La historia de España tiene capítulos oscuros que, a menudo, parecen haber sido olvidados o, al menos, relegados a un segundo plano. Una de esas historias es la sufrida por los prisioneros durante la Guerra Civil española, que vivieron en condiciones deplorables que desdibujaban cualquier noción de dignidad humana. Entre ellos se encontraba Odón de Buen, un destacado oceanógrafo español cuya experiencia en la prisión provincial de Mallorca pone de relieve la brutalidad que vivieron miles de personas. Adentrémonos en este relato, en el cual la desesperación y el sufrimiento se entrelazan con la resistencia humana y la esperanza de un futuro mejor.

Un vistazo al contexto: la Guerra Civil española

¿Alguna vez te has preguntado cómo un país puede llegar a desmoronarse de tal manera? La Guerra Civil española (1936-1939) fue un conflicto que partió a la nación en dos: a un lado, los republicanos y a otro, los franquistas. Este conflicto no solo se trató de una lucha por el poder político, sino que también reflejó una profunda batalla ideológica, destinada a definir el futuro de España. Por desgracia, lo que siguió fue un periodo de opresión brutal, donde la represión se convirtió en la norma.

Para aquellos que no están familiarizados, la guerra comenzó cuando un grupo de militares, encabezados por Francisco Franco, se sublevaron contra el gobierno de la Segunda República. Lo que se suponía que sería un conflicto breve se transformó en una larga y desgastante guerra que dejó heridas profundas en la sociedad española. Pero lo que muchos no saben es que dentro de ese caos, individuos como Odón de Buen vivieron experiencias que marcarían para siempre su vida y su legado.

La vida de odón de buen antes de la tormenta

Nacido en 1863, Odón de Buen fue un pionero de la oceanografía en España. Fundó el laboratorio de biología marina de Porto Pi en Palma, un lugar donde los científicos podían investigar los misterios del mar Mediterráneo. Imagina el aroma del mar, la brisa suave y la oportunidad de desentrañar los secretos de la vida marina. No es de extrañar que Odón se sintiera como un niño en una tienda de dulces. Sin embargo, cuando el estallido de la Guerra Civil llegó, sus días de investigación se convirtieron en un oscuro capítulo de horror.

La prisión de palma: un lugar de sufrimiento

Con el inicio de la guerra, Odón fue arrestado por las autoridades franquistas y enviado a la prisión provincial de Palma, que había sido adaptada de un antiguo convento. «Todo el edificio olía a mugre», escribía Odón en sus memorias. ¿Qué imagen trata de evocar? La de un lugar que no solo era restrictivo, sino que también estaba colmado de deshumanización. Las condiciones en las que se encontraban los prisioneros, hacinados e insalubres, eran inimaginables. ¿Te has imaginado alguna vez en un lugar así? Probablemente no, pero Odón lo vivió en carne propia.

La descomposición de los cuerpos y las mentes

Los relatos de la historiadora Margalida Roig Sureda revelan que los reclusos comenzaron a enfermar rápidamente. Los prisioneros eran amontonados en condiciones infrahumanas. «El contagio por enfermedades estaba a la orden del día», señala Roig Sureda. Si te preguntabas cómo era un día normal en ese ambiente, te lo resumo: un juego macabro de enfermedades, angustia y desesperación, aderezado con el deterioro físico y psicológico que llevaba a muchos a perder la cordura.

Odón cuenta como, en medio de ese caos, presenció la agonía de sus compañeros. «Vi morir a uno de ellos a mi lado», escribe, con un dolor que resuena hasta el día de hoy. En momentos así, preguntarte: ¿por qué sucede esto? parece un ejercicio fútil, pero es crucial para entender la profundidad de esa tragedia.

La anatomía de la represión

El sistema de prisiones franquista

El dominio del franquismo no se limitó a la prisión provincial. Mallorca, debido a su condición de isla, se convirtió en un microcosmos de terror. Jaume Claret Miranda, historiador, comenta: «Si España se convirtió en una inmensa prisión, Mallorca lo fue por partida doble». Los campos de concentración proliferaron; la represión se extendió como una sombra, tocando a todos.

La frase «No se mantendrá en las cárceles, hacinados y ociosos, a los enemigos de España» no solo era un mensaje de desafío; era una advertencia escalofriante sobre el destino reservado a quienes se opusieron al régimen. ¿Te imaginas vivir en un entorno donde la simple existencia era un acto de desafío? Es aterrador.

Can Mir: el rostro más oscuro de la represión

Otro lugar que merece mención es Can Mir, una prisión que albergó a más de 2,000 prisioneros, en su mayoría vinculados a movimientos obreros y partidos de la izquierda. Su ambientación era tal que casi parecía decorado por un estudio de cine de terror de bajo presupuesto. Las descripciones de Odón y otros prisioneros pintan un cuadro de horror donde miles de personas se apiñaban en espacios reducidos. «En ese ambiente nauseabundo, daba la impresión de que estábamos todos condenados», recuerda uno de los internos. ¿Qué tan desesperante sería esa sensación?

La salud deteriorada: otra forma de tortura

Como era de esperar, las condiciones en las prisiones llevaron a una rápida declinación de la salud de los prisioneros. La escasez de alimentos y la falta de atención médica generaron un ambiente propenso a infecciones y enfermedades. ¿Y qué pasaba con la asistencia médica? Según Roig Sureda, a menudo los presos eran trasladados al Hospital Provincial, donde las condiciones eran igualmente precarias, debido a los mismos problemas de recursos y la purga del personal médico.

Odón de Buen fue testigo de estas realidades. A medida que el tiempo avanzaba, él y otros prisioneros comenzaron a enfermarse. Infecciones intestinales y otros males proliferaban, todo como resultado de la falta de higiene y de una alimentación adecuada. ¿Puedes imaginar pasar de ser un respetado científico a ser parte de un experimento cruel? Esa es la tragedia de personas como Odón.

La salida del infierno

Después de casi un año de sufrimiento, Odón fue liberado gracias a gestiones realizadas por amigos con influencia. Fue canjeado por la hermana y la hija de Primo de Rivera, un antiguo amigo. Al salir de la prisión, su vida cambió radicalmente, pero las cicatrices que había dejado la experiencia lo acompañaron el resto de su vida. ¿Quién realmente puede dejar atrás una experiencia como esa?

Se trasladó a Barcelona, donde asumió un papel importante en la cultura española, pero cada recuerdo de aquellas semanas en la prisión probablemente le pesaba en el alma como una piedra. Así, se estableció en la localidad francesa de Banyuls sur Mer, donde comenzó a escribir sus memorias.

Reflexiones finales: memoria e importancia histórica

El relato de Odón de Buen es uno entre miles que conforman el tejido de la memoria histórica de la Guerra Civil española. Estos relatos son cruciales, no solo para recordar lo que ocurrió, sino para evitar que se repita. La historia nos enseña, pero a menudo olvidamos. ¿Por qué es tan difícil confrontar nuestro pasado? Tal vez porque el pasado tiene la extraña habilidad de acomodarse en nuestros recuerdos y traernos de vuelta esos miedos ocultos.

Las historias de aquellos que sufrieron en las prisiones, como Odón de Buen, deben ser contadas y divulgadas. No solo por su valor histórico, sino porque son testimonios del coraje humano y la resistencia incluso en las condiciones más oscuras. ¿Cuántos otros Odones estarán esperando a ser recordados? Al final, las historias de las personas son lo que realmente perdura, así que, mientras compartimos estas narrativas, recordemos con empatía y respeto a aquellos que vivieron y se sacrificaron.