A veces, la historia nos sorprende con golpes tan duros que parecen pertenecer a una película de acción más que a nuestra propia realidad. Un recuerdo me transporta a un día nublado de finales de enero, 47 años atrás. El 24 de enero de 1977, Madrid vivió uno de esos capítulos oscuros que, a pesar del paso del tiempo, no podemos permitirnos olvidar. Dos individuos armados entraron en un despacho de la calle Atocha, 55, y abrieron fuego de manera indiscriminada, asesinando a varios abogados laboralistas, entre ellos, Enrique Valdevira Ibáñez, Luis Javier Benavides Orgaz y Javier Sauquillo. Este trágico suceso no solo marcó a una generación, sino que se convirtió en un acto simbólico en la lucha por la democracia en España.

La escena del crimen y el eco de la violencia

Imagina que estás en un café de la capital, disfrutas de un café con leche mientras sientes cómo el frío penetra tus huesos. Y de repente, te llega el eco de las balas que dieron forma a la memoria colectiva de un país que luchaba por despojarse de las cadenas de un régimen totalitario. La historia de la matanza de Atocha no es solo sobre la violencia, sino sobre la resistencia y la determinación de muchos que optaron por no rendirse ante las sombras del pasado.

La matanza fue perpetrada por un grupo de extrema derecha que temía perder el poder que, tras la muerte del dictador Francisco Franco, comenzaba a desmoronarse. Ese día, las balas no solo impactaron en cuerpos humanos, sino también en el corazón de una nación que comenzaba a tomar forma. La resistencia de aquellos que luchaban por la democracia se mantuvo firme, y aunque el dolor fue inmenso, las heridas también se transformaron en un motor de cambio.

Un recordatorio necesario

La reciente película Siete días en mayo, presentada en la sede de Comisiones Obreras en Madrid, busca mantener viva la memoria de estos héroes caídos. A través de una narrativa que fusiona ficción y realidad, el filme examina cómo estos eventos resonaron en la sociedad española, y cómo, con el paso del tiempo, el olvido se convierte en un enemigo que hay que combatir con firmeza.

La directora Rosana Pastor comentó: “No puede caer en el olvido un hecho que fue fundacional para nuestra democracia”, y la verdad es que no podría estar más acertada. La historia se repite, pero lo que importa es qué lecciones aprendemos de ella. Con un enfoque que toca fibras sensibles, Siete días en mayo nos muestra la importancia de recordar, de hacer un ejercicio de memoria colectiva.

La importancia de los testimonios

Ahora, imaginemos aquellos testigos que quedaron marcados para siempre por esa tragedia. Miguel Saravia, uno de los sobrevivientes de la matanza, ha compartido su historia en múltiples ocasiones. Reflexionando sobre el dolor de perder a amigos y compañeros, ha manifestado su deseo de que las nuevas generaciones comprendan lo que realmente ocurrió ese día. Incluir sus voces en la narrativa es vital para comprender la magnitud de lo que se perdió.

En la película, también aparecen figuras como Francisca Sauquillo, hermana de uno de los asesinados. Su lucha por mantener viva la memoria de su hermano es un poderoso recordatorio de que el odio puede intentar borrar huellas, pero siempre habrá quienes se resistan a ello.

¿Por qué debemos recordar?

A menudo me pregunto: ¿Por qué es tan importante recordar sucesos tan dolorosos? La respuesta, aunque simple, es profundamente poderosa. Olvidar significa condenarnos a repetir los errores del pasado. La historia no es solo una colección de fechas y nombres; es una serie de lecciones que deben ser aprendidas para construir un futuro más esperanzador.

Incluso hoy, con un 26% de los jóvenes varones en España que prefieren «en algunas circunstancias» el autoritarismo a la democracia, se hace evidente que los ecos de la extrema derecha aún resuenan. La película de Pastor se convierte en una herramienta vital para contrarrestar esas tendencias, brindando un espacio para la reflexión y el debate.

La relevancia actual de la memoria histórica

Este año se conmemora el 50º aniversario de la muerte de Francisco Franco, y el Gobierno de España ha planeado un centenar de actos para recordar este hito crucial. Sin embargo, no todos comparten esta visión. La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, ha manifestado su oposición, argumentando que recordar el pasado puede llevar a la violencia. Pero aquí radica la pregunta: ¿deberíamos tener miedo al pasado o aprender de él?

