El lunes por la tarde, mientras me preparaba una infusión de jengibre y me acomodaba para analizar la última reunión entre el presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez y el líder gallego, Alfonso Rueda, no pude evitar pensar en esos encuentros de la infancia con amigos en el parque. ¿Recuerdas cuando hacías promesas de «te juro que nunca te dejaré solo» mientras sosténías una nube de algodón de azúcar? Eso es casi lo que parece estar ocurriendo en la política española en este momento, solo que con menos azúcar y más dudas.

En esta reunión, que se extendió por más de una hora y cuarto, Rueda salió con una sensación que podríamos resumir como «muchas palabras, pocas concreciones». Su comentario me hizo recordar cuando yo prometía a mi perro que lo llevaría a pasear solo para luego encontrarme atrapado en trabajos que parecían no tener fin. ¿Cuántas veces hemos estado en esa situación?

Un primer encuentro con un aire de portavoz

Rueda fue el primer barón del PP (Partido Popular) en reunirse con Sánchez, lo que lo colocó en una posición envidiable para ser la voz de sus colegas. Sin embargo, no todo fue color de rosa. Aparentemente, Rueda se presentó con una lista de peticiones que incluían la necesidad de abordar con urgencia la financiación autonómica y exigir una Conferencia de Presidentes. Pero, ¿qué contestó Sánchez? Un «pronto pero no tanto», diciendo que la siguiente reunión solo hablaría de vivienda, lo que sí me parece un poco descabellado. ¿Acaso se olvidó de la financiación?

Financiación autonómica: ¿el elefante en la habitación?

Uno de los temas más espinosos en esta conversación fue, sin duda, la financiación autonómica. Rueda demandó un nuevo marco estable y se opuso a cualquier pacto financiero exclusivo con Cataluña. En este sentido, quizás me estoy poniendo un poco filosófico, pero ¿no es este el mismo dilema que enfrentamos todos los días al tratar de repartir las tareas del hogar? Siempre hay uno que quiere tener más derechos en la distribución del trabajo que los demás, ¿verdad?

Al final, Sánchez se limitó a mencionar que la actualización del sistema de financiación debe realizarse dentro del Consejo de Política Fiscal y Financiera. Confío en que no se trate de una de esas «actualizaciones» que generalmente terminan siendo retrasadas porque alguien se olvidó de presionar «actualizar». ¡Ay!

De peticiones y promesas

Siguieron las demandas de Rueda, quien exigió una mejora de las infraestructuras en Galicia, incluyendo el AVE a Portugal. Por un momento, imaginé a Rueda con un megafonó preguntándole a Sánchez, «¿dónde están nuestras inversiones?» y Sánchez, a su vez, tomando nota, como si estuvieran en una reunión de curso. La respuesta de Sánchez tuvo el tono de un «haré lo que pueda», y todos sabemos que ese «haré lo que pueda» a menudo significa «puedes esperar sentado».

Además, Rueda también pidió la transferencia de la AP-9, una autopista que conecta Vigo con A Coruña. Imagina que fueras un niño que le pide a su padre que le compre un juguete: «papá, por favor, la AP-9». Esperas con ansias una respuesta afirmativa, pero de repente escuchas un «veremos». O, incluso peor, se hace el sueco y se pone a mirar su teléfono. ¿No les suena familiar?

Granito de arena entre el diálogo y la acción

Rueda dejó claro que sus intenciones son defender los intereses de Galicia, algo que cualquier padre haría por sus hijos, aunque a veces se olviden de poner la mesa. En este contexto, la falta de respuesta sobre la AP-9 le dejó un sabor agridulce. Que los políticos se olviden de promesas tan importantes a menudo me recuerda a esa vez que olvidé la comida de mi perro. Respira hondo y sigue, ¿verdad?

Además, en este intercambio Sánchez prometió activar la cofinanciación estatal para la educación infantil de cero a tres años, un paso en la dirección correcta. Ay, si tan solo pudiera prometer que no me olvidaría de sacar a pasear a mi perro más seguido…

Reflexiones finales

Así que, al final del día, Rueda regresó a Galicia con más preguntas que respuestas. La danza política entre el PP y el PSOE parece ser un juego de espera interminable, donde las promesas se hacen en un sentido, pero las respuestas llegan en un tono más ligero. Cada parte parece estar bailando un tango en el que uno no quiere pisar los pies del otro, pero tampoco quiere dejar de moverse.

A veces, en medio de toda esta política, nos olvidamos de la importancia de las acciones en lugar de las palabras. Si algo nos enseña esta reunión es que, en el mundo de la política, donde las cifras y las compromisos se entrelazan, a menudo es más fácil hablar que hacer. Después de todo, las promesas vacías son tan comunes como los días nublados en Galicia. Esperemos que en futuras reuniones, las palabras se conviertan en acciones concretas, y que todos podamos disfrutar de las inversiones que merecemos.

Así que, ¿vuelvo al parque de mi infancia? Tal vez, pero esta vez llevaré un paraguas, no vaya a ser que la lluvia de promesas se convierta en un diluvio de realidades. Los gallegos esperan más que palabras; esperan acción. ¿Por qué no recordar eso la próxima vez que se crucen dos titanes en el juego político? ¿Quién sabe? Tal vez la próxima reunión termine con un resultado que realmente valga la pena.