En un momento en el que la política catalana parece una escena de una obra de teatro entre comedia y drama, Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) se encuentra en el centro de una tormenta interna. Con el Congreso Nacional a la vuelta de la esquina y tres candidatos que aspiran a ocupar el puesto de Marta Rovira como secreteria general, las discusiones están más que candentes. ¿Quién se hará cargo del futuro de ERC? ¿Es Oriol Junqueras la mejor opción, o el partido necesita una brújula nueva?

El escenario: un debate que enciende pasiones

Este último domingo, el debate entre los candidatos fue el primer epílogo de lo que se prevé será una serie de tensiones. Elisenda Alamany, la candidata de la lista más cercanamente junquerista, ¡Militància Decidim!, abrió la danza defendiendo la necesidad de un «liderazgo fuerte.» Quien no ha sentido la presión de tener que bilocarse entre ser fuerte y ser amable, ¿verdad? Es como querer comer un postre delicioso, pero que, al mismo tiempo, sea saludable.

En contraposición, Alba Camps, candidata del sector más crítico del partido, ¡Nova Esquerra Nacional!, no se anduvo con rodeos. Criticó esa idea de «personalismo» que rodea a Junqueras, abogando por una política “más honesta y empática”. No me dirás que no suena como un anuncio atractivo para el próximo curso de coaching personal. ¿Cuántas veces hemos oído la misma retórica? Puede que los políticos deberían comenzar a incluir talleres de autoayuda en sus discursos.

Y para coronar el debate, tenemos a Alfred Bosch, del movimiento ‘Foc Nou’, quien arremetió contra sus rivales. Dijo que son más «continuistas» que innovadores, pero vamos, ¿quién no ha usado este argumento en alguna reunión de trabajo para justificar un cambio de dirección? Así, en medio de este despliegue de brillantes exclamaciones, también demandó reconducir la estrategia hacia una independencia de Cataluña para 2030. Yo ahí ya veo un plan perfecto: entre más posturas y demandas, más ideas para una secuela de “Los Vengadores: La Saga Catalana”.

Las raíces del descontento: la estructura ‘B’ de ERC

Una de las escenas más incomodas del debate fue el momento en que Alamany habló sobre la necesidad de crear una Comisión de la Verdad. Ella no escatimó en esfuerzos al decir que su prioridad sería «cerrar la carpeta de la estructura B» lo más pronto posible. Suena muy bien en teoría, pero, espera, ¿qué sucedió realmente? Lo que se necesita es una auditoría externa, como sugirió Bosch, para saber si las cuotas de la militancia fueron manejadas correctamente. Al final, la unión en el partido se ha visto más afectada por las diferencias que por las coincidencias.

Uno se pregunta, ¿dónde estaban todos cuando estas cosas fueron sucediendo? Junqueras, por su lado, fue mencionado en varias ocasiones, como pez fuera del agua, dejando a muchos preguntándose si realmente es el héroe que ERC necesita o solo un actor secundario en su propia obra. ¿Es realmente la figura que debe liderar cuando los vientos soplan en contra?

Reconexión con la militancia: el gran desafío

Otro tema recurrente fue la reconexión con la militancia. Una especie de «reconciliación entre padres e hijos», cuando los padres, que se han ido por la vía rápida del pragmatismo político, regresan para ver cómo están esos adolescentes rebeldes y malhumorados que son sus votantes. Camps quiere hacer más activismo político, Alamany propone un “parlamento” de afiliados, y por supuesto, Bosch sugiere un regreso a ese partido asambleario que una vez fue un ejemplo de democracia participativa.

Con todos estos términos que parecen sacados de un taller de liderazgo, es fácil que los afiliados se sientan un poco confundidos. ¿Por qué se complica tanto una relación que debería ser simple y directa? Es curioso cómo la política a menudo se parece a una relación amorosa llena de altibajos, promesas rotas y intentos de remediar las cosas.

El pacto con el PSC: una relación amor-odio

No podemos dejar de lado el tema del pacto con el PSC, que, según se informó, fue avalado por el 53,5% de la militancia en agosto. Esa cifra puede sonar elevada, pero en política, ese 46,5% restante podría ser una fuente significativa de descontento. ¿Realmente se puede confiar en que los socialistas cumplirán? La ironía de que Camps mencionara que nadie disfrutó viendo la investidura de Illa resuena como un eco en un pasillo vacío.

Esos votos a favor y en contra del pacto muestran una división que no es solo política, sino también emocional. Por un lado, uno puede entender el pragmatismo al aceptar una alianza que puede beneficiar a una parte del electorado, pero a la vez también se siente un ligero escalofrío al pensar en esa sensación de «perderse» entre los acuerdos. La pregunta queda en el aire: ¿ser “muletas” de otros partidos es realmente el camino a seguir?

Reflexiones finales: un futuro incierto

Todo esto nos deja con una imagen clara: hay muchas preguntas sin respuesta. ¿Podrán los miembros de ERC encontrar un camino que los una? ¿O seguirán fragmentados, a la espera de un rescate en forma de nuevos líderes? La verdad es que el futuro de ERC depende no solo de los candidatos, sino de su capacidad para reconectar con sus bases y redirigir su rumbo con un liderazgo sincero y empático.

Es como si el mundo de la política se hubiera convertido en una especie de parodia surrealista, donde los candidatos prometen redescubrir el espíritu original del partido, mientras que la audiencia se pregunta si alguna vez volverán a escuchar los acordes de esa dulce melodía que alguna vez fue ERC. La única conclusión que puedo sacar, entre risas y caras largas, es la siguiente: en la política, como en la vida, siempre hay una nueva oportunidad para empezar, solo es cuestión de tener el valor de dar ese paso adelante.

Así, en tiempos inciertos, la política catalana se encuentra en una encrucijada, pero en cada debate, en cada propuesta y en cada estrategia, se puede sentir una chispa de esperanza. Después de todo, ¿quién no quiere un final feliz en esta saga interminable?