El pasado 1 de octubre, la relación entre México y España tuvo otro revés significativo en su ya accidentada historia. En una conferencia de prensa desde la sede de la ONU, la canciller mexicana Alicia Bárcena dejó claro que la normalización de relaciones entre ambos países no se dará sin antes llevar a cabo una «ceremonia de desagravio», que recuerde el tumultuoso pasado que han compartido a lo largo de más de 500 años. Dicha declaración ha puesto a la luz una serie de tensiones diplomáticas que han estado burbujeando bajo la superficie y que, como un viejo hornillo, podría explotar en cualquier momento.

La historia detrás del desagravio: colonialismo y reconciliación

Cuando escucho sobre ceremonias de desagravio, no puedo evitar recordar una anécdota de mi infancia. Recuerdo haber asistido a una ceremonia escolar donde teníamos que pedir disculpas a la tierra por «dañarla» durante un proyecto de ciencias sobre reciclaje. Me pareció un poco ridículo, sin embargo, la idea de reconocer el daño, aunque sea simbólicamente, es esencial en cualquier proceso de reconciliación. Así que, ¿acaso no deberíamos mirar con atención hacia el pasado y reconocer el impacto de la conquista?

Bárcena nos recuerda que este no es un tema nuevo. Desde 2019, el presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) ha estado tratando de negociar un reconocimiento de los pueblos indígenas de México por parte de España. ¿No les parece un poco irónico que hoy, en pleno siglo XXI, todavía estemos lidiando con los fantasmas de una historia tan complicada? Pero la verdad es que las heridas no sanan sin un reconocimiento. La ceremonia de desagravio puede parecer un símbolo, pero es un paso hacia la sanación de relaciones ancestrales.

El impasse diplomático: ¿quién tiene la culpa?

La falta de asistencia del rey Felipe VI a la toma de posesión de Claudia Sheinbaum ha exacerbado las tensiones. AMLO no se ha cortado en acusar al presidente español, Pedro Sánchez, de «faltarle al respeto» a la nueva mandataria electa. Indudablemente, una acusación de tal magnitud desencadena una serie de preguntas inquietantes: ¿es realmente un desaire o simplemente un malentendido cultural? ¿Hasta qué punto los líderes pueden decidir sobre el protocolo sin tener en cuenta las consecuencias que podrían acarrear?

Como muchos de ustedes, me encuentro entre risas y lágrimas por el nivel de formalidad que a veces alcanzan nuestras relaciones internacionales. ¿Cuántas veces hemos reído en una reunión familiar sobre la incomodidad de no saber si debemos cerrar la puerta cuando entra alguien de visita? Imaginemos ahora a dos países en un evento formal, cada uno con su historia, su ego colosal y una pizca de falta de comunicación. ¿Qué podría salir mal?

AMLO y la lucha por el respeto

El presidente AMLO es conocido por su estilo directo, y esta vez no ha decepcionado. Afirmó que la sugerencia de que fue la decisión de López Obrador no invitar al rey era, en sus propias palabras, un «falta de respeto adicional». Sin embargo, también se ha cuestionado: ¿es Claudia Sheinbaum una figura manipulable, como insinuó Sánchez? Esta pregunta va más allá de la política y toca fetiches de poder y suposiciones comunes sobre las mujeres en roles de liderazgo.

El poder de una figura de autoridad, en este caso, se convierte rápidamente en un arma de doble filo. Todos hemos estado en situaciones en las que nos sentimos subestimados. Recuerdo una ocasión en una reunión de trabajo donde me ignoraron a pesar de tener la respuesta. ¡Qué frustrante! A veces, las promesas de transformación quedan atrapadas en la retórica.

La importancia de abordar el pasado

Volviendo a la herencia histórica, la ceremonia de desagravio no es solo un capricho. Es un intento de cerrar heridas abiertas, de abrir un nuevo capítulo en una historia llena de luces y sombras. En un mundo donde la reconciliación es tema recurrente, ¿por qué no considerar instituciones como la Comisión de la Verdad en países que sufrieron dictaduras o colonización? Estas iniciativas pueden parecer lejanas, pero son necesarias para avanzar.

Por otra parte, no podemos ignorar que España también ha estado lidiando con sus propios fantasmas, como el tema de los pueblos indígenas en sus ex-colonias. Al igual que grades historias que nos unen y dividen, hay un deseo de dejar atrás el pasado. Pero, ¿cuánto de este deseo es genuino y cuánto es simplemente una pantalla para satisfacer la opinión pública?

La comunidad internacional observa

Mientras tanto, el escenario internacional gira como un carrusel. Desde Estados Unidos hasta la Unión Europea, todos están observando cómo se desarrolla esta relación. La historia nos ha enseñado que lo que ocurre entre un par de naciones a menudo puede tener repercusiones globales. Ejemplo claro: cuando uno estornuda, el otro resfrió. Con el tiempo, tanto AMLO como Sánchez deben entender que una diplomacia exitosa va más allá de una simple sala de reuniones; se trata de empatía.

Sin embargo, la pregunta persiste: ¿seremos testigos de un desarrollo positivo en la relación entre México y España? ¿Habrá espacio para el entendimiento y la reconciliación? La respuesta puede que no sea clara, pero la historia ha demostrado que el diálogo aún tiene mucho que ofrecer.

Reflexiones finales sobre el desagravio

Al mirar hacia el futuro, es fundamental que tanto AMLO como Sánchez abran la puerta a una conversación significativa. Nadie niega que el pasado colonial ha traído heridas profundas, pero ¿cómo podemos avanzar si no estamos dispuestos a aceptar nuestras responsabilidades compartidas?

Alicia Bárcena ha planteado la posibilidad de cerrar un capítulo doloroso mediante una ceremonia de desagravio. Suena sencillo, pero en este mundo complejo de relaciones internacionales, a veces el arte de pedir perdón —y más aún, el de ofrecerlo— es un camino repleto de obstáculos. Desde mi propia experiencia, puedo decir que una disculpa sincera puede cambiar vidas, pero requiere esfuerzo genuino y una disposición para aprender y crecer.

Los actuales gobernantes, así como todos nosotros, necesitamos recordar que el perdón no siempre significa olvidar. Es reconocer nuestro pasado, valorar lo que hemos aprendido y caminar juntos hacia un futuro en el que la historia no se repita, sino que se honre.

En el fondo de todo esto, ¿acaso no todos preferiríamos un mundo donde el respeto y la comprensión prevalezcan por encima de los malentendidos y desaires? ¡Eso esperemos, al menos! En un universo tan interconectado, tal vez deberíamos dejar atrás los enredos diplomáticos y acercarnos más a un futuro lleno de colaboraciones y amistad. ¿No sería genial?

Así que ahí lo tienen, un tema candente, cargado de historia, y con un futuro incierto entre dos países que, a pesar de todo, tienen la oportunidad de sanar y florecer. A veces, la mejor forma de avanzar es mirar al pasado con compasión y deseo real de mejorar.

¿Qué opinan ustedes sobre esta compleja situación? ¿Creen que la ceremonia de desagravio será un paso significativo en la relación entre México y España, o simplemente más palabras vacías en un mundo lleno de promesas no cumplidas? ¡Los leo en los comentarios!