En los últimos tiempos, la financiación autonómica en España ha sido un tema candente, con debates constantes y un sinfín de opiniones. Normalmente, podría ser un asunto aburrido, ¿verdad? Pero cuando seguimos la pista del dinero y de cómo se distribuye entre las distintas comunidades, la cosa se vuelve interesante (y a veces hasta divertida). Al menos, así lo veo yo cuando trato de seguir el hilo de estas discusiones.
Un poco de contexto
Para empezar, hablemos de la situación actual en la Comunitat Valenciana. Eusebio Monzó, el secretario autonómico de Hacienda, ha alzado la voz en una reciente reunión del Comité Técnico Permanente, y no precisamente para cantar alabanzas. Su mensaje es claro: la última propuesta del Ministerio de Hacienda para el cálculo de la población ajustada no solo no beneficia a la Comunitat, sino que podría empeorar la situación existente. ¿Cómo es posible que en pleno 2023 sigamos con problemas de financiación que parecen sacados de una película de Spielberg?
Monzó no se ha quedado corto al afirmar que esta propuesta podría llevar a diferencias de hasta dieciséis puntos porcentuales en las necesidades de gasto por habitante. Para aquellos que no están familiarizados, esto significa que unos habitantes tienen acceso a más recursos que otros, ¡y eso no es justo!
La urgencia de la reforma
Monzó ha subrayado la necesidad de un Fondo de Liquidez Autonómica (FLA) extraordinario para evitar que los servicios sociales en la Comunitat Valenciana colapsen. Esto me recuerda a la vez que intenté hacer una fiesta sorpresa y olvidé comprar la tarta. La fiesta no colapsó porque todos aportaron algo, pero si no hay recursos suficientes, es difícil mantener a flote algo imprescindible como el bienestar social.
Y aquí llega el dilema: cuando se habla de financiar servicios públicos, la conversación no puede centrarse solo en números. Al final, esto afecta a personas. A la abuela que necesita asistencia, al niño que requiere educación adicional, y al trabajador social que se esfuerza por ayudar a la gente. Cada número en las cuentas es una historia, una vida que cuenta. ¿Cuántas historias más necesitan ser escuchadas antes de que haya un cambio real?
Un mecanismo de reparto poco claro
Entre los puntos más críticos que ha mencionado Monzó está la transparencia en la metodología de cálculo de la población ajustada. Ha solicitado que las variables demográficas y correctivas sean claras y justificadas, y ha defendido que las diferencias en financiación no deberían exceder el 5%. Imagina que en una clase de cocina hay un maestro que decide que algunos alumnos pueden usar mejores ingredientes solo porque sí. Terrible, ¿no?
Además, Monzó ha instado al Ministerio de Hacienda a ofrecer un esquema completo del nuevo sistema antes de sentirse cómodos con la propuesta de población ajustada. Una especie de “mira, esto es lo que hay; ¿lo aceptas o no?”, lo cual parece lógico. ¿Acaso firmarías un contrato sin leer la letra pequeña?
La eterna comparación con Cataluña
A medida que se desarrolla esta conversación sobre la financiación, surgen más preguntas. Monzó ha criticado la “financiación a la carta” propuesta para Cataluña. ¿Por qué el Gobierno podría estar dispuesto a ofrecer un trato especial a Cataluña mientras que otros territorios, como la Comunitat Valenciana, quedan en el aire? Es un dilema fascinante y a la vez frustrante. Esta situación me recuerda a la antigua rivalidad entre dos amigos a los que se les daba más atención a uno de ellos a pesar de que ambos tenían las mismas necesidades. ¿Por qué algunos reciben un trato preferencial mientras otros son ignorados?
Las consecuencias de la desigualdad
La injusticia en esta financiación no se limita a cifras, ya que esas diferencias de financiación pueden traducirse en auténticos déficits de servicios en comunidades que ya son infrafinanciadas. A veces me pregunto si los que toman decisiones en Madrid alguna vez se ponen en la piel de quienes viven en Alicante o Valencia. ¿Ha estado alguien alguna vez en la comunidad, hablando con las personas que enfrentan estos retos diarios?
Monzó y su equipo están pidiendo que se tomen en cuenta las circunstancias locales de manera justa. Que en lugar de jugar a la ruleta con los números, se busque un verdadero equilibrio. Después de todo, no se trata solo de estadísticas; se trata de la calidad de vida de miles de ciudadanos.
Mirando hacia el futuro
Y aquí estamos, mirando hacia adelante. La próxima reunión del Consejo de Política Fiscal y Financiera (CPFF) el 26 de febrero parece ser un hito importante. Los representantes de la Generalitat han sido claros en que no apoyarán ninguna propuesta sin conocer los detalles del resto del sistema que se está desarrollando. Ya basta de promesas vacías. Y eso se siente como un buen momento para ser honesto aquí: ¿no está uno cansado de las promesas que parecen nunca cumplirse?
Todo esto nos lleva una vez más al Fondo de Nivelación que se ha solicitado, destinado a equiparar a las comunidades que sufren estas injusticias. Es una forma de aliviar esas diferencias y ayudar a que todos, independientemente de dónde vivan, reciban el apoyo necesario. Aunque hay quienes piensan que todo es solo un juego de números, la realidad es que estamos hablando de vidas humanas que dependen de decisiones administrativas.
Lo que podemos aprender
Así que, mientras seguimos discutiendo y debatiendo sobre el dinero entre comunidades autónomas, es conveniente recordar que estos números representan a personas. A medida que avanza el diálogo sobre la financiación, hay que mantener esa empatía en la mesa.
Si hay un mensaje positivo que me gustaría arrojar con este artículo es que, aunque la política puede parecer un juego a menudo corrupto, hay personas luchando en todos los rincones. Y tal vez, solo tal vez, si logran hacerse escuchar lo suficientemente fuerte, podremos ver un cambio real.
Así que, ¿qué opinas? ¿Es este un ciclo sin fin de debates y promesas o hay una oportunidad real para mejorar la situación? O quizás la pregunta más pertinente en este momento es: ¿cuántas puertas deben abrirse para que las historias en la Comunitat Valenciana se escuchen, se reconozcan y, finalmente, se actúe en consecuencia?
A medida que el 26 de febrero se avecina, solo podemos esperar que esta conversación futura sea más que solo un intercambio de cifras. Al menos, por ahora, solo podemos soñar con un sistema que sea verdaderamente solidario y que mire más allá de las complicadas tramas de la burocracia.