Cuando hablamos de tauromaquia, es imposible no pensar en los múltiples matices que ha adquirido a lo largo de los años. Este arte de lidiar toros ha tenido épocas de esplendor y momentos de oscuridad, donde incluso la polémica ha sido su mejor compañera. Hoy quiero compartir con ustedes, amigos, lo que ocurrió recientemente en la presentación de la Feria de San Isidro en Madrid, un evento que ha desnudado el alma de la modernidad en el toreo y, de paso, ha dejado más preguntas que respuestas. Pero, tranquilos, no estoy aquí para aburrirles. ¿Quién quiere escuchar un monólogo sobre toros cuando se puede hablar sobre la salsa moderna de la fiesta?

El emocionante comienzo: juventud y tradición en un solo lugar

Imagina que estás en las vibrantes calles de Madrid, la ciudad que nunca duerme, y de repente, ves a un grupo de jóvenes vestidos de luces. Suena surrealista, ¿verdad? Pero eso fue exactamente lo que sucedió la noche de la gala en la Plaza de Las Ventas. Estos jóvenes, llenos de energía, portaban una montera como si fuera la antorcha olímpica mientras recorrían las calles, dirigiéndose hacia el que ha sido uno de los grandes epicentros del toreo español.

Al llegar a la célebre Puerta Grande, el novillero Marco Pérez hizo su aparición estelar, no en el ruedo, sino en un escenario diseñado especialmente para la ocasión. ¡Ah, el glamour de los toros modernizados por el brillo de una carpa! ¿Quién diría que el toreo se podía presentar de manera tan… festiva?

La ceremonia comenzó con un montaje espectacular: un fogonazo de luces, aplausos y un ambiente que podía cortar con cuchillo. Todo pareció caer en su lugar, desde la banda de música hasta los chulapos bailaores. Todo iba bien hasta que la montera, símbolo de tradición, desapareció. ¿Acaso alguien tenía un plan maestro en mente?

Polémica en el aire: una gala con giros inesperados

Por si no lo saben, la basura mediática también tiene su lugar en los eventos de alto perfil, y aquí también se hizo notar. El alcalde de Madrid, ante un mar de caras sonrientes, hizo un llamado a la libertad, desafiando las voces críticas que cuestionan esta «fiesta». Ah, la política y el toreo, un dúo dinámico que siempre da de qué hablar.

Los premios comenzaron a entregarse y, como todo buen espectáculo, no faltaron los momentos de incredulidad. El Premio Embajador de la Tauromaquia fue otorgado al periodista Roberto Gómez. Quizás su papel ha sido tan fundamental que le otorgaron dicho reconocimiento. Pero eso fue solo un aperitivo. El Premio Mujer y Tauromaquia fue para la novillera Olga Casado. Bueno… ¿demasiado pronto para un premio? Como quien le da un Oscar a alguien tras su primer cortometraje. Pero, ¡eh! Vivimos en la era de los influencers y la visibilidad.

Más sorpresas llegaron cuando se presentó el cartel de la Feria de San Isidro con la imagen de Victoria Federica de Marichalar. A medida que el telón caía, la mezcla de tradición y modernidad se convirtió en un espectáculo digno de un reality show. Aunque la estética de la obra no era discutible, el hecho de que no hubiese representación de toros o toreros dejó a más de uno rascándose la cabeza. ¿Acaso esta es la nueva cara del toreo? ¿Una imagen atractiva en lugar de la crudeza de la lidia?

La tauromaquia en tiempos modernos: ¿una fiesta superficial?

Rafael García Garrido, uno de los empresarios de Plaza 1, afirmó que habían logrado el relevo generacional y que se hablaba en un «idioma» que resonaba con los jóvenes. Tal vez sí, o tal vez solo se burlaban de la tradición con un guiño moderno. En el fondo, muchos de nosotros que hemos crecido con relatos de toreros míticos, con historia y con arte, nos preguntamos: ¿es esto un avance verdaderamente honorable o solo una superficialidad que se viste de brillo para ocultar la falta de contenido?

Isabel Díaz Ayuso, la presidenta de la Comunidad de Madrid, también tuvo su intervención, alabando la capacidad de la empresa para fusionar tradición y modernidad. ¿Fusionar? Hay quienes dirían más bien que intentaron colocar una tapa brillante a un recipiente vacío. Pero, a pesar de su discurso, la verdad es que la crítica nunca apareció en sus palabras. ¿Es posible que vivamos en un mundo donde es más fácil aplaudir que cuestionar?

Una mirada hacia el futuro de la patina del toreo

Con la montera olímpica como símbolo encendido, da la impresión de que estamos ante una nueva era del toreo. La industria ha abrazado un espectáculo que, aunque moderno, parece cada vez más distante de sus raíces. La temporada madrileña está al caer y nos encontramos, como siempre, ante la elección entre aferrarnos a lo conocido o abrirnos a nuevas experiencias.

¿Seremos capaces de mantener la integridad y la pureza, o todo se reducirá a un entretenimiento ligero y superficial? Cada uno de nuestros pensamientos contribuirá a moldear la nueva tauromaquia y, de cierta forma, también seremos nosotros quienes decidamos cómo evoluciona este arte.

Un hilo de esperanza

Con todo esto, hay un hilo de esperanza en la juventud que está empezando a abrazar estas tradiciones. Aunque la forma puede ser diferente, hay un interés que podría reanimar la pasión por el toreo que muchos temen perdida. Al final del día, la tauromaquia ha sobrevivido a varias crisis, y lo que se percibe hoy como superficialidad puede, en el futuro, convertirse en una nueva base sólida.

También es nuestro deber, como amantes de la cultura, participar y dialogar sobre lo que amamos. Al final del día, ¿no lo hacemos ya? En cada conversación, en cada risa y en cada historia que compartimos, ¿no somos todos un poco toreros de nuestras propias vidas y sus momentos?

Con una mezcla de tradición, modernidad, risas y un toque de crítica, ¡aquí seguimos, amigos! Con los ojos bien abiertos ante un nuevo capítulo en esta saga que es la tauromaquia. ¡Larga vida a la fiesta!