En los momentos más oscuros, cuando las catástrofes naturales nos sorprenden de un modo brutal, siempre hay algo que brilla, y no, no me refiero a la luz de la tormenta. Hablo de la solidaridad humana, ese poderoso músculo que se activa incluso cuando pensamos que estamos todos atravesando tiempos difíciles. Esto es exactamente lo que sucedió tras la reciente DANA (Depresión Aislada en Niveles Altos) que azotó la Comunidad Valenciana. En este artículo, vamos a examinar cómo la respuesta de ciudadanos y organizaciones benéficas dejó un sabor agridulce y a la vez significativo en toda España.

La trágica DANA: un catalizador para la acción solidaria

Hay algo casi poético en la forma en que la naturaleza puede unir a las personas. En mis años de experiencia como bloguero y observador de la sociedad, he visto cómo una catástrofe puede desatar una ola de acciones desinteresadas. Cuando las imágenes de Valencia inundada invadieron las pantallas de televisión, muchas personas sintieron la necesidad de actuar. Cada quien lo hizo a su manera, sacando alimentos del fondo de sus despensas o comprando bolsas de arroz en el supermercado local. De alguna manera, todos nosotros queríamos ser parte de la solución.

Pero, ¿qué es lo que nos mueve a actuar en medio del desastre? Quizás el anhelo de pertenencia, de ser parte de algo más grande que nosotros mismos. La mejor anécdota que recuerdo fue cuando, tras un gran incendio en mi localidad, vi a un grupo de personas organizando una recogida de alimentos. En lugar de armar un caos, hubo un esfuerzo organizado; cada uno asumió una tarea y juntos lograron enviar un camión lleno de ayuda. Esa es la solidaridad en acción, pero no siempre resulta de esa manera.

Desbordamiento de donaciones: una respuesta masiva y desorganizada

Puedo imaginar a los voluntarios del Banco de Alimentos recibiendo cajas y cajas de comida con la intención de ayudar a las familias afectadas por la DANA. Sin embargo, como se ha reportado, las delegaciones no solo se sintieron abrumadas sino que además se encontraron ante un dilema inesperado. ¿Qué hacer con todo el alimento que, aunque bien intencionado, no se ajustaba a las necesidades actuales?

En Valladolid, por ejemplo, se encontraron con un exceso de productos perecederos que estaban en riesgo de caducar. Si has estado en una situación similar —por si acaso, yo he tenido mi experiencia en organizar eventos benéficos y he visto esta película— sabes que la logística puede complicarse. Ante la avalancha de donaciones, no solo se trata de empaquetar y enviar; hay que considerar qué es lo que realmente necesitan las personas afectadas, y ese no es un cálculo sencillo.

Diferencias entre alimentos no perecederos y perecederos

Al abordar este tema, me viene a la mente una pregunta: ¿por qué muchas personas deciden donar pancitos y yogures en lugar de, digamos, arroz o legumbres? Parte de este fenómeno parece deberse a la empatía y a la intención de ayudar con lo que uno consideran alimentos “básicos”. Pero, aquí va una observación honesta: en momentos de crisis, es fundamental que se considere el tipo de alimentos que se donan. Los alimentos perecederos, aunque son bien intencionados, a menudo terminan por ser una carga logística que no ayuda a quienes realmente lo necesitan.

Eso nos lleva a una reflexión sobre la psicología detrás de nuestras donaciones. ¿Acaso estamos donando para sentirnos bien nosotros mismos, o realmente estamos pensando en las personas a las que queremos ayudar? La respuesta no siempre es sencilla.

La llamada a un cambio de enfoque: ¿dinero o comida?

Mientras las donaciones de alimentos se acumulaban, surgió un mensaje claro desde algunos expertos de diferentes bancos de alimentos: el dinero es mejor que los productos. ¿Por qué? Porque el efectivo permite a las organizaciones de ayuda comprar lo que realmente necesitan, y adaptarse a la demanda de los afectados. Esta es una discusión que ha estado ocurriendo desde mucho tiempo atrás.

Recuerdo una vez en una conferencia sobre buenas prácticas en donación, donde un conferenciante relató la historia de un gran almacén lleno de donaciones que languidecían, mientras que la organización no podía gestionar la logística de distribución porque no había sido coordinada. En este caso, se repetía la historia: muchas donaciones en especie que no se podían usar de inmediato.

Pero, ¿por qué la reticencia a donar dinero? Es curioso, pero hay una especie de estigma social en torno a donar en efectivo. Tal vez porque a muchos les gusta ver su donación, tocarla y simbolizarla. Sin embargo, necesitamos preguntarnos: ¿es el gesto de dar un paquete de galletas en lugar de un billete de 10 euros realmente más valioso?

La importancia de la coordinación en la ayuda

Es evidente que necesitamos un sistema mejor elaborado para movilizar ayuda en casos de crisis. Tal como apuntaron algunos voceros en Valladolid y Córdoba, si la solidaridad se activa de forma descoordinada, corre el riesgo de crear más problemas que soluciones.

Como bien decía uno de los portavoces del Banco de Alimentos en Pontevedra, “no donemos a Valencia como pollos sin cabeza”. Suena un tanto divertido, ¿verdad? Pero realmente pone de manifiesto la disfuncionalidad que puede surgir de una acción desmedida. La necesidad de actuar con agilidad y planificación nunca ha sido tan clara como en estos momentos.

Espacio para la organización interna: un aprendizaje para el futuro

No todo está perdido, claro está. El entusiasmo inicial por ayudar nos deja lecciones valiosas sobre cómo mejorar. En mis propios esfuerzos como bloguero, he aprendido que cuando uno intenta reunir a la gente, la clave está en la organización. Además de eso, tener un plan de contingencia y una buena comunicación son esenciales. No hay nada más frustrante que tratar de ayudar cuando no hay coordinación.

¿Qué podemos tomar de esta experiencia? Primero, que más que un puñado de alimentos, la sociedad necesita una respuesta estructurada y organizada. La gente tiene la intención de ayudar y eso es algo monumental. Después de todo, no hay duda de que el espíritu de comunidad todavía vive en nosotros.

Reflexiones finales: hacia un futuro más solidario y eficiente

La ola de solidaridad que se desató al ver las imágenes de la DANA en Valencia es un recordatorio de que, aunque las grandes catástrofes nos pueden hacer sentir vulnerables, también pueden fomentar una comunidad unida. La combinación de buena intención y acción efectiva puede marcar una diferencia significativa en la vida de las personas afectadas.

Aquí es donde todos podemos hacer la diferencia. Así que, ¿qué hacer cuando se encuentre en la próxima situación de crisis? En lugar de acercarse al Banco de Alimentos con cajas de pasta, haga una donación monetaria. Quizás sea más fácil, pero incluso los esfuerzos más pequeños pueden tener un impacto significativo.

Al final del día, lo que realmente importa es el deseo genuino de ayudar, pero también debemos ser inteligentes al hacerlo. A través de la empatía, la organización y la solidaridad, podemos enfrentar no solo el desastre, sino cualquier adversidad que se nos presente. Y si logras sonreír mientras lo haces, bueno, consideralo un extra.

¿Listos para la próxima vez que la naturaleza nos recuerde lo frágiles que somos? ¡Seamos uno en ello!


Así que, mientras nos preparamos para…

¡A brindar por la solidaridad!