En un rincón lejos de la acción, sentado con una taza de café en la mano (sabe que es la única manera de sobrevivir a esta política), la última sesión del Congreso en España se sentía como una mezcla entre un melodrama y una comedia de enredos. Cuando se habla de la política española, uno no puede evitar pensar en un gran escenario lleno de actores, cada uno con su papel, su guión y, a veces, con un toque de locura que haría enrojecer incluso a Shakespeare.

Me ha dado por recordar una ocasión en que un amigo mío (que se considera un “sabio” de las redes sociales) se quedó atónito mientras veía una de estas sesiones en directo. «¿Esto es política o un episodio de una serie de Netflix?» me decía, agitando su teléfono, como si fuera un bastón mágico. Y no le faltaba razón. Lo que se vivió recientemente en el hemiciclo es un claro ejemplo de la absurdez y el arte de la retórica que atraviesa la política contemporánea.

La arena política y sus gladiadores: Sánchez y Feijóo en el cuadrilátero

En la última sesión, Pedro Sánchez, como el campeonísimo que es, se enfrentaba a Alberto Núñez Feijóo. Aunque a veces me pregunto si sus golpes son más simbólicos que contundentes. Me refiero a esos golpes que se dan en sueños, que van a cámara lenta y apenas duelen. Y para comprobarlo, basta con escuchar las palabras de Feijóo, quien se refirió a personas como el fiscal general del Estado, ¡ya sabe usted, esos personajes que a todos nos suenan como un eco lejano! Pero, en medio de un clima político donde las emociones corren por cuenta del público, la pregunta del día era si el gobierno realmente “funcionaba”.

La respuesta de Sánchez fue un canto a los logros económicos, como si estuviera recitando las tablas del cuatro en una clase aburrida de primaria. «¡Miren cuántos datos económicos tengo!» parecía decir, mientras su tono era casi triunfalista, como un niño que acaba de ganar un medallero en las olimpiadas de matemáticas. Pero, honestamente, ¿cuántas veces hemos oído cantar las mismas cifras de crecimiento y empleo en discursos políticos? A veces, parece que más que una presentación, se trata de un espectáculo de magia donde el conejo no aparece porque se ha escapado.

Rufián, el provocador de la segunda acta

Y en esta obra, no podía faltar el “protagonista de la provocación”: Gabriel Rufián. Su intento de provocar a la extrema derecha no fue menos que una especie de juego de dominó. Para ser justos, ha habido momentos en que su audiencia se ha reído, pero también ha habido veces en que se han quedado en silencio, su atención dividida entre lo que él dice y el resplandor de sus teléfonos. ¡Esas son las maravillas de la atención moderna!

La pregunta, que apuntaba a cómo enfrentar la «ola reaccionaria», recibió un enfoque que podría haber sido estratégico, si no fuera porque Sánchez simplemente repitió la retahíla de sus logros económicos. A veces, uno se pregunta, ¿no sería mejor intentar una verdadera conexión emocional con la audiencia? Imaginarlo como algo más que un mero discurso, como una sincera conversación de café donde se comparte más que cifras.

Abascal, la voz del descontento: ¿un cómico o un rival?

Y para añadir un poco de sabor a este guiso, entró en juego Santiago Abascal, el líder de Vox, que tiene una habilidad especial para convertir las críticas en un espectáculo cómico. Se despachó acusando a Sánchez de destruir las relaciones con aquellos que, según él, son los «socios naturales de España». Esto sonaba casi a una línea de una serie donde, en una ronda de chismes, el personaje menos querido hace una declaración exagerada y dramática.

Sin embargo, lo que realmente llamó la atención fue su crítica sobre la política arancelaria. Al parecer, según Abascal, si España recibe aranceles de Trump será por culpa de Sánchez. Y me pregunto, ¿no es esto un poco como culpar al vecino si su perro hace ruido en la noche? Al final, todos en la obra intentan rebatir argumentos con un estilo que recuerda a los combates de espadas de antaño, pero con un poco de retórica contemporánea.

En respuesta, Sánchez recordó a Abascal sobre la situación de los venezolanos en Estados Unidos, lo que no solo fue un golpe bajo, sino también una forma astuta de desviar y elevar la discusión a un nivel más serio. A veces, el arte de la retórica no se trata solo de lo que se dice, sino de cómo se dice. Ambos personajes podrían beneficiarse de un poco de improvisación en su actuación y, de paso, acercarse un poco más a lo que sus votantes realmente quieren escuchar.

La interacción en la bancada: una danza desigual

Aquí es donde las cosas se tornan curiosas. Al escuchar a Pepa Millán defender la exención fiscal, observé una escena que parece sacada de un programa de televisión en el que solo unos pocos acaban aplaudiendo. Tres diputados se levantaron, con la esperanza de que su bancada les siguiera. Pero fue un momento que se sintió como una tragicomedia, ya que el resto del grupo se quedó sentado, dejándolos en pie, como si agarraran un micro en medio de un karaoke, sin que nadie se uniera al canto.

¡Ah, la política! ¿Es un asunto serio o una serie de comedia? Al final, lo que realmente se ve es que estas reuniones dejan mucho que desear. En mi experiencia tratando de hacer reír a la gente en pequeñas reuniones de amigos, la risa no siempre llega; a veces hay silencios incómodos, miradas perdidas y el inevitable intento de cambiar de tema. ¿Quién no ha estado allí?

La realidad de la oposición: ¿un mero espectáculo?

Por último, no se puede pasar por alto la realidad de la oposición a Sánchez en esta última sesión. Las intervenciones fueron en su mayoría fallidas, lo que recordaba a un grupo tratando de reencontrarse entre sí después de una serie de tropezones. La frenética energía de las redes sociales, especialmente en Twitter, sugeriría que la conversación se tornará más vibrante allí que en el propio hemiciclo. Y, honestamente, ¿quién no entiende la necesidad de buscar la validación a través de ‘likes’ y retweets?

La política es un escenario, y por mucho que nos queramos alejar de esa comparación, está ahí. Entre el drama y la comedia, se juega una danza delicada que espera la atención de todos. ¿Cuántas veces hemos conversado con amigos sobre lo absurdo que puede ser el mundo político en lugar de enfrentar su cruda realidad?

La política en España está llena de personajes pintorescos y discusiones acaloradas. Entre los gritos de “¡no hay suficiente café!” y “¿alguien ha visto mi sentido del humor?”, lo que realmente importa es recordar que, a fin de cuentas, detrás de todo el bullicio hay personas trabajando con sus emociones, ideas y creencias.

Así que, al final del día, podemos reírnos y comentar la obra que se presenta ante nosotros. Después de todo, el circo de la política nunca deja de sorprendernos, aunque a veces desearíamos que el guion tuviera un poco más de sentido. La próxima vez que algo nos haga ruido eso esté en la boca de todos, recordemos que estamos todos en el mismo barco, tratando de navegar en estas tumultuosas aguas de la política con una sonrisa, un poco de empatía y quizás una buena taza de café.