La historia de España está llena de matices, colores y, en muchas ocasiones, sombras que han afectado a su gente. Entre las diversas instituciones que han pasado por el tamiz de esta historia se encuentra la Guardia Civil, un organismo que ha tenido más altibajos que un episodio de una telenovela. En un giro significativo, la celebración de la Virgen del Pilar se trasladó este año al corazón de Vitoria, en la emblemática Plaza de España. Este evento, que conmemoró por primera vez el 180 aniversario de la Guardia Civil lejos de su cuartel habitual en Sansomendi, no solo representa un cambio de escenario, sino también un símbolo de esperanza y normalidad democrática. Pero, ¿qué significa realmente este cambio?

Un acto con sabor a memoria

La delegada del Gobierno en el País Vasco, Marisol Garmendia, expresó su emoción al ver que este acto, que ha tenido un peso tan significativo en la memoria colectiva de los vascos, se desarrolló en un ambiente de tranquilidad y respeto. Para muchos, la plaza no solo es un lugar de encuentro; es un terreno donde el pasado y el presente se entrelazan. Ella comentó: «Es emocionante y esperanzador que este acto pueda celebrarse aquí, con tranquilidad y normalidad democrática». En este punto, uno podría preguntarse: ¿quién no querría ver este cambio en un país marcado por conflictos?

La emoción de Garmendia es palpable y está respaldada por un deseo sincero de que actos así se reproduzcan en el futuro. «Primeras veces que confío en que sean segundas, terceras… hasta que ya no sean noticia», dijo al respecto. Y, haciendo un paralelo con nuestras propias experiencias, ¿no ocurre a menudo que esperamos que ciertos momentos se conviertan en una costumbre en lugar de una novedad?

Recordando a los caídos

El evento también fue un momento de homenaje. Garmendia no escatimó en palabras de reconocimiento hacia aquellos que sacrificaron su vida, las víctimas del terrorismo de ETA que dejaron una huella indeleble en la sociedad vasca. «Un recuerdo emocionado y un agradecimiento infinito para los agentes asesinados y heridos», comentó. Imaginen, por un momento, el peso de estas palabras en las vidas de quienes perdieron a seres queridos en nombre de una lucha que parece distante, pero que todavía resuena en las calles.

Mientras recordaba esos momentos de dolor y sufrimiento, el público aplaudió, marcando un claro reconocimiento y empatía hacia el dolor de las familias. La capacidad de la gente para empatizar y recordar el pasado, mientras se mira hacia el futuro, es una de las grandes lecciones que podemos extraer de este acto. ¿No deberíamos, como sociedad, aprender a ofrecer ese mismo apoyo a todos los que han pasado por situaciones difíciles?

Más mujeres en la Guardia Civil

Un punto crucial que Garmendia y el general jefe de la Guardia Civil en el País Vasco, José Antonio Mingorance, abordaron durante el evento fue el aumento de la presencia femenina en el cuerpo. ¡Qué alegría ver más mujeres en una histórica institución! Mingorance precisó que actualmente el 13% de la plantilla son mujeres, aunque reconoció que es una cifra aún baja. Sin embargo, las cosas están cambiando: en la última OPE, ¡el 31% de las aspirantes era femenino!

Imaginen las anécdotas que estas nuevas guardias civiles tendrán que contar a sus nietos en un futuro. «Abuelita, ¿tú eras una de las primeras mujeres en ser guardia civil?» Y ella, sonriendo, podría responder: «¡Claro que sí, cariño! ¡Y lo hicimos con un toque de estilo!»

Pero en serio, ¿a quién no le gustaría ver más diversidad en un entorno que históricamente ha sido tan masculino? Este cambio supone un avance hacia la equidad de género y un ejemplo de que el futuro es, efectivamente, femenino.

La memoria colectiva y voces disonantes

Sin embargo, no todo el mundo celebró el evento con júbilo. La plataforma Memoria Osoa, que agrupa a 15 asociaciones de víctimas de la «violencia del Estado», realizó su propio acto en el interior del Museo Artium. Con una voz firme, pidieron respeto y reconocimiento para todas las víctimas, argumentando que la glorificación de ciertos actos no ayuda a la reparación de aquellos que más sufrieron. Al final del día, no se trata solo de recordar a las víctimas de un lado; todos deberíamos aprender que la verdadera justicia se encuentra en la empatía y el entendimiento.

Esto nos lleva a una pregunta fundamental: ¿cómo logramos construir un futuro en el que todas las voces se escuchen? La respuesta no es sencilla, pero eventos como este son un primer paso hacia un diálogo más abierto y equitativo.

Un vistazo al futuro

En el ámbito de la seguridad, los datos presentados por Mingorance sobre las actuaciones de la Guardia Civil en el último año pintan un cuadro de éxito. La incautación de 350 kilos de drogas, la recuperación de objetos robados por valor de 2 millones de euros, y la incautación de 52.000 productos falsificados valorados en 4 millones, son solo algunos ejemplos que demuestran la labor constante del cuerpo. Este es un recordatorio de que, a pesar de los colores grises del pasado, hay muchísimas personas trabajando incansablemente para garantizar un entorno más seguro para todos.

Esa es la verdad. Muchas veces, la historia se encuentra eclipsada por las sombras de eventos trágicos, pero también está llena de luces que brillan en medio de la oscuridad.

Conclusión: el camino hacia adelante

Así que, a medida que avanzamos, es crucial no olvidar lo que el pasado nos enseña. Las primeras celebraciones en la Plaza de España marcan un nuevo capítulo en la historia de la Guardia Civil y del País Vasco. Tal vez, en el fondo, todos deseamos que esta sea solo la primera de muchas celebraciones en espacios públicos, donde las palabras de recuerdo y reconocimiento se entrelazan con el deseo de una paz duradera.

Ciertamente, la celebración de la Virgen del Pilar en Vitoria no es solo un acto conmemorativo; es un símbolo de la resiliencia de un pueblo, un paso hacia la normalización y un llamado a la unidad. La próxima vez que se escuche un aplauso en la plaza, o que se sienta el murmullo de la gente agradecida, recordemos que esto es más que historia; es un acto de esperanza por un mañana lleno de paz y respeto.

Así, alzamos nuestras copas (aunque sea de agua) en honor a todos aquellos que nos recuerdan que, aunque el camino sea incierto, siempre hay espacio para el cambio y la celebración. ¿No es eso, al final, lo que todos queremos? ¡Viva la vida y viva la paz!