El amor por la música y la fiesta ha existido desde tiempos inmemoriales. Las discotecas, esos templos de la diversión nocturna, han sido el escenario de encuentros, desencuentros y, a veces, incluso de leyendas urbanas. Hoy nos adentramos en un fenómeno que marcó la historia nocturna de España, particularmente en Valencia y Madrid: las discotecas bakala. En este artículo, exploraremos la historia de una de sus más icónicas, el OverDrive, y el legado que dejó en la cultura electrónica española.
¿Qué es la Ruta del Bacalao?
Para quienes no están familiarizados con el término, la Ruta del Bacalao fue un fenómeno cultural que surgió a finales de los años 80 y principios de los 90 en la Comunidad Valenciana. Esta ruta nocturna consistía en una serie de locales de fiesta que, por su ambiente y tipo de música, atrajeron a una juventud ansiosa de diversión. Se caracterizaba por su enfoque en géneros como el hard trance, hardcore y tecno.
Recuerdo la primera vez que escuché sobre la Ruta del Bacalao. Estaba en mi primera clase de universidad, rodeado de compañeros que no paraban de hablar sobre su última escapada a Valencia. Se contaban historias de bailes sin fin, luces hipnóticas y, por supuesto, las botellas de agua a 500 pesetas que parecían más una leyenda urbana que una realidad. ¿Quién hubiera pensado que algo así existía verdaderamente?
OverDrive: El templo del bakala
Situado en el número 152 del Passeig d’Extremadura en Madrid, el OverDrive fue inaugurado el 17 de septiembre de 1993. Pronto se convirtió en un referente de la escena bakala madrileña. Con su potente sistema de sonido y un ambiente enigmático, este local atrajo a miles de fiesteros. Era un lugar donde el tiempo dejaba de importar, y las horas se deslizaban entre beats de música electrónica.
Un diseño para recordar
Al atravesar las puertas del OverDrive, uno se encontraba en un lugar que parecía haber sido diseñado por un artista surrealista. Las paredes negras y la iluminación tenue creaban una atmósfera casi mística. El gran dibujo de la bestia OverDrive, un demonio con la boca abierta, daba la bienvenida a los asistentes, casi como si estuviera custodiando la entrada al inframundo de la fiesta.
Una antigua cliente describe el lugar como un sudoroso laberinto de luces y música: «Las paredes chorreaban sudor de la condensación…». Y quién no recuerda esa famosa bola de cristalitos que, iluminando la sala, proyectaba luces por doquier. La pista de baile parecía cobrar vida propia, convirtiéndose en un organismo pulsante junto a los asistentes.
¿Qué tal un túnel de láser para entrar en calor? En OverDrive, eso era parte del juego. A pesar de sus extravagancias, lo que realmente unía a la gente era la música y la promesa de una noche interminable.
Las leyendas urbanas y la bebida
No se puede hablar de OverDrive sin mencionar las bebidas explosivas y las máquinas de humo. En aquella época, el agua no era suficiente para saciar la sed. Las barras libres eran la norma y las bebidas llegaban en todos los colores imaginables. Recuerdo la vez que un amigo mío se atrevió a probar una bebida que tenía un color tan extraño que parece sacada de una poción mágica. Spoiler: la resaca fue legendaria.
¿Y qué hay de las botellas de agua a 500 pesetas? Aquella etiqueta de precios fue, para muchos, el primer aviso de que estaban en un lugar donde el sentido común daba un giro loco. Aunque los dueños intentaron hacer de la hidratación una misión imposible, en su mayoría los fiesteros optaban por llenar sus botellas en una fuente cercana. ¿Quiere llenar su botella de agua? Tienes que cruzar el umbral y deshacerte de tu dignidad.
Instalaciones que deslumbran
El OverDrive no se limitaba solo a la música. Tenía un impresionante sistema de bafles de 20,000 watios de sonido JBL. Las sesiones eran grabadas y regaladas a los asistentes, un detalle que ayudaba a cementar el sentido de comunidad en el lugar. A menudo imaginaba cómo era que, al salir de allí, uno podría sentir el eco de esos beats resonando en su pecho durante días, como una especie de marca, casi un tatuaje sonoro.
¿Por qué el OverDrive cerró?
Como suele pasar en las historias más intensas, un día la fiesta terminó. El OverDrive cerró sus puertas de manera abrupta en mayo de 1995 tras una reyerta. Un local que había sido símbolo de libertad y desenfreno se vio atrapado en la violencia que también caracterizaba a algunas otras discotecas de la época. ¿Era esa la forma en la que la historia estaba tratando de decirles a los jóvenes que habían cruzado una línea?
¿Quién no ha experimentado algún tipo de violencia en su vida? Esa sensación de que el caos puede estar siempre a la vuelta de la esquina. Sin embargo, es triste pensar que un lugar que prometía alegría y desahogo terminó siendo víctima de la agresión que, irónicamente, suponía liberar el estrés de la vida cotidiana.
El después del OverDrive: nostalgia y reinvención
No pasó mucho tiempo antes de que el edificio que una vez albergó a OverDrive se transformara en un bingo, antes de convertirse en lo que hoy es un supermercado. Es curioso pensar en cómo los lugares cambian de propósito. La nostalgia juega su papel; muchas personas se quejan de cómo la cultura se va desvaneciendo en el camino. Pero un supermercado siempre estará ahí, dando satisfacción, aunque sea de una manera más “sana”.
El legado de las discotecas bakala en la cultura española
A pesar de que el OverDrive cerró sus puertas, su espíritu vive en el legado que dejó en la cultura de club en España. Las sesiones de música electrónica en la actualidad pueden no ser igual a lo que fueron en los 90, pero siguen existiendo. Cada fin de semana, nuevas generaciones de «fiesteros» invaden lugares donde los beats marcan el ritmo de su vida.
¿Y qué hay de los que fuimos parte de esa era? La melodía de esos años sigue en nuestro corazón. Quizás, detrás de cada canción electrónica que escuchamos, hay un ecosistema que incentivó la libertad, la amistad y el deseo de pertenecer.
Reflexiones finales
La cultura de la fiesta y las discotecas bakala nos enseñó la importancia de vivir el momento. Las luces, los colores y la música se convertirán en recuerdos valiosos que atesoraremos con el tiempo. Al final del día, somos productos de nuestras experiencias, y si bien quedó un vacío tras el cierre de lugares como OverDrive, siempre nos quedará el consuelo de saber que las noches de desenfreno llenaron nuestras vidas de anécdotas.
Entonces, dile a la vida que te devuelva esas noches. Porque, aunque el OverDrive ya no esté, cada vez que escucho un tema de música electrónica, no puedo evitar sonreír y recordar aquellas noches llenas de sudor y risas.
Espero que te haya gustado este viaje nostálgico por la historia de las discotecas bakala en España. Si tienes alguna anécdota que compartir sobre tus propias experiencias nocturnas, ¡me encantaría escucharlas!