La reciente DANA (Depresión Aislada en Niveles Altos) que inundó Valencia ha dejado a muchos con preguntas similares: ¿cómo es posible que esto siga sucediendo? Y mientras los memes sobre la inundación invaden las redes sociales, vale la pena detenerse a analizar el contexto y las lecciones que podríamos aprender, porque, seamos sinceros, no es la primera vez que sucede. ¿Cuántas veces más necesitamos ver imágenes de puentes desbordados y calles convertidas en ríos para entender que la planificación territorial es crucial?
El elocuente mensaje de Isaac Moreno Gallo
Isaac Moreno Gallo, ingeniero técnico de Obras Públicas y un verdadero experto en infraestructuras hidráulicas, no ha escatimado en palabras para analizar la situación en su reciente vídeo titulado «Geografía de una inundación: la DANA de Valencia». La obra de Gallo, que combina conocimientos técnicos con un toque de ironía, nos lleva a reflexionar sobre la relación entre el ser humano y la naturaleza. Porque, a fin de cuentas, no importa cuánto se presione al agua o cuánto cemento se vierta: la naturaleza siempre tendrá la última palabra. ¿Quién puede olvidar la famosa frase de los romanos, que decía: “Lo que sube, debe bajar”? Ah, qué sabiduría. Quizás deberíamos recordarlo un poco más a menudo.
¿Por qué, España? Un paseo por la historia del clima
Moreno Gallo nos recuerda que el clima histórico de la vertiente mediterránea no es precisamente el Jardín del Edén. Sin embargo, lo que suele pasar es que tenemos un par de lecciones educativas engrampadas en viejas crónicas que simplemente ignoramos. ¿Acaso no era evidente para nuestros antepasados que los terrenos próximos a la Albufera eran más bien poco hospitalarios? Cualquier cosechador del pasado pudo haberlo atestiguado: “No hay que construir casa ahí. Hay demasiados mosquitos”.
Sin embargo, hemos ignorado todas esas advertencias. En vez de ahí, optamos por construir garajes subterráneos y colonias de apartamentos. Porque, claro, ¿quién no querría tener una vista pintoresca de la Albufera desde la sala de estar? Uno pensaría que construir en una zona inundable estaría en la lista negra de imágenes mentales que deben evocar dentro de su plano de la casa ideal. Pero no. A pesar del sentido común, parece que somos expertos en ignorar lo obvio. ¿Es que estamos predestinados al mismo error una y otra vez, como una mala comedia romántica?
La culpa es de la planificación territorial
«Si hay un mapa que dice que aquí hay riesgo de inundaciones, ¿por qué seguimos construyendo?», se pregunta Gallo. Y a menudo encontramos excusas de políticos que, en vez de tomar decisiones sensatas, deciden seguir la corriente del desarrollo urbano irreflexivo. La historia de un pueblo pesquero convertido en una urbanización turística podría ser un capítulo de muchas novelas de ficción. Pero, lamentablemente, sucede de forma real en todo el litoral español.
Desde los años 60 y 70, el crecimiento urbanístico ha aumentado de forma alarmante. Según Gallo, es como si el ser humano hubiese seguido el mantra épico: «Si no ha pasado nada hasta ahora, ¿por qué debería preocuparme?». Aquí es donde la estupidez se mezcla con un poco de ambición política. ¿De verdad se necesita una inundación histórica para recordar que las áreas inundables son, bueno, propensas a inundarse?
Un vistazo a lo que sucede después
Entonces, ¿qué hacemos después de una catástrofe? ¿Cómo dejamos de ser un pueblo que ignora las señales y convertimos nuestra planificación urbana en un modelo a seguir? La respuesta no es sencilla. Crear embalses de retención, reforestar, y, en general, modificar el comportamiento humano en relación a la naturaleza son algunos pasos efectivos. Pero aquí está la trampa: gestionar esto requiere políticas a largo plazo, que, sinceramente, parecen estar fuera de nuestra capacidad actual.
Los datos son fríos, pero de una gráfica de 1864 que mostró Valencia completamente inundada a la estadística de los últimos 5.000 años que indican que, más o menos, descargas similares han ocurrido entre una y dos veces por siglo, es suficientemente clara la imagen. Cada ciclo natural viene con su propio recuerdo de tragedia. Pero, como especie humana, parece que siempre necesitamos un empujón demasiado grande para darnos cuenta de nuestros errores.
La política y sus antecedentes
Aquí viene la trampa política, y lo que debe preocuparnos: la falta de una respuesta coordinada. «¿Quién gobierna realmente?», dice Gallo, con esa mirada perspicaz típica de los que están cansados de ver cómo los problemas se agravan por decisiones olvidadas. Esta falta de cohesión no puede seguir dictando nuestras decisiones. Si los técnicos tienen las respuestas y los políticos son incapaces de decidir, estamos atascados en un juego mortal.
Es posible que el cambio climático afecte la magnitud y la frecuencia de estos eventos climáticos. Aunque no podemos predecir el cuándo, es casi seguro que esto va a ser recurrente. Todos sabemos que el clima no es un amigo saludable: en su lugar, es un acosador frecuente. Entonces, ¿qué tiene que pasar para cambiar la forma en que interactuamos con él?
Mirando hacia el futuro: ¿qué podemos hacer?
La clave está en la prevención. A menudo, los científicos alertan sobre la construcción de infraestructuras que puedan resistir el agua, mientras que los urbanistas abogan por una planificación más consciente. Si todo el mundo quiere una casa cerca de la playa, quizás sea mejor sacarla de la línea costera, y no más cerca potable.
Para crear una solución real, necesitamos un diálogo. Especialmente ahora, cuando las voces que abogan por un equilibrio entre la humanidad y la naturaleza deben ser escuchadas. No se trata solo de hacer un cambio, sino de aceptar un cambio en nuestra forma de ver la vida en sociedad, en general. Así que, la próxima vez que sientas la necesidad de construir un garage subterráneo, piensa bien en lo que estás haciendo: ¿sería muy romántico tener un pequeño barco en tu sala de estar, en lugar de unas bicicletas en la entrada?
Reflexiones finales
No olvidemos, al final del día, que estamos todos juntos en esto. Sufrimos las consecuencias de nuestras decisiones. La convivencia con la naturaleza implica respeto, planificación y, lo más importante, acción. Así que, quizás es hora de que dejemos de lado nuestra terquedad y empecemos a escuchar las advertencias que han estado ahí, no solo desde el siglo XVIII, sino desde mucho antes.
La DANA de Valencia es un recordatorio de que, aunque no tengamos el control sobre los fenómenos climáticos, sí podemos prever y planificar. Y la próxima vez que llueva a cántaros, tal vez, solo tal vez, no tengamos que abrir el paraguas dentro de casa.