La política en España siempre ha sido un caldo de cultivo para el drama, la comedia y, a veces, el absurdo. Y no hay mejor escenario para presenciar estos acontecimientos que la Plaza de Castilla, donde, en ocasiones, la gente se agrupa en manifestaciones que parecen más un espectáculo de variedades que un acto de protesta legítimo. Este diciembre, hemos sido testigos de un nuevo episodio en esta saga: la imputación de Begoña Gómez, la mujer del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y la peculiar dinámica que rodea su comparecencia judicial. ¿Puede haber algo más entretenido que una mujer con un traje de chaqueta negro siendo el centro de todas las miradas, mientras los manifestantes gritan consigas con más de un toque de humor que de indignación?

El primer acto: Marta y su floristería

Conozco un poco sobre el movimiento del arte en la política. La primera vez que visité la floristería de Marta, justo enfrente de los juzgados de Plaza de Castilla, estaba buscando un ramo de flores para regañar suavemente a un exnovio que se había olvidado de mi cumpleaños. Pero, en vez de eso, me encontré con una mujer que tiene el don de encontrar entretenimiento en cada rincón de su vida. A medida que ella arreglaba un ramo de crisantemos, me contó que ha sido testigo de innumerables manifestaciones, protestas y eventos políticos a lo largo de los años.

“Siempre hay algo interesante que ver”, me dijo Marta mientras sonreía, con un aire de resignación y humor. ¡Doy fe de ello! En un momento escuchamos el sonido de megáfonos que provenían de más allá de las flores.

Activismo en la Plaza de Castilla

Era un miércoles cualquiera y, como ya era habitual, un grupo de aproximadamente treinta protestantes había puesto su tienda de campaña improvisada nuevamente en la Plaza de Castilla. HazteOír, un colectivo conocido por su activismo, había orquestado otra protesta en torno a la declaración de Begoña Gómez. Desde banderas a carteles, sus herramientas de protesta habían sumado un toque de creatividad, utilizando un autobús que representaba diferentes versiones de Begoña: ‘la informática’, ‘la catedrática’, ‘la empresaria’, entre otras.

¿Y quiénes eran los protagonistas de este show? Muchos jubilados, según contaba Mari, una de las manifestantes que también estaba allí para pasar el rato. «Voy a Ferraz desde hace 410 días. Solo falto cuando tengo que cuidar a mis nietos», dijo con un brillo en los ojos. Es fascinante cómo el activismo puede convertirse en un pasatiempo para algunos, ¿no?

El regreso de Begoña Gómez

Begoña fue finalmente citada a declarar por tercera vez tras ser imputada por posibles delitos de apropiación indebida e intrusismo profesional relacionados con su máster en la Complutense. Esta vez, sin embargo, optó por una línea de defensa diferente. Mientras los manifestantes esperaban con impaciencia su llegada, ella llegó a las 10:00 en punto, vestida elegante con su traje negro, en un espectáculo casi paródico.

Los rumores sobre el coche que la traía no cesaron. “Es gris”, decía uno. “No, es otro”, replicaba otro. Entre murmullos y risitas, no pudieron evitar la sensación de que todo se trataba de un espectáculo. ¿Están las estrellas de la política en una pasarela de moda o en un juicio? A veces parece que no hay una distinción clara.

Silencio y estrategia

Como era de esperar, la atención en el ambiente era palpable. La primera dama había acumulado más especulaciones sobre si guardaría silencio, tras haber hecho uso de este derecho en sus dos comparecencias anteriores. “¡No va a decir nada!”, exclamó Mari, que parecía haber perdido la fe en una revelación dramática. Pero, en esta ocasión, algo cambió. Begoña finalmente decidió responder a las preguntas de su abogado.

Los manifestantes, en cambio, parecían no captar la tensión inminente del momento y continuaron sus gritos llenos de nuevas acusaciones, como si todo fuera un guion de una comedia. “¡Valencia entre barro y vosotros en Moncloa!” resonaba entre la multitud, un recordatorio de cómo la tragedia en la costa este del país se entrelazaba con el escándalo en el juzgado.

¿Cómo podemos entender esta dualidad entre el dolor del pueblo y las intrigas del poder? Quizás, esa es la esencia del teatro que todos estamos presenciando.

La dualidad de la protesta

Los manifestantes hicieron su trabajo al interrumpir el tráfico, con coches pitando a su alrededor. Las gorras de verano habían sido reemplazadas por gorros de Papá Noel, aunque el regalo del contexto judicial no llegó a ser completamente digerido. Sin embargo, la presencia policial era mucho menor que en protestas anteriores. “Más agentes que manifestantes”, se escuchó entre las risas del público, mientras un transeúnte con un carrito de la compra hacía su observación comedida.

La escena me hizo recordar una frase que alguna vez escuché: “La vida es una obra de teatro, y a veces, uno no puede evitar el dramatismo”. Aquí, en este caos, un grupo de personas intenta hacer escuchar su voz, mientras el sentido del humor sigue vivo entre las críticas al gobierno.

La estrategia detrás de los correos electrónicos

Pero, como en toda buena obra de teatro, la trama se complica. Durante la jornada, Begoña envió una serie de correos electrónicos a la universidad, intentando demostrar su inocencia. Afirmó que sólo había firmado lo que le indicaron sobre el software desarrollado para su máster. Pero, oh sorpresa, estos correos también involucraban a María Cristina Álvarez Rodríguez, la directora de programas de Presidencia, lo que añadía un nuevo giro a la narración. ¿Es posible que estos emails sean la clave para un hipotético caso de malversación?

El escenario se vuelve más intrigante cuando hablamos de los secretos que se esconden tras las puertas del poder. El Confidencial reveló que Álvarez Rodríguez, además, había estado ejerciendo como secretaria de Gómez desde su nombramiento. Esta red de relaciones parece sacada de una novela de misterio, ¿no creen?

Reflexiones finales: ¿un nuevo episodio?

El espectáculo en la Plaza de Castilla es un recordatorio de que la política es, en muchos casos, un escenario donde la vida se muestra en su forma más cruda y, a la vez, más cómica. Mientras los manifestantes continúan su lucha y Marta sigue vendiendo flores, la historia de Begoña Gómez representa mucho más que un juicio. Es un microcosmos de lo que está sucediendo en la política española, una trama donde los actores son tanto los que protestan como los que están detrás de las puertas del poder.

Como público, nos quedamos en la espera de la próxima escena. Si hay algo que hemos aprendido, es que en el teatro de la política nada es definitivo, y a menudo la risa es la respuesta al drama. Al final, la pregunta que todos deberíamos hacernos es: ¿realmente entendemos el guion que se desarrolla ante nosotros o simplemente somos espectadores en un espectáculo al que no hemos sido invitados?

Y así, entre manifestaciones, decisiones judiciales y la vida cotidiana de las personas que se cruzan con estas historias, el espectáculo continúa. ¿Estamos listos para el próximo acto?