismos en un mundo lleno de incertidumbres. Cada gota de agua representa la oportunidad de reflexionar y actuar, transformando un desafío en un futuro más sostenible. Así que, al final del día, hagamos que cada gota cuente y preparémonos para un mañana que realmente pueda beneficiarnos.