En un país donde los ecos de la dictadura aún resuenan con la fuerza de un trueno lejano, la relación entre la monarquía y la memoria histórica se ha convertido en un delicado equilibrio de intereses, percepciones y, honestamente, un poco de vergüenza. Felipe VI y la Casa Real parecen navegar por un mar de decisiones complicadas y, en ocasiones, decepcionantes. Hoy, quiero hablarte sobre cifras, eventos y la pesada carga de la memoria en España, pero con un toque de humor y anécdotas, porque, ¿quién dijo que la historia no puede ser interesante? Así que toma un café, relájate y acompáñame en este viaje.

¿Por qué la Casa Real ignora la memoria de las víctimas?

Imagínate por un momento que estás en una fiesta. Todos tus amigos están allí, pero en la esquina, hay un grupo de personas que se sienten incómodas y que han sido víctimas de burlas. Decides ignorarlos por completo porque no quieres incomodar a tus otros amigos. Esa es, en parte, la situación en la que se encuentra la monarquía española con respecto a las víctimas del franquismo. No se trata de un hecho aislado; es una tendencia histórica.

La Casa Real ha optado por evitar, en lo posible, los eventos que honran a quienes sufrieron bajo la dictadura. El acto conmemorativo del 8 de enero de 2025, que pretendía recordar a las víctimas, fue desairado porque coincidía con otro que se consideraba «más importante». Aquí surge la pregunta: ¿realmente merece una monarquía moderna que los ciudadanos ignoren su historia y aquellos que han sufrido en ella?

La memoria fallida

Es un tema complicado. La monarquía, recordemos, tiene raíces en un pasado que incluye la dictadura. Discutir esta relación no es solo un examen de Historia en el aula; es un grito de justicia para muchos. En nuestro imaginario, el rey debería ser el máximo representante de la dignidad, ¿verdad? Pero al parecer, el compromiso de la Casa Real con su linaje parece pesar más que la responsabilidad con los desposeídos de la memoria.

La historia reciente nos muestra que ellos no dudarían en asistir a actos que honran a las víctimas de ETA, pero cuando se trata de la dictadura, el silencio es la elección preferida. Esto provoca una especie de paradoja: ¿cómo puede la Casa Real representar a todos los españoles, incluidas las víctimas, si elige ponerse del lado de quienes perpetraron esos crímenes?

Recuerdos de un pasado que no se va

Una anécdota personal que me viene a la mente es cuando le conté a un amigo extranjero sobre la Transición y cómo España intentó olvidar a los que sufrieron bajo el régimen. Su cara reflejaba confusión y un poco de incredulidad; «¿No hacen memoriales o días de recuerdo?», preguntó. Claro, ¡existen! Pero a menudo son interrumpidos por eventos ministeriales, compromisos diplomáticos y una extraña preferencia por lo que «conviene» en lugar de lo que debería hacerse.

Me doy cuenta de que esto no es un problema exclusivo de España. En muchos lugares del mundo, la memoria histórica es un tema muy político. Cada vez que pienso en esto, no puedo evitar resaltar lo irónico que es. Una monarquía que, en teoría, debería ser un símbolo de unidad, a menudo termina siendo un símbolo de división.

La importancia de recordar

Pero, ¿por qué es tan importante recordar a las víctimas del franquismo? Porque olvidar significa permitir que la historia se repita. Mantener su memoria viva es un acto de justicia y dignidad. Honrar a quienes lucharon por la democracia y la libertad es, en esencia, un acto de resistencia. Es recordar que esos héroes no lucharon en vano, que su legado aún tiene importancia.

En este contexto, las ausencias de la Casa Real son elocuentes. Felipe VI podría, en teoría, ser un catalizador para la verdad y la reconciliación, pero parece haber elegido el lado equivocado de la historia — como un anciano un poco torpe que aún no se entera de que su disco favorito ha sido superado por otros ritmos.

Contradicciones en el discurso oficial

Se menciona que el rey dará las acreditaciones diplomáticas al embajador de Gabón el mismo día que se recuerda a las víctimas. Curiosamente, nadie parece cuestionar esta coincidencia. La derecha y la extrema derecha se aferran a la memoria de aquellos tiempos, pero cuando se trata de la memoria de las víctimas del franquismo, parecen optar por un silencio cómplice. En este sentido, ¿acaso no esto es un insulto a la memoria de quienes padecieron? ¿Es que tienen miedo de que la verdad les haga perder apoyos políticos?

Al final, de lo que se trata es de poder. La monarquía está atrapada en un juego donde el pasado tiene pesos que no se pueden ignorar. En la política, el mito de la “neutralidad” se desmantela en la práctica: no puedes ser neutral sin tener una postura, y eso merece una crítica constructiva.

La necesidad de una nueva narrativa

Como sociedad, es fundamental que reflexionemos sobre cómo se narra nuestra historia. La memoria debe ser abierta, inclusiva y, sobre todo, honesta. España necesita un nuevo relato que incorpore tanto el sufrimiento como la resistencia. Es necesario que las generaciones futuras entiendan lo que sucedió, pero también cómo las decisiones del presente pueden cambiar el curso del futuro.

La Casa Real deberá decidir si realmente quiere ser parte de un país que abraza su memoria. ¿Acaso no es irónico que, al tratar de proteger su imagen, estén ignorando el dolor de su propia gente? En lugar de eso, se beneficiarían al reconocer y aprender del pasado, transformando así una vulnerabilidad en una fortaleza.

El efecto de la memoria

El impacto que la memoria tiene en nuestra sociedad es profundo. Piensa en ello así: cada vez que recordamos, estamos creando un pont entre el pasado y el futuro. La historia debe ser un recurso, no un arma. Aprender de nuestros errores puede guiarnos a una sociedad más justa y equitativa. Todo esto me lleva a concluir que, al final, la memoria no es solo una cuestión de historia; es cuestión de identidad.

El camino hacia adelante

Entonces, ¿que podemos hacer nosotros? La participación ciudadana es clave — cada voz cuenta. Es fundamental que sigamos luchando por un país en el que todas las víctimas, sin importar su origen, sean reconocidas y honradas. Las movilizaciones, proyectos de sensibilización y diálogos abiertos son esenciales. Además, quizás sería prudente que la monarquía empiece a acercarse a las historias que no se han contado — hay mucho que aprender si tan solo se atreven a escuchar.

Al final, la pregunta que queda es: ¿estamos dispuestos a mantener viva la memoria de quienes dejaron todo por un futuro mejor? La verdad puede ser incómoda, pero es un primer paso fundamental para la reconcilación y la justicia. Así que, si estás leyendo esto y sientes que hay algo que puedes hacer, ¡no te quedes parado! La historia no solo se cuenta en libros, se vive en nuestras acciones cada día.

En un momento donde el deber de recordar parece ser más importante que nunca, cabe preguntarse: ¿quiénes somos y hacia dónde vamos? Espero que al final del día, España elija el camino del honor, la verdad y la dignidad. Y si la monarquía decide acompañarnos, bienvenidos sean. Si no, seguimos en pie, porque la memoria no se olvida, se lucha.