En una primavera que prometía flores y cambios, Bilbao se convirtió el pasado sábado en escenario de una de esas manifestaciones que marcan la historia: decenas de miles de personas tomaron las calles en defensa de los derechos de los presos de ETA. A medida que escucho los ecos de sus gritos, no puedo evitar recordar una anécdota personal que me lleva a reflexionar sobre nuestra propia historia y cómo la lucha por la justicia nunca es en vano. Pero, ¿qué nos está intentando decir esta movilización?

El trasfondo de la manifestación: paz y derechos en el aire

La marcha fue convocada por Sare, una red de apoyo a los presos de ETA, y tuvo como objetivo principal exigir el fin de las «excepcionalidades» en la política penitenciaria en España. Los manifestantes portaron una pancarta con el lema «Definitivamente. Paz. Resolución. Convivencia», y la presencia de figuras como Ane Muguruza, hija de un diputado asesinado, sumó una emotividad especial a la jornada.

Esta especie de «reencuentro familiar» entre los que abogan por los derechos de los presos y los que claman por justicia se hizo palpable en el aire. ¿Cuántos de nosotros hemos estado en una situación similar, donde defender algo en lo que creemos es todo lo que nos impulsa? Este tipo de manifestaciones no solo son una demostración de unión, sino también de un profundo anhelo de propósito.

La agenda de la manifestación: derechos vs. excepciones

Un aspecto central de esta movilización fue la crítica a la Administración penitenciaria vasca. Según Joseba Azkarraga, representante de Sare, hubo una fuerte condena hacia el retraso en la aplicación de las progresiones a tercer grado penitenciario para aproximadamente 49 presos que podrían estar en un régimen menos restrictivo.

Personalmente, creo que este tipo de situaciones son una espada de doble filo. Por un lado, ¿no deberíamos garantizar que los derechos de todos los afectados por la violencia sean respetados? Pero, por otro lado, también es crucial reconocer el sufrimiento de las víctimas. Aquí es donde la empatía se convierte en un elemento fundamental de cualquier diálogo.

Un país dividido pero unido en la lucha

La manifestación no solo reunió a una multitud de personas del País Vasco, sino que también atrajo a una representación importante de otros grupos políticos, incluidos EH Bildu, Junts, ERC, y más. Incluso Iñigo Errejón de Más País se sumó, mostrando la variedad de fuerzas políticas que apoyan la causa.

La diversidad en la marcha es un recordatorio de que, al final del día, todos estamos más unidos por nuestras luchas que divididos por nuestras diferencias. Recuerda cuando eras niño y pensabas que solo habías ofendido a alguien en el recreo, pero luego descubrías que todos eran amigos de tu amigo y no podían librarte de esas travesuras. A veces, viéndolo desde esta perspectiva más amplia, nos damos cuenta de que el objetivo es el mismo: un futuro mejor para todos.

Voces de la manifestación: ¿quién habla y por qué?

A medida que la manifestación avanzaba, las declaraciones de diferentes líderes políticos resaltaron la urgencia de solucionar la situación de los presos vascos. Gorka Elejabarrieta, de EH Bildu, llegó a afirmar que «ha llegado el día de solucionar de una manera integral y definitiva la cuestión».

Por su parte, Josep Pagès i Massó de Junts también hizo un llamado a los jueces para que apliquen la ley, no solo en favor de los presos de ETA, sino también de Carles Puigdemont, quien sigue en el exilio. La intersección de estas realidades nos hace preguntarnos, ¿cuántas luchas por la justicia están en juego aquí? Y más aún, ¿podríamos llegar a un punto de concordia en el que las víctimas y los reivindicadores de derechos se entiendan?

Las voces de las víctimas: un tema espinoso

Es esencial no olvidar a las víctimas, como Rosa Rodero, viuda del sargento asesinado por ETA, quien no estuvo presente por razones de salud. Su ausencia es un recordatorio de que la memoria de las víctimas debe ser reverenciada y respetada. Todos tenemos personas que se han visto afectadas por el conflicto y las cicatrices perduran. Pero de igual manera, también es relevante abogar por un sistema que respete los derechos humanos de todos los involucrados.

Este dilema recuerda a esa discusión que tuve con un amigo sobre si es posible hacer justicia sin venganza. ¿La justicia puede existir si se pasa por alto el dolor de otros? Sin duda, es un tema complejo que no se puede resolver en una sola manifestación, pero que necesita un espacio en la conversación colectiva.

La política penitenciaria: un juego de ajedrez

Si hay algo claro es que la política penitenciaria en España está lejos de ser sencilla. Como lo destaca Azkarraga, en la última década «más de 15 personas han sufrido prisión por encima del tiempo permitido por las propias leyes». Esto nos lleva a preguntarnos: ¿qué tipo de legislación permite que se vulneren los derechos humanos? Hasta qué punto el juego político se convierte en un juego de ajedrez donde las piezas son vidas humanas y los resultados, un sufrimiento prolongado.

En días como el sábado, donde millones de preguntas fluyen como un torrente, podemos pensar en cómo cada acción tiene su reacción. Y ahí es donde el humor sutil se convierte en una herramienta: a veces, reír o compartir una anécdota triste puede abrir la puerta a conversaciones más profundas.

Futuro incierto: ¿qué nos espera?

Los movimientos como el de Bilbao son necesarias, no solo como un grito por la justicia, sino también como un recordatorio de que el camino hacia la paz es arduo y complicado. La política actual, con su cortejo incesante de legislaciones y decisiones judiciales, nos deja a todos con preguntas sin respuesta. ¿Estamos siguiendo un camino hacia la reconciliación o estamos atrapados en un ciclo vicioso de resentimientos y excepciones?

Recuerdo una vez que un amigo me dijo: «la historia es como un libro que siempre estamos reescribiendo». Y, de alguna manera, esta manifestación es un capítulo más en esa narrativa. ¿Qué legado queremos dejar a las futuras generaciones? De seguro, no es uno lleno de excepciones, sino uno marcado por la comprensión y la paz.

Conclusión: que las voces de la manifestación no caigan en el olvido

La manifestación en Bilbao nos recuerda la importancia de luchar por lo que creemos, sin perder de vista el sufrimiento de los demás. Aunque la agenda es extensa y la búsqueda de soluciones complejas, es nuestra responsabilidad asegurarnos de que estas voces no se apaguen. Es esencial seguir debatiendo, educando y cuestionando para avanzar en un camino que respete los derechos de todos.

Así que, mientras me preparo para cerrar este artículo, quiero dejarte con una pregunta: en un mundo donde los gritos de «Euskal presoak, etxera» resuenan, ¿qué debido de nosotros podemos hacer para que estas luchas sean parte de nuestra propia historia y aprendizaje colectivo? La respuesta, amigos, la encontrará cada uno de ustedes en sus corazones.