Los disturbios meteorológicos se han vuelto cada vez más comunes en las últimas décadas, y la reciente DANA (Depresión Aislada en Niveles Altos) en Valencia ha puesto en evidencia la falta de una cultura de emergencia en España. ¿Cuántas veces has escuchado esa frase típica de «a mí no me pasará»? Puede que te haya pasado a ti, a mí también me ha sucedido. En este artículo, exploraremos por qué la percepción del riesgo es a menudo errónea, cómo se puede mejorar nuestra respuesta ante las emergencias y qué lecciones podemos aprender de otros países.

¿Qué ocurrió con la DANA en Valencia?

Todo comenzó un día cualquiera. Una tarde tranquila, en la que decidí dar un paseo con mi perro, noté que las nubes se acumulaban de manera bastante inquietante. Sin embargo, mi acostumbrada vida cotidiana me llevó a ignorar esas señales. Después de todo, ¿quién podría haber imaginado que unas horas más tarde, la ciudad se sumergiría bajo las aguas, complicando la vida de miles de residentes?

La DANA que azotó Valencia cogió por sorpresa a muchos ciudadanos, entre ellos a los que, como yo, pensaban que era solo otro chaparrón de verano. Un momento decisivo para reflexionar sobre nuestra cultura de la emergencia. La discusión sobre el sistema de alertas se intensificó: algunos argumentaban que debió haberse avisado con más antelación. ¿Acaso fueron 6 horas suficientes para preparar a la población?

La psicología detrás de la percepción del riesgo

El fenómeno de la habituación

Los expertos en psicología como Paul Slovic han estudiado cómo la familiaridad con los peligros influye en nuestra percepción del riesgo. Vivimos en un mundo donde las malas noticias son, lamentablemente, comunes; sin embargo, la noticia de una inundación importante puede no resonar tanto en la mente de quienes no han vivido experiencias semejantes.

Me acuerdo de una ocasión, años atrás, en la que mis amigos y yo decidimos ir a una fiesta a una casa cerca de un río. Aquella noche, la lluvia cayó intensamente, pero todos pensamos: «Esto no es nada, hemos visto peores lluvias». A la mañana siguiente, el río desbordó y gran parte de la calle estaba cubierta de agua. En ese instante, comprendí cómo nuestra percepción del riesgo puede ser tan engañosa.

El sesgo de optimismo

Además, existe el sesgo de optimismo, que nos hace pensar que «a mí no me va a pasar, porque siempre hay alguien más propenso». Este pensamiento puede ser nuestro enemigo en situaciones de emergencia. Un estudio de 1989 por Weinstein evidenció que las personas suelen subestimar el riesgo durante eventos desastrosos, como inundaciones. Si piensas que siempre serás el afortunado que escapa, puede que el día que realmente necesites actuar, ya sea demasiado tarde.

La falta de confianza en las alertas

Es sorprendente, pero la forma en que se comunican las alertas afecta nuestra disposición a actuar. En países como España, donde no se ha desarrollado una sólida cultura de la emergencia, muchos ven las alertas como meras palabras sin peso. Según un estudio de Fischhoff, las alertas deben ser claras y estar contextualizadas para que la población las tome en serio. Si no confías en la autoridad, es menos probable que tomes acción. ¿A quién no le ha pasado ignorar un mensaje sospechoso en su móvil solo para haberlo lamentado después?

Comparaciones internacionales: ¿quién lo hace mejor?

El ejemplo de Japón

Si miramos un poco más allá de nuestras fronteras, Japón se presenta como un modelo ejemplar. La nación del sol naciente ha trabajado incansablemente en su cultura de preparación. Desde la educación primaria, se introducen simulacros para preparar a la población ante terremotos, tsunamis y tifones. No es raro ver a niños practicando cómo evacuar.

Pero no solo se trata de educación. Gracias a estrictos códigos de construcción, los edificios deben cumplir con normas antisísmicas. En un país donde la tierra tiembla con frecuencia, la anticipación se ha vuelto parte del ADN nacional. Si alguna vez has estado allí, comprenderás que cuando suena una alerta sísmica, el pueblo entero responde de inmediato, como si el sistema alentara una danza sincronizada hacia la seguridad.

Modelos en América del Norte

Cruzando el océano, encontramos a Estados Unidos, que ha aprendido de sus propios errores tras desastres como el huracán Katrina en 2005. La FEMA (Agencia Federal para el Manejo de Emergencias) ha implementado campañas de educación y alertas más efectivas, incluyendo el Sistema de Alerta de Emergencia y el Wireless Emergency Alerts.

Recuerdo cuando durante un huracán, recibí un mensaje de texto de emergencia en mi móvil, informando que debía elevar mis provisiones. Supongo que en España, muchos optarían por dejar que el huracán tocara a su puerta antes de considerar que es hora de poner su “mochila de emergencia” a punto.

Qué podemos aprender de Chile y Austria

Chile también ha sido un pionero en la preparación ante desastres. Desde el devastador terremoto de 1960, las normativas de construcción se han vuelto más rigurosas. Los simulacros son parte del sistema educativo, y las campañas comunitarias son frecuentes. La ONEMI (Oficina Nacional de Emergencia) distribuye kits de emergencia y asegura que las personas en áreas de riesgo estén debidamente entrenadas.

Finalmente, en Viena, su legendario sistema de defensa contra inundaciones ha permitido que la ciudad se mantenga a salvo durante eventos climáticos extremos. Se han establecido infraestructuras ingeniosas, como canales diseñados para manejar cantidades extraordinarias de agua, lo que les ayuda a sobrevivir sin mayores daños, incluso en tiempos de crisis.

Construyendo una cultura de la emergencia en España

Pasos a seguir

Entonces, ¿qué podemos hacer en España para evitar que otra DANA o situación similar nos tome por sorpresa? Es esencial fomentar una cultura de la emergencia. Esto incluye:

  1. Educación en todos los niveles: Desde pequeños, nuestros hijos deben aprender sobre los riesgos que pueden enfrentar y cómo actuar ante emergencias.
  2. Simulacros regulares: Al igual que en Japón o Chile, es fundamental organizar simulacros a nivel comunitario. Esto crea familiaridad con procedimientos y ayuda a que la gente sepa qué hacer.

  3. Confiar en la información: Es vital que los ciudadanos aprendan a ceder su desconfianza hacia las alertas de emergencia. Las autoridades deben ser transparentes y educar al público sobre cómo funciona el sistema de alerta.

  4. Protocolos de respuesta: Las comunidades deben tener un plan claro sobre cómo actuar en caso de emergencias. Las familias deben tener una mochila de emergencia lista en casa, incluyendo documentos importantes, agua, comida no perecedera y otros suministros esenciales.

Conclusiones: La responsabilidad es de todos

Reflexionando sobre el caos inminente que una DANA puede causar, es evidente que la preparación ante emergencias no debe tomarse a la ligera. Todos desempeñamos un papel en la formación de una cultura de conciencia y respuesta. Puede que la próxima vez, cuando escuches las alertas, no seas de los que piensan: «A mí no me pasará».

Así que, amigo lector, la pregunta que queda es: ¿te sientes preparado? La seguridad es un trabajo en equipo. Si cada uno de nosotros asume la responsabilidad personal de estar alerta y educar a quienes nos rodean, podremos enfrentarnos a lo que venga con una mejor preparación y más confianza.