La insistencia de figuras políticas en reescribir o ignorar la historia puede ser vista como una forma de violencia en sí misma, una violencia que pragmáticamente busca disminuir la memoria de lo que fue y de lo que aún puede ser. Paloma López, secretaria general de CC OO de Madrid, resaltó en el preestreno de la película que recordar no es guerracivilismo, es una obligación cultural. Un acto necesario de responsabilidad cívica.

La ficción como herramienta de cambio

A medida que la historia se repite, debemos buscar nuevas formas de conectarla con las generaciones más jóvenes. Aquí es donde la ficción audiovisual se presenta como un medio poderoso. No solo se trata de contar una historia; se trata de conectar emocionalmente. La narrativa visual tiene la capacidad de atraer y retener la atención de los jóvenes, y su importancia en la educación sobre la memoria histórica no debe subestimarse.

Recuerdo cuando vi por primera vez La lista de Schindler. No solo estaba ante una película; estaba sumergido en una experiencia emocional que me hizo reflexionar sobre la historia de una manera completamente nueva. Me hizo cuestionar y entender. Tal es el poder del cine. Si la película Siete días en mayo logra inspirar un solo pensamiento crítico en los jóvenes, habrá valido la pena.

La conexión entre pasado y presente

Es perentorio recordar que, aunque las circunstancias han cambiado, las ideologías de odio pueden reemerger. La historia puede no repetirse, pero, como se mencionó, «rima». La adaptación de antiguos modos de operación de la extrema derecha está más presente que nunca, y parece que a veces es más sutil. Hoy en día, puede no ser necesario el uso de una ametralladora; las palabras pueden ser igual de letales.

La idea de que los extremismos están a la vuelta de la esquina debería ser suficiente para que nos alarmemos. La historia nos enseña que el descontento social, cuando se combina con el desinterés político, puede resultar en un caldo de cultivo perfecto para las ideologías de la sombra.¿No deberíamos preguntarnos qué estamos haciendo para evitar que este ciclo se repita?

La influencia de relatos históricos en la acción política actual

La presentación de Siete días en mayo también permitió a algunos actores políticos, incluidos varios miembros del Gobierno, reunirse para discutir la importancia de aprender de la historia. La vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz, enfatizó la necesidad de construir una memoria colectiva que no solo apueste por recordar, sino por transformar.

Además, la vinculación con eventos actuales pone de relieve aspectos preocupantes. La creciente polarización política y el auge de movimientos populistas nos llevan a reflexionar: ¿estamos a la altura del desafío? En una España que se ha esforzado por construir una democracia sólida, no podemos permitir que se repitan los errores del pasado.

Reflexionando sobre el futuro

A medida que la película se prepara para su estreno el 31 de enero, la pregunta sigue siendo: ¿qué legado queremos dejar? La memoria histórica no solo es un recordatorio de lo que hemos superado; es también un faro que nos guía en la búsqueda de un futuro mejor. Cuando recordamos a aquellos que sacrificaron su vida por la libertad, nos comprometemos a luchar por un mañana donde la violencia no sea la respuesta.

¿Serán las generaciones futuras tan receptivas a estas lecciones como lo fueron las pasadas? Aquí, el papel de la educación y la cultura se vuelve vital. Al fin y al cabo, recordar no es solo un acto de memoria, sino un compromiso con la verdad. Tal vez, al conectar con la raíz de nuestro pasado, podamos establecer un camino hacia un futuro con más esperanza y menos odio.

Conclusión

La matanza de Atocha no debe ser solo un recuerdo espeluznante; debe ser un llamado a la acción. La película Siete días en mayo emerge como una herramienta valiosa para mantener viva la memoria de aquellos que lucharon por la justicia. Lo que está en juego es demasiado importante como para ser relegado al olvido.

Recuerda, la historia es nuestra maestra, y aunque el aprendizaje puede ser doloroso, es fundamental para nuestra evolución. Así que, la próxima vez que te encuentres reflexionando sobre los sucesos del pasado, piensa en cómo puedes contribuir a cambiar el futuro. ¿No es eso lo que realmente importa?