La política española siempre ha sido un juego de ajedrez, donde las piezas son movimientos calculados y las estrategias, a menudo, sorprendentes. Pero lo que estamos viendo últimamente en el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) es más bien una partida de “quién se queda con el último trozo de pizza”. Y, queridos lectores, en esta analogía, parece que hay un solo jugador: Pedro Sánchez. ¿Acaso el liderazgo del PSOE no ha sido más que un juego de sombras, donde los verdaderos movimientos se realizan en la penumbra de Ferraz?

La retirada de los pesos pesados

Primero, hablemos de Luis Tudanca y Juan Espadas, antiguos secretarios generales del PSOE en Castilla y León y Andalucía, respectivamente. Su decisión de no presentarse a la reelección es como si, en plena partida de dominó, las piezas simplemente decidieran no caer. Una decisión que marca, sin duda, el finish de lo que muchos consideraban un liderazgo basado en las bases. Con este movimiento, se consolida una nueva era en el PSOE, donde las candidaturas parecen ser impuestas desde arriba, como lo hace un chef con su menú especial.

Pero, ¿por qué decidieron dar un paso atrás? Las especulaciones son muchas, y si les soy sincero, casi podría hacer una novela de misterio con las teorías que andan circulando. Puede que les haya parecido que era más divertido no ser el plato principal en el menú de Sánchez, o, quién sabe, tal vez encontraban más gratificante observar desde la primera fila cómo su partido se transformaba en un espectáculo digno de Broadway.

Los nuevos candidatos: ¿Ms. Sanchista y su equipo?

Con la salida de Tudanca y Espadas, tenemos a los nuevos candidatos de la confianza de Sánchez que, por cierto, no son exactamente desconocidos. Carlos Martínez, el alcalde de Soria, y la vicepresidenta María Jesús Montero, se suman a un selecto grupo de nombrados desde Madrid. Con un golpe de magia similar al de un ilusionista, Sánchez ha convertido a sus ministros en aspirantes a líderes regionales. Es como si estuviera diciendo: “¿Para qué elegir, cuando puedo elegir yo mismo?”

Y, vamos a ser sinceros, esto da un poco de miedo. ¿Realmente queremos ministros que se dediquen a hacer campaña en lugar de gobernar para todos? Mientras María Jesús Montero se enfoca en su futura campaña, ¿quién se está encargando de las necesidades de la ciudadanía en su departamento? Curiosamente, surge la pregunta: ¿deberían los ministros ser candidatos en elecciones autonómicas?

Un federalismo bajo asedio

Sánchez parece estar dejando caer el modelo federal del PSOE por el abismo, sustituyéndolo por un “cesarismo” que, si me preguntan, no suena muy bien. En lugar de un partido que se construye desde las bases, estamos observando una estructura centralizada que recuerda un poco a un antiguo régimen. La idea de que todos podamos tener voz en quién nos representa parece haber sido relegada a un segundo plano. ¡Qué ironía, cuando el propio PSOE ha sido pionero de estas prácticas en la política española!

Imaginemos por un momento que el PSOE decide regresar a sus raíces, similitud a un perro que finalmente regresa a su dueño. Ah, pero ese regresemos no parece estar realmente en la agenda de Sánchez. ¿No sería más sensato dar poder a las comunidades autónomas y permitir que sus líderes sean elegidos por sus bases?

Las implicaciones de un gobierno pluriempleado

Cinco ministros pluriempleados. Uno de ellos, María Jesús Montero, además de ser ministra, es vicepresidenta del Gobierno. La multitarea es genial cuando se trata de hornear galletas, pero, ¿es tan buena en la política? El dilema es, ¿puede alguien estar al servicio de todos mientras al mismo tiempo se prepara para conseguir votos? Espero que no se le ocurra organizar un mitin en medio de una crisis de gestión…

Cuando te presentas como candidato en tu tierra, no puedes evitar sentir que tus acciones serán influidas por esta doble lealtad. ¿Acaso este estilo de gobernanza no lleva a privilegios selectivos a áreas afines? Me imagino a Montero tratando de balancear un presupuesto mientras su mente está, digamos, “en la calle” haciendo campaña. No me malinterpreten, estoy a favor de un poco de ambición, pero aquí parece que está habiendo un “conflictillo” de interés.

La neutralidad en la gestión: ¿una ilusión?

Es natural que esperemos que un ministro actúe en interés de toda la nación, no solo de su partido. Y lo que se plantea es un desafío crucial: cuando se está usando un cargo ministerial como trampolín electoral, ¿cómo puede uno ser realmente objetivo? O sea, ¿no es un poco como tratar de conducir un coche de carreras en una autopista llena de baches?

Si miramos el contexto histórico, hay un precedente cuando el gobierno de Sánchez fue duramente criticado por su manejo en ciertas provincias. En este escenario, la pregunta surge como un eco en la mente de todos: ¿Es razonable que esos ministros, con sus campañas en mente, favorezcan a ciertas comunidades sobre otras? Es triste pensar que, en lugar de trabajar hacia un objetivo común, se estarán promocionando a sí mismos.

¿Y qué hay de la famosa “quita de deuda” que prometió Montero a Jaén? ¿No suena un poco sospechoso que las decisiones económicas se distribuyan basadas en alianzas políticas? La historia habla por sí sola, no es que sea un Rocco de la justicia, pero es claro que en esta danza política hay más de un par de pies que pisan sobre las cabezas de los ciudadanos.

Las primarias: una forma de recordar lo que fue

¿Recuerdan cuando el PSOE se jactaba de elegir a sus candidatos de forma democrática? Bueno, amigos, eso es lo que llamamos una reminiscencia. Con estructurar un partido basado en la selección de “candidatos de confianza” desde Ferraz, estoy seguro de que algunos de ustedes se están rasgando las vestiduras en este momento. Es como si el partido pasara de un buffet libre a una comida de cinco platos servidos por un chef con menos interés en la opinión del comensal.

La lógica detrás de esto no es solo alarmante; es angustiante. Como parte del electorado, deberíamos cuestionar qué significa todo esto para el futuro de la democracia en España. ¿Es este el futuro que queremos? ¿Un partido que se aleja de sus raíles históricos por una ambición personal?

Reflexiones finales

La metamorfosis del PSOE en Partido Sanchista ha sido evidente y alarmante. Aunque en este momento puede ser fácil ignorar las contradicciones y los dilemas éticos, el impacto en la forma en que se ejerce el poder no puede pasarse por alto. Los políticos deben recordar que, al final del día, su función es trabajar en beneficio de la ciudadanía, no para aumentar su propio estatus o dominio dentro de un partido.

La democracia, amigos, es un eco de nuestras elecciones, y no debemos dejar que el ruido de las decisiones tomadas a puerta cerrada ahogue nuestra voz. Desde las bases, tenemos el poder para influir en este juego de ajedrez. Podemos ser los que decidamos qué piezas queremos mover y cuál es nuestra jugada maestra.

Así que, mientras observamos el escenario político con una mezcla de ansiedad y expectación, recordemos que cada uno de nosotros tiene un papel que jugar, ya sea en las urnas o en la conversación del día a día. ¡Hay que recapacitar, hacer ruido, y volver a poner la democracia en el centro de la conversación política! ¿Quién se apunta?