La plaza de la Misericordia, un hervidero de emociones, folclore y, por supuesto, una buena dosis de drama. Este pasado 13 de octubre de 2024, la última del Pilar no decepcionó a los aficionados que abarrotaron el lugar. Sumidos en una ilusión de bravura y arte, la tarde se tornó en un espectáculo donde los toros, en su mayor parte mansos, generaron tanto desencanto como esperanzas.
El escenario: una plaza llena de fervor
Nada como la plaza llena para elevar la adrenalina. ¿Te has imaginado alguna vez ese murmullo electrizante que se apodera de los asistentes justo antes de que aparezca el primer toro? Es como una mezcla de emoción y ansiedad, y a mí, particularmente, me remueve algo por dentro. La expectación, el aroma a tierra y a grasa de la comida típica que se sirve justo al libre, son elementos que transforman un aburrido día en un año. Pero bueno, ¡hablemos de lo que realmente importa!
Un vistazo a la actuación de los toreros
En esta última tarde, los protagonistas fueron Andy Cartagena, Diego Ventura y Duarte Fernández, y al menos en una de las contiendas, lo dejaron todo en la arena.
Andy Cartagena: entre lo sobrio y lo efímero
Andy Cartagena fue el encargado de abrir la plaza. La primera faena, a decir verdad, dejó un sabor agridulce. El toro que le tocó, rajado como un niño en un día de verano que no quiere hacer los deberes, no colaboró como se esperaba. No me malinterpretes, la sobriedad de su manejo hacía que muchos lo respetaran, pero la conexión con los tendidos fue más bien baja. Al final, los intentos de Cartagena fueron ovacionados, pero con un sentimiento de «podría haber sido mejor». Después de todo, a veces la vida te da limones, y parece que estos toros estaban en modo limonero.
Diego Ventura: la lucha del arte y la mansedumbre
Diego Ventura, siempre un maestro en el arte del rejoneo, mostró habilidad y gracias en su primera actuación. A pesar de tener un toro que – si se me permite decirlo – no era el más brillante del grupo, logró llevar al animal a una danza en la que ambos parecían comunicarse. Pero, como en muchas historias, un pinchazo le dejó con tan solo una oreja. Sin embargo, su siguiente encuentro fue otro cuento. Con un segundo toro que, honestamente, parecía estar más interesado en las tablas que en el espectáculo, Ventura luchó incansablemente. ¿No te parece curioso cómo algunos días parecen jugar en tu contra? ¡Hasta el mejor puede tener una racha de toros menos espléndidos!
Su capacidad para sobreponerse a la adversidad fue digna de mencionar. Uno podría pensar que tener un segundo toro menos dispuesto sería motivo suficiente para desanimarse, pero él siguió empujando. La frase «todo o nada» cobraba vida en su espectáculo. Las ovaciones al final fueron bien merecidas. ¡Bravo, Diego!
Duarte Fernández: la perseverancia siempre gana
Ahora llegamos a Duarte Fernández, que tuvo una actuación llena de altibajos. A veces, el destino te da una lección, y a veces, decisiones erróneas pueden costarte mucho. Así fue su actuación con el primer toro, donde un pinchazo provocó algunos rumores en los tendidos. No obstante, ¡oh sorpresa! Al final, su perseverancia y buen manejo del rejón trasero le valió una oreja con petición de la segunda. ¡Menuda historia! Hay que aplaudir su esfuerzo, sobre todo cuando las cosas parecían danzar en su contra.
El ambiente en la plaza: la voz del pueblo
Hablando del ambiente, es importante mencionar que la afición jugó un papel fundamental. Cada toro, cada pase, cada error, eran vigilados de cerca por un público variopinto que expresaba su alegría o su disconformidad a viva voz. Y, siendo honestos, no hay nada como escuchar esos gritos de aficionados, ya sean de aliento o de queja. «Manso, ¡manso!», resonaba en la plaza, como si los toros pudieran entenderlo. Pero, siendo realistas, es de esperar que en un cartel como este la reacción sea contundente.
Aunque algunos toros realmente manseaban, el público no dejó de mostrar su cariño a los toreros. La pasión que se siente desde las gradas puede curar cualquier desazón que traiga consigo un mal espectáculo. ¿No es impresionante cómo el fervor colectivo transforma una mala tarde en una buena anécdota?
Afectaciones en el espectáculo: toros inválidos y emociones a flor de piel
Como en cualquier evento en vivo, no todo salió según lo planeado. La jauría de toros traía consigo un montón de defectos que hicieron que este no sea su mejor espectáculo. Hablamos de toros inválidos y sobreros, que hicieron que algunos espectadores soltaran sus primeras críticas. Muchos no pudieron contenerse y comenzaron a murmurar: «¡Esto no es lo que pagamos!» Pero, oye, la vida es así de impredecible, incluso en la plaza. A veces uno va a disfrutar de un buen paseo y se encuentra con un atasco inesperado.
Las idas y venidas emocionales de esta última tarde nos enseñan que aunque las cosas no salgan como esperamos, siempre es fundamental abrazar la emoción del momento. Y, seamos sinceros, al final del día, en el corazón de todos los presentes había un mismo deseo: la búsqueda de un momento épico. ¿No es gracioso que a veces las cosas simples de la vida son las que nos hacen sentir más vivos?
Reflexiones finales: entre la decepción y la alegría
A medida que caía el sol en la plaza de la Misericordia, los asistentes comenzaron a salir, aún hablando de las faenas, los altos y bajos, y la forma en que cada torero enfrentó su propia lucha en esta jornada. Aunque algunos se sintieron decepcionados, otros se marcharon sintiendo que tenían una buena historia que llevarse a casa.
En fin, la Feria del Pilar siempre brindará sus altibajos. Pero al final, es esa rica mezcla de emociones lo que hace que cada jornada sea única. Los toros, los toreros y la afición viva nos enseñan que el espectáculo es más que solo un juego de habilidades. Es una representación de la vida misma, donde a veces se gana, a veces se pierde, pero siempre se vive con intensidad.
Espero que hayamos logrado capturar el encanto y las emociones de la tarde. Para quienes pudieron vivirla de primera mano, ¿cuál fue su momento favorito? ¿Y para aquellos que no pudieron asistir, los invito a prometerse a sí mismos no perder la próxima oportunidad de sumergirse en este mundo apasionante! En la vida y en el arte, siempre hay un siguiente paso. ¡Salud y mucho arte, amigos